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Columnista Invitado/a | Xiomarita Pérez

Cuando Radio Cimarrona me entrevistó en la comarca de los Guillén en Yamasá, sobre mi opinión de la fiesta en honor a San Antonio, lo primero que le expresé fue que es la única manifestación popular dominicana donde se concentran más de cinco expresiones vivas del folklore, entre las que menciono, principalmente, el catolicismo popular o religiosidad popular, la artesanía (recreaciones taínas), la cocina tradicional (comida ritual colectiva), las expresiones orales (serenateros con sus cantos de toros o serenatas), música y baile (guaracha, palos, merengues, gagá, etc.).

Los que asisten cada año a esta fiesta no se pierden los elementos mencionados y disfrutan de la sombra, de la vegetación y de la lluvia que algunos años aparece. ¿Qué lo daña? Los gestores culturales que desplazan a los portadores para protagonizar el hecho folclórico. Es la forma más simple para que una cultura se transforme negativamente.

Muchas críticas, lamentaciones, tristezas, penas que embargan a muchas personas que tienen el conocimiento necesario para dilucidar quién o quiénes son los responsables del protagonismo o inventar para justificar acciones en instituciones que los patrocinan, pero los dolientes no quieren entrar en conflicto con esos actores, porque ya se han hecho dueños del entorno y como hay personas que desconocen lo que significa nuestra identidad, nuestro patrimonio, nuestra cultura, les hacen el dúo en perjuicio de nuestras costumbres y tradiciones, las que se han transformado de la noche a la mañana solo porque una persona, no el conglomerado, se beneficia.

Es hora de crear conciencia, de que las nuevas generaciones sepan lo que se está haciendo mal en todos los aspectos, en la artesanía, en la música, en la gastronomía, en el carnaval.

También en la cotidianidad, por ejemplo, supermercados que venden con fechas vencidas, la oferta del 2x1 porque ya la mercancía está dañada, los mangos carburados, las naranjas deshidratadas, los limones sin jugo, los colegios pidiendo dinero para comprar el regalo de la madre, la mantequilla que ni las moscas le pasa, ¡no podemos salir a las calles! ¡En fin! Es decayendo que estamos, moral y emocionalmente, solo miramos sin hacer nada, porque la impotencia nos arropa.