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Columnista Invitado/a | Rafael Núñez Grassals/catedrático universitario

Graduado de abogado, Freddy Gatón  Arce fue, más que todo y por encima de todo, hombre de letras, de las buenas letras. En las letras –ya como prosista o como versificador— se movía en su elemento,  con gran pericia y deleitoso donaire, y en no pocas ocasiones a contrapelo de la corriente.

Graduado de abogado, Freddy Gatón  Arce fue, más que todo y por encima de todo, hombre de letras, de las buenas letras. En las letras –ya como prosista o como versificador— se movía en su elemento,  con gran pericia y deleitoso donaire, y en no pocas ocasiones a contrapelo de la corriente y sin que la borrasca política ni las pendencias del medio lo empujaran al dicterio o a escribir una frase, una sola, que realmente no sintiera o que no estuviera en completa armonía con su conciencia.

 A quien lo vio trabajar en las redacciones no le es ajena la imagen de aquel hombre apacible y bondadoso que, no obstante, disfrutaba con pureza de niño el riesgo de ejercitarse en la dimensión más difícil, tormentosa e incomprendida del arte de la palabra: la autonomía intelectual.

Hubo un momento en que a Manuel Mora Serrano, según cuenta éste en un artículo reciente, le parecía extremadamente raro que un hombre de carne y hueso y con los pies firmemente asentados en la tierra pudiera ser, al mismo tiempo y durante toda la vida, abogado y poeta, y tanto más, buen abogado y mejor poeta.

Aquello era como apartarse, sin transiciones ni paradas, de la rigidez plúmbea de los estrados, universo de la vigilancia, la argucia y el castigo, para entregarse en alas de las letras, un mundo de amores y desamores cuya única vigilancia legítima es la que la libertad se impone libremente a sí misma para disfrute de todos.

Semejante arreglo de la naturaleza lo percibía Manuel Mora Serrano casi como una extravagancia, un tremendismo, una travesura  o algo así.  Confiesa que aquella mixtura le parecía “el colmo de los colmos culturales”.

Si  a Mora Serrano le chocaba que un abogado fuera también poeta, y sobre todo buen poeta, a mí me sucedió otro tanto cuando leí en la prensa por primera vez sobre Freddy Gatón Arce en talante de periodista. Ya tenía yo noticias de él como poeta (¡quién desde siempre no las tuvo!)  e, incluso, de sus exitosas incursiones en el periodismo cultural, pero no me lo imaginaba en el correteo cotidiano que es un diario de información general.

Aquella feliz noticia me sorprendió estando yo en mi solar de origen, un pueblito playero entonces con olor a inocencia, casi púbero, y en cuyas calles y callejas hay ahora, para bien o para mal, más motos que peces en el mar.

Y la noticia a que aludo, escrita con desnuda sencillez y en el estilo telegráfico propio de El Caribe de la época, decía más o menos esto:

“Abrirán escuela de periodismo en universidad”

Anjá –musité para mis adentros--, ahí me apunto yo.

Y aquí me tienen, medio periodista, hablando del maestro , un periodista entero.

Pues bien:

Por esa vía comencé a conocer de manera directa el lado periodístico de Freddy Gatón Arce:

Primero en sus clases de redacción de editoriales en la escuela de periodismo que él organizó en la universidad del Estado con el concurso de un selecto grupo de profesores eminentes, y la cual dirigió con fino tacto y mimó con gran esmero.

Después en el vespertino El Nacional, del que fue cofundador y cuya redacción formó en gran parte con muchos de los que habíamos  sido sus alumnos en las aulas universitarias.

Su editorial inaugural de El Nacional contiene ya el embrión de un programa ético que habría de consolidarse día a día, a trancos, fundado en la idea irreductible –que algunos llamarían romántica—  de servicio al lector y que, por tanto, toma distancia del uso de esa columna como un instrumento de poder al servicio de intereses mezquinos e impúdicos. Parecía guiado por lo que, años después y muy lejos de aquí,  otro maestro, Tomás Eloy Martínez, recomendaba  a quienes se abrazan a este apasionante oficio de buena fe y con gallardía, sin ánimo de trampas:

                            El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada
                            vez que se firma un texto insuficiente o infiel a la propia con-
                            ciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo.
                            …

No hay  que escribir una sola palabra de la que no se esté
         seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga
         plena certeza.

El supuesto es que el  editorialista –y por tanto el periódico que en su momento  representa— renueva en cada entrega su compromiso para desentrañar hechos y circunstancias, remover altares, y en esa tarea su propósito consiste en brindarle acompañamiento responsable y franco al lector en el afán por comprender lo que sucede en el entorno, cómo lo afecta y por qué sucede así y no de otra manera.

Ese programa a que hago referencia arriba se basaba en cuatro pilares en los que el diario prometía:

1.     Luchar para que los dominicanos puedan seguir una política dictada por el criterio de la mayoría, sin imposiciones internas o externas.

2.     Luchar para que las autoridades elegidas cumplan su mandato en beneficio del pueblo y por el tiempo que señalan la Constitución y las leyes.

3.     Luchar para que las autoridades satisfagan las necesidades de las mayorías y se compadezcan con un sistema de vida civilizado.

4.     Luchar para que los dominicanos sean informados correcta y completamente de los hechos y acontecimientos que incidan en sus vidas.

Lo que ahí se enuncia adquiere mayor relevancia al relacionarlo con la línea que el escritor desarrolló posteriormente como muestra de coherencia editorial y, particularmente, con las circunstancias en que aquello fue publicado: éramos un país ocupado, con su soberanía groseramente reducida por una invasión brutal e inverosímil, disimulada con todo tipo de artilugios y ayuntada a la doblez de una mínima porción de malos dominicanos, y esto se consigna desde el inicio de aquel memorable editorial:

El Nacional comienza a publicarse cuando la República se
encuentra ocupada por tropas extranjeras y, en consecuencia,
bajo una situación de servidumbre que vuelve precaria la         libertad de prensa. Estos son los hechos, no obstante las explicaciones que algunos se empecinan en ofrecer.

Desde el primer momento, Freddy le imprimió a la columna editorial de El Nacional un sello indubitable que él mismo se empeñó en defender a toda costa, y el cual puede resumirse de esta manera:

Los hechos mandan. La opinión editorial consistente no es mera especulación ni se debe a complacencias ni puede atarse al mercurialismo o el favoritismo. Ha de fundarse en la realidad o resignarse a morir sin dejar siquiera una huella.

En su comportamiento profesional, reflejado con toda nitidez en sus artículos editoriales, Freddy daba la impresión de que en su cabeza tenía buen cobijo la idea de que la prensa que no incomoda está muerta.  Creo, ciertamente, que en esta sociedad informar con realismo es indisociable de la acción de inconformar, a extraños y, en ocasiones, aun a los de entrecasa.

Freddy no sólo le dio brillo al periodismo nacional, sino que ejerció, desde su rincón editorial del vespertino, un liderazgo moral e intelectual que se erige como referente obligado para todos los de este voraz oficio.  Convirtió la columna en un quiosco de ideas, de sanas y sabias ideas.

Tiempos hubo en que era común oír en los corrillos periodísticos la afirmación de que aquí  la gente no lee editoriales. Cuando se hacían las pruebas para el lanzamiento de El Nacional, el  director-editorialista invirtió la cuestión. En una de esas jornadas de trabajo, nos dijo, sonriente al entregarnos una prueba:

-- Ahora todo el mundo va a leer editoriales.

La clave estaba –pienso— en sus destrezas en el dominio de la lengua, la propiedad con que administraba la palabra, la densidad cultural con que acometía la  empresa y la gracia con que incorporaba expresiones populares, muchas tomadas del refranero, a la solemnidad y tersura habituales en un brevísimo espacio que tiene por misión llevar la  dirección  ideológica del diario. Así, con cada entrega la gente se sentía identificada y veía reflejadas sus vivencias en aquellos pronunciamientos.

Y sabía que  ni lo que estaba diciendo ni la forma de decirlo eran gratos al poder.

Prueba al canto:

El Caribe informó ayer que la Presidencia de la República compra más ejemplares de periódicos extranjeros que de los nacionales y que, de éstos, adquiere un mayor número de La Hoja que de los demás. EL NACIONAL está en la “rabiza”.

Otro ejemplo, en el que califica de “criterio abusivo” la idea “de que se pueda reelegir al Presidente de la República”:

         “Más papistas que el papa”. Esto es lo que hay que decir de los constituyentes reformistas que desde estos momentos ya están preparando el terreno para reelegir al presidente Balaguer…

En un momento en que se urdían planes para ahogar económicamente a El Nacional, Freddy enfrentó el problema de una manera fulminante, apoyado otra vez en un dicho popular:

“En este país todo se sabe”. Pocos refranes son tan
 frecuentemente confirmados por los hechos…  como
 éste. Los últimos acontecimientos acerca del empeño
de ciertos sectores por asfixiar económicamente a la
empresa que edita la revista ¡AHORA! y EL NACIONAL
vienen a corroborar las denuncias que se han formulado
 desde el primero de agosto pasado hasta hoy.

Y concluye:

Esta sería la única advertencia que debería hacerse a ese grupito mal aconsejado… Sin embargo, si insisten en sus malos pasos, se verán todos, “con pelos y señales”, en letras de molde. La paciencia y un sano espíritu de convivencia tienen sus límites. “En  este país todo se sabe”.

Su permanente oposición a los privilegios congresionales abusivos y obtenidos mediante acomodamientos burdos discurre por las mismas andaduras, cargado de señalamientos irrebatibles:

Los legisladores “se están despoachando con la cuchara grande”. En efecto, acaban de aprobar en la Cámara de Diputados un proyecto de ley que permitiría a los congresistas importar vehículos sin pagar impuestos.

Y aquí viene lo más sabroso, que pone  al desnudo el oportunismo y la angurria de esa pobre gente:

… cuando esos señores fueron escogidos para representar al pueblo, ¿tenían vehículos y choferes? ¿Pagaban la gasolina que se consumía para que ellos hicieran su campaña política?
                 

Para Freddy, la relación entre prensa y política estuvo siempre clara, y él mismo se ocupa de puntualizarlo a propósito de una iniciativa que pretendía crear un diario oficial y de la respuesta de El Nacional a lo que entendía como una agresión gratuita en que había incurrido otro rotativo al tratar la cuestión. Luego de reiterar que ante el mentado proyecto, el vespertino “no había dicho ni que sí ni que no”, reproduce estas citas:

“Por más que no falten motivos honrados para suponer que el gobierno y los órganos de difusión no son rivales, un análisis meditado no sólo convence de la existencia del antagonismo,
sino también de que éste es condición de salud democrática”.

“El  funcionario o el hombre político son actores o partes; el periodista, testigo. Aquellos procuran captar la opinión; éste, abastecerla”.

Seguidamente,  remata de esta manera aquella pieza, que resume su ideario de la responsabilidad social del periodista:

… no hay que ser enemigo ni amigo del gobierno para discrepar o apoyarlo en sus actuaciones según lo entiendan los hombres que escriben un diario: basta con que esos hombres sean periodistas cabales. Sólo esta última condición garantiza la salud democrática.

Pero no todo es política en las columnas de Freddy, como puede apreciarse en este primoroso
piropo editorial dedicado a una deslumbrante chica haitiana, Marie Edith Vaval, en ocasión
de un certamen de belleza celebrado aquí.

                              Marie Edith ha sido la atracción femenina de la Semana del Turismo y
                              Festival del Merengue, y la figura hacia donde se han dirigido todas
                              las miradas y frases encomiásticas…

                              Pero  sucede que Marie Edith no sabe castellano, pero sí francés e inglés,
                              y esto parece que limita sus posibilidades de triunfo. Sin embargo, y que
                               se sepa, entre los requisitos del certamen no figura hablar y escribir el
                               español.

                               Por eso, si Marie Edith es la más bonita, ¡al diablo el idioma!

¿Y qué de la economía más allá de los números oficiales y de su relación con los derechos de la
 gente a una vida decente y segura?

 Ni la economía ni los derechos ciudadanos tienen por qué recibir un tratamiento abstruso y jergal
que los conviertan en materia inalcanzable para el común de los mortales. Todo lo contrario: la
tarea del periodismo bien entendido consiste en traducir aquello de manera que la gente entienda
en qué medida y por cuáles causas sus vidas son afectadas por esos números y por determinadas
disposiciones.

Generalmente, los gobiernos y sus alcahuetes suelen proclamar hermosos pronósticos relativos
a la marcha de la economía, sobre todo en el umbral de un nuevo año, y se dedican a vender la
la esperanza de que pronto serán resueltos todos los problemas pendientes, entre ellos, por
supuesto, los de seguridad ciudadana . A propósito de una circunstancia como la mencionada,
un 31 de diciembre, Freddy publica estos cuatro párrafos, densos y bellos a la vez, hechos como
para inconformar a partir de unos retazos de información que no por ser retazos dejan de
mostrar el lienzo entero.

                        Si los dominicanos todos pudieran escribir sus deseos en la arena
                        junto al mar, aunque las olas borren los signos, seguramente que
                        pondrían PAZ. Si los dominicanos todos pudieran hablarle al viento
                       que pasa a ras de tierra y después sube a azulear el cielo, de cierto
                       que se oiría un reclamo: PAZ.

                     Porque un balance de este año que termina hoy sólo arroja un rojo
                     sangre,  y ni el Gobierno ni sus panegiristas lograrán jamás que
                     encubran el luto, el deshonor  y la ausencia de piedad que se advierte
                     en los funcionarios.

                     Citar hoy supuestos éxitos económicos, numéricos, constituye una burla
                     a la conciencia ciudadana, que está conturbada y ensombrecida por la
                     acción de las llamadas fuerzas incontrolables, que el presidente Balaguer
                     conoce pero que no somete a obediencia.

                     Entonces las perspectivas para 1970, por la sola vuelta de hoja del calendario,
                     no cambiarán en cuestión de horas, y este pueblo debe prepararse a contener
                     la soberbia y el descaro, el abuso y la impunidad. Decir cualquier otra cosa
                     equivaldría a eso que en conversación común se llama “dorarle la píldora”
                     al incauto o al inocente.

Freddy era, además, un maestro de la síntesis, de la frase corta pero sustanciosa,  azoriniana, a
la cual solía recurrir para imprecación directa y manejaba de modo relampagueante o mediante
encadenamientos que semejaban ráfagas por la rapidez del movimiento que desplegaban, como
lo hizo en ocasión del asesinato de Gómez Puello

                    Sean estas únicas palabras:
                   Paz eterna para Rafael Bienvenido Gómez Puello,
                   muerto a mansalva por la Policía Nacional la tarde
                   del 13 de febrero.

                  Pronta y total recuperación para los heridos cuando
                  cumplían con el cristiano deber de enterrar el cadáver
                  del mártir Orlando Mazara.

                  Deshonor para los agentes del orden público.

                  Deshonor para el Gobierno Constitucional.

                 Alto. Tenéos.  Miserables.

El reconocimiento de los festejos, conmemoraciones y fechas onomásticas no le hacía perder
de vista el compromiso de un oficio llamado a desentrañarlo todo. Era una reacción asimilable
a la idea de que lo solemne no quita lo valiente:

                En este Día del Periodista El Nacional saluda a las
                autoridades del país.

                Saluda a los ciudadanos que están en el exterior, por
                su voluntad o no.

                Saluda a todos los hombres de la prensa escrita y
                hablad, a sin reparos.

               Saluda en los compañeros caídos el ejemplo de sus
               vidas laboriosas y de sus muertes erquidas.

              Y esta salutación la hace acompañada de la siguiente
              promesa:

             Teman unos, callen otros, pero los periodistas de EL
             NACIONAL,  jamás.

Permítanme, para terminar,  explicarles por qué he titulado como lo he hecho estas notas,
escritas a vuelapluma.

No puede decirse de todo el mundo que ha nacido dos veces. Para nacer dos veces se necesitan condiciones e,
excepcionales. No me cabe la menor duda de que Freddy Gatón Arce  ejerció con sus editoriales
un liderazgo intelectual y moral excepcional, de primer orden, sobre todo por el grado de sintonía
que mantuvo con los lectores y por la mística movilizadora, entusiasta y solidaria con que
condujo El Nacional, entonces un diario modesto, pero firme e indoblegable aun en los peores
momentos y ante los más severos riesgos.

Bien identificaba Freddy al vespertino con este lema, en el que se refleja su determinación y su
firmeza de carácter: “Un diario sereno pero vibrante”.

Se atribuye a William James la teoría que afirma que hay dos tipos de personalidad: los
nacidos una vez y los nacidos dos veces.

Los nacidos una vez suelen amoldarse a la vida y su propia existencia discurre en un fluir
pacífico, sin sobresaltos ni preocupaciones mayores por cambiar nada. Para ellos, todo está
bien, y bien les va, sin que se percaten de que muchas veces se está peligrosamente bien.

A los nacidos dos veces, por el contrario, la vida no les ha resultado nada fácil. Están marcados
por las heridas de una lucha constante “por alcanzar un cierto sentido del orden”, no pueden dar
las cosas por sentadas ni se contentan con administrar los condiciones que ya les vienen dadas:
trabajan, sin desmayo, para cambiar esas condiciones.

El  liderazgo periodístico de Freddy Gatón Arce lo inscribe entre los nacidos dos veces de
conformidad con la teoría aquí apretadamente descrita aun con el peligro de no hacerle
suficiente justicia.

Los líderes nacen dos veces. Freddy ha sido, para  gloria de la prensa nacional, uno de esos hombres

excepcionales que por derecho propio se encuentran, y para siempre, en lugar cimero. Meticuloso e

incansable guerrero de la palabra, se cuenta entre los nacidos dos veces, erguido sobre el tiempo.

Quienes fuimos sus alumnos hemos aprendido de sus editoriales una lección imborrable y que bien merece

estar en el frontispicio de todos los medios de comunicación del país, algunos de cuyos periodistas

parecen creer que han venido a inaugurar los tiempos y que antes de ellos aquí nada pasó ni nada hubo: 

Y esta es la lección heredada de Freddy Gatón Arce, el editorialista que nació dos veces, para
ganarle al tiempo:

 La excesiva prudencia del periodismo posible, tan acomodaticio como siempre, es  

absolutamente incompatible con la necesaria e irrenunciable vitalidad del periodismo creíble.

Otros artículos del profesor Grassals

Paradigmas en conflicto: A propósito de las prácticas tradicionales y el periodismo emergente

http://espacinsular.org/columnas/36-columnista-invitado-a/4337-paradigmas-en-conflicto-a-proposito-de-las-practicas-tradicionales-y-el-periodismo-emergente

 

Por una ética de las noticias: Hacia un estilo sano de informar

 

 http://espacinsular.org/columnas/36-columnista-invitado-a/4289-por-una-etica-de-las-noticias-hacia-un-estilo-sano-de-informar