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Columnista Invitado/a | José Luis Aguirre Alvis, Presidente Regional de la WACC en América Latina – Vice Presidente Mundial WACC

Apreciados amigos y amigas, es un gusto acercarme a ustedes así fuera mediante estas palabras leídas por un amigo costarricense y de quien ya aprecio su trabajo por la comunicación en este mismo suelo, Renato Pérez Joya, de la organización Altercom Latinoamérica.

En todo caso antes de nada disculpas por no haber podido llegar a esta cita de la WACC, y por las circunstancias de salud que me lo impiden me hace una vez más comprender que es la voluntad de Dios la que decide por encima de nosotros, pues por más empeño y planes hagamos nosotros las personas, es la voluntad de Él la que decide nuestros rumbos y caminos. Y siendo así con esto nos llama también a dar espacio a la humildad para no creer que somos absolutos y totales responsables de lo que soñamos o hasta prolongadamente planificamos. Un sabio dicho nos enseña a balancear nuestras voluntades con la frase “El hombre propone pero es Dios quien dispone”.

Para permitir abrir este diálogo con cada uno y una de ustedes permítanme darles un abrazo, uno fuerte y cálido que les comunique cercanía, gratitud y aprecio por sus vidas, y por lo que hacen en y desde la comunicación asumida como un servicio a los demás. Cada uno de sus proyectos lleva una llama particular a su interior, y es la que enciende gente sencilla, con muchas necesidades y sobre todo con la urgencia de mostrarse como actores autónomos de sus sueños desde sus formas de manifestación y su palabra. Pero esa llama cobra vigor por la presencia de ustedes como ejecutores operativos de proyectos, como organizaciones y agrupaciones sociales de servicio pero con el objetivo de ser medios para que otros sean fortalecidos,  y así también aumenta la luz de estas llamas que han traído el empuje de gente comprometida y que estando detrás de las diferentes funciones dentro de la WACC acompañan solidariamente sus proyectos con trabajo, dedicación y esfuerzos aunque no se vea que están del otro lado.

Cabe ser gratos con todos estos esfuerzos que tejen ideas, sueños, aspiraciones y utopías y que nutren una cantidad de voces a los que ustedes representan. Quisiéramos imaginar que con todo lo que se realiza estemos también poniendo una luz de esperanza en las vidas de niños y niñas, jóvenes, mujeres, pueblos indígenas, comunicadores de medios comunitarios, medios alternativos, sectores desplazados por la violencia o la guerra y así en general los que resultan desplazados del amor.

Sólo un verdadero amor es solidario, y nos hace vivir la gracia del encuentro, del descubrimiento y la valoración del Otro, cual fuese su rostro, y siendo así el amor es el que nos predispone a experimentar la comunicación. Sin amor no hay ni puede haber comunicación. Y mientras estemos más convencidos de esto podremos dar sentido a proyectos, acciones y contactos cotidianos porque su origen, base, y fuerza que arde e iguala es el mismo espíritu de Cristo que nos invita a vivir en encuentro para alcanzar la salvación.

No comunicamos, para hacer comunicados, hacemos comunicación para descubrirnos y encontrarnos, para hermanarnos y ser más prójimos cada día. Ahí radica la médula del sentido de nuestra comunicación asumida desde los valores humanistas y cristianos, porque no somos dueños de la palabra, ella nos fue heredada, regalada y entregada por los que generacionalmente nos antecedieron con sus propios discursos. Podemos no haber conocido a los infinitos seres humanos que al final nos han hecho el regalo de ponernos hoy y aquí, y su más preciado tesoro entregado y recibido por nosotros es su palabra, siendo el origen de la comunicación más antigua, aquella del mismo momento de la creación,  la voluntad de Dios expresada en aquel momento de la creación y de salida de las tinieblas.

Bíblicamente se indica que “al principio era la palabra y la palabra estaba en Dios  y la palabra era Dios”.  Y esto implica que trabajar por la palabra y desde la palabra con la fuerza que anuncie una Buena Nueva, que es liberación de cualquier forma de muerte, es la razón central de ser comunicadores para un cambio humano, pues esto supone que la palabra por la que trabajamos crea, transforma, y también redime.

Es hermoso pensar incluso que estando la palabra antes de la existencia de nada ella es desde el Génesis una voz presente, y que no somos nosotros sino la presencia de Dios la palabra eterna. Por eso también bíblicamente se dice de un modo maravilloso, que antes de que existieras, de que cada uno de nosotros naciera,-- Él, Dios,-- ya nos había hablado primero. Somos herederos de la palabra y la lucha por apropiarla, usufructuarla, y hasta desnaturalizarla, han sido el móvil de tantas divisiones y enfrentamientos en la misma historia y que implicaron incluso la fe.

En este mes de octubre el mundo recuerda el hecho histórico y hasta paradigmático de la Reforma proclamada por Lutero y si asumimos esta manifestación desde su base comunicativa, quizás podamos estar de acuerdo en que este llamado también fue una lucha por recuperar la base de la fe centrada en Cristo, y que hoy el mismo Papa Francisco nos invita a recuperar asumiendo que fe es salida, descubrimiento y encuentro con profunda e incendiaria alegría por ese Otro comúnmente visto antes de la experiencia del amor como alguien sin valor, sin cualidades propias, y así sin voz.

Pensar la Reforma desde la comunicación es también romper el monólogo para traducirlo en diálogo, saber que el contacto cara a cara y así el mismo tocar suman calidez y sentido a la relación, y así a la palabra que se comunica. Y reconocernos desde nuestras diferencias para acercarnos a la fe es el camino para poder escucharnos así como para poder entendernos siendo fieles a la voluntad de encuentro de Dios. Ya que será asumiendo la diversidad intrínseca que cada quien lleva, y que ofrece como su mayor riqueza, y por tanto su discurso humano, es que se puede construir de modo compartido el espacio de encuentro dialógico que por la misma fuerza e impulso que lo mueve no es otra cosa que dejarnos enlazar en la voluntad del Espíritu Santo que es amor.

Pensar la Reforma desde la comunicación también es ponernos en ése contexto y con los recursos y medios propios del Renacimiento. Posiblemente la mejor coincidencia u oportunidad para proyectar otra forma de acercar la palabra y hacerla masiva fue que Lutero y Gutenberg eran contemporáneos, y así la voluntad de predica de uno se juntaba con la capacidad de la imprenta descubierta por el otro, que si bien requería de públicos alfabetos también combinó en una suerte de prehistórico discurso transmedia, y que hoy viene tan en boga, distintas fuentes de mensaje favoreciendo la comprensión de los públicos analfabetas con la ilustración e imagen donde los textos escritos eran notablemente más escasos.

La medularidad de este hecho altamente comunicativo, el de la Reforma, nos vuelve al punto de partida en el que se asume a Dios como la voluntad primera del diálogo y a Cristo como el mensaje sentido de su plan de liberación. Y siendo así, para los comunicadores y comunicadoras y para todos aquellos que hacen de la palabra también su camino para el encuentro con la realidad y las realidades de los Otros, el intento de creer en su fuerza transformadora y edificadora en condiciones de pluralismo, participación e igualdad dignificante son la fuerza que debe estar perenne en este y en tiempos futuros.

Se me ha invitado dirigirme a ustedes presentando un panorama o balance de la comunicación para el cambio social en América Latina y me aproximaré a esta tarea no desde un recuento pormenorizado de experiencias, tarea que por su magnitud no se podría alcanzar. Esa empresa sería tanto, inmanejable temporalmente como por la exhaustividad que correspondería, así que mi abordaje será más bien desde un ejercicio y reto: el de reponer principios y asumir sentidos ineludibles así como constantes a todo tiempo para asumir que la comunicación tanto en sus dinámicas humanas como las del aprovechamiento de los recursos tecnológicos de la difusión masiva que se pueden poner a su servicio están intrínsecamente ligadas a la construcción de lo común. Hacer común, es construir un mundo, un entorno, un contexto o realidad donde a partir de una inconformidad profética se pueda denunciar las desigualdades y condiciones de injusticia que están presentes y así desde un camino de esperanza se convoca a creer y trabajar por un efectivo cambio. Cambio social, desde una postura de compromiso con el mundo de hecho es toda aspiración de justicia, equidad, derechos y dignidad para todos aquellos y aquellas a los que justamente se les niegan social e históricamente.

América Latina ha sido y es campo fértil para la presencia diversa de la palabra. Este hecho también es connatural a sus raíces culturales que precedieron no sólo a la efectiva presencia de conquistadores europeos sino a la imposición de lógicas ajenas para el ver y el comunicar.  El sujeto indoamericano no sólo desarrolló y tenía sus propios recursos de expresión comunicativa, además de ejercitar dimensiones completamente diferentes a las lógicas lineales de la comunicación traídas de fuera. El diálogo mismo era una concepción integral, ya que implicaba el poder entrar en contacto con una totalidad en varias dimensiones: la terrenal, la supra terrenal o sagrada, con la naturaleza y sus seres animados como inanimados, y hasta la posibilidad de entrar en contacto con el pasado y las generaciones que ya transcurrieron, o con el mismo futuro con las generaciones que estarían por venir.

La variedad de recursos propios de la expresión de nuestras sociedades pre coloniales no sólo recorrieron lo oral como su gran fortaleza, sino que introdujeron sus propias formas de escritura sujetas a soportes cerámicos, trenzado y anudado de hilos de colores, sino también a superficies de pieles o tejidos. Es más la misma arquitectura y las edificaciones monumentales de las que dan hasta hoy cuenta culturas presentes tanto en Mesoamérica como en la zona andina se constituyen también en formas de expresión fuera de los cánones del texto de base occidental. A eso se suma la riqueza del diálogo con el mundo al que las culturas tradicionales le dedican y envían mensajes vía canciones, cantos, estallidos o construcción de figuras. Y también se preserva la transmisión del conocimiento venido de generaciones en generaciones a través de los cuentos y mitos que se pasan de boca en boca.

Sería incompleto asumir la comprensión de lo comunicativo en América Latina si se desconoce que la palabra ya estaba presente en estas tierras y que ella circulaba de modo creativo, vital y deseablemente en libertad. Por tanto, la posibilidad de cambio social ya estaba también presente pues no otro fin buscaba, por ejemplo, el uso de manifestaciones como el humo, el uso de cuernos o caracolas para producir un cambio de beneficio colectivo, ahuyentar una tempestad, la helada o el granizo o en su caso solicitar que llueva.

Esta historia que es larga y compleja a su vez, está todavía abierta para rescatarse y comprenderse y desde los ojos de sus herederos, es nuestra tarea pendiente ya que estas manifestaciones presentes en cada una de sus regiones, culturas y pueblos nos muestran que nuestros mayores y desde muchísimo tiempo atrás han jugado la posibilidad del hacer común, el compartir, el hacer saber su presencia, acercar el saber, y expresar sus sentimientos a sus generaciones de entonces y en parte hasta las de ahora. Y para que todo esto hubiera sucedido ha tenido que estar fluyendo la voluntad transformadora o de cambio venida de la comunicación de Dios con la presencia del Espíritu Santo.

Haciendo un dramático salto a los siglos más recientes, podemos encontrar que la noción de cambio social desde la comunicación en su origen teórico adoptó a empuje de modelos occidentalizantes la meta de la transformación colectiva dirigida a modernizar los estilos de vida de sociedades calificadas como tradicionales o atrasadas. Entonces ahí América Latina, Asia y África eran los blancos para la expansión desarrollista fundada en la razón del progreso económico. Cambio social fue también el espíritu de políticas de desarrollo inducido o sea digitado dando lugar a por lo menos dos periodos de la llamada comunicación para el desarrollo. Luis Ramiro Beltrán, comunicador boliviano, estableció que la aplicación en América Latina de modelos de comunicación vinculados al desarrollo y que dieron inicio teórico a este campo fueron: primero, la llamada “comunicación de apoyo al desarrollo”, seguida por una “comunicación de desarrollo”. La primera introducida desde fines de los cincuenta e inicios de los sesenta a influencia directa del modelo de transición de las sociedades tradicionales a sociedades modernas propuesto por el norteamericano Daniel Lerner. El énfasis para el cambio social fue puesto en la difusión y adopción de innovaciones, la transferencia tecnológica y la preparación del sujeto para que despegue de su presunto atraso de aspiraciones y modo de ser para constituirlo en un sujeto empático a la modernización. La influencia de este enfoque se expandió en distintas regiones con la presencia de los centros de extensión agrícola desde los que se pensaba atender sobre todo al grueso de la población constituida por campesinos los que eran vistos como responsables del rezago o atrasos nacionales. Este enfoque se trasladó hasta fines de los sesenta y de ahí se introdujo el modelo de la comunicación de desarrollo en donde la agenda del cambio estaba dada por agencias y organismos sea estatales o no gubernamentales los que señalaban el horizonte de la transformación. Este enfoque se introdujo con fuerza en nuestro continente en los años setenta. Se hablaba de comunicación, se proponía cambio social con uso de la comunicación, pero no se pensaba en la práctica de la comunicación, o sea de escuchar necesidades y sentir realidades concretas. Las poblaciones eran consideradas no sólo atrasadas sino los pobladores eran ignorantes y sin ninguna capacidad de pensar en sus necesidades y sobre sus condiciones reales se les señalaba qué debían hacer a favor de agendas que no eran suyas. De ahí, a fines de los setenta e inicios de los ochenta se da otro momento de vinculación entre la comunicación y el desarrollo social, y este según Beltrán es el momento de la comunicación alternativa para el desarrollo democrático. De esta última vertiente provenimos una mayoría de comunicadores y comunicadoras que se han nutrido de teorías y de experiencias prácticas de la comunicación popular, alternativa, horizontal entre otros nombres. Y la fuerza para las convicciones de entonces estaba puesta en dar respuesta directa al tipo de regímenes de gobierno que de corte dictatorial estaban presentes en gran parte de la región. Se alimentaron bajo este enfoque también de cambio social ideales de democratización de la comunicación, la recuperación de modelos de diálogo y encuentro desde la práctica de una comunicación horizontal, y en esa dirección también enriquecieron los documentos de la doctrina social de la Iglesia Católica Latinoamericana que infundieron una fuerza humanista renovadora.

Bajo este tipo de dinámica es que se enmarca la WACC, con su rasgo central hasta hoy, pensar que la comunicación como tal es un derecho y siendo así son cualidades esenciales para este derecho la igual circulación de contenidos, la no concentración de las voces en pocas manos, el potenciamiento de las capacidades propias de expresión, la inclusión de actores sociales desfavorecidos estructuralmente del uso de medios y la producción de sus propios contenidos además de asumir la comunicación con un sentido de cambio social desde principios de justicia social y fundados en su base cristiana.

Hay bastante distancia entre los años ochenta y los de la concepción de una comunicación alternativa para el desarrollo democrático. Y a raíz de la necesidad de recuperar el sentido y fuerza movilizadora que lleva la comunicación se abre desde fines de los años noventa (1997) el modelo hasta hoy más vigente llamado de la comunicación para el cambio social. Este enfoque y práctica bastante difundido en América Latina primero se separa del término desarrollo, porque lo pone también en cuestionamiento y más bien aspira a dialogar como modelos alternativos de convivencia social donde se recuperan ejes como la alternatividad, la participación democrática, el diálogo y la horizontalidad, la diversidad y les agrega la vigencia de los derechos humanos y la construcción de ciudadanía. Para Alfonso Gumucio Dagron, comunicador boliviano,  la Comunicación para el Cambio Social nace como respuesta a la indiferencia y al olvido, rescatando lo más valioso del pensamiento humanista que enriquece la teoría de la comunicación: la propuesta dialógica, la suma de experiencias participativas y la voluntad de incidir en todos los niveles de la sociedad, incluso afectando la toma de decisiones desde los interese colectivos, así estos elementos  hacen de esta propuesta un desafío. 

Las prácticas y construcción de sueños desde la palabra continúan, la constante se mantiene y las señales de agotamiento y cansancio en algunos frentes también se hacen visibles, las condiciones de composición política en algunos de nuestros pueblos desalientan la tarea de profundización democrática, y hasta por momentos nuestros propios compromisos se alternan con la búsqueda de otras metas a través de la comunicación. Pero habrá la necesidad de una comunicación que aspire a un cambio social, hoy y más adelante, cuando persistan y se multipliquen los silencios de la invisibilidad, de la conformidad ante las injusticias, se desprecie la diversidad y capacidades humanas, o prevalezcan sentidos unilaterales y no dialógicos en los medios y mensajes, cuando dejemos de pensar que la comunicación siendo un derecho hace que nos preparemos para un consumo crítico a los medios, podamos exigir contenidos de mayor calidad porque los titulares de un derecho a la comunicación no son los medios ni sus propietarios sino la sociedad y sus ciudadanos, o cuando las políticas nacionales reduzcan nuestras posibilidades de acceso a los medios o nos impidan el acceso a la información útil, o se nos prive la posibilidad de expresar nuestro pensar y nuestra fe. Una sociedad que no aspire hoy o en un futuro un modo de vida pluralista, inclusivo y democrático teniendo como eje el hacer común, o sea hacer comunicación para construir comunidad, es aquella que niega la comunicación de la palabra original que parte de la boca de Dios. Nuestra tarea es comunicar esperanza, comunicar fe, y real sentido de encuentro para lo cual debemos alentar nuestro papel misionero de comunicadores y comunicadoras.

Una palabra e inspiración poética final tomada de un texto de otro valioso comunicador nuestro, el paraguayo, Juan Díaz Bordenave, y como forma de inspiración y aliento a cada uno y una de ustedes:

PEDIDO

Que no se te muera la ternura. Que no se te canse la mirada. Que no se te agote la paciencia. Que no se te quiebre la firmeza. Que no se te esconda la palabra.

 

Muchas gracias. 

Comunicación y Cambio Social: Más allá de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Octubre 23 - 25, 2017

San José, Costa Rica

Panorama de la Comunicación para el Cambio Social en América Latina

Por: 

 

José Luis Aguirre Alvis, Presidente Regional de la WACC en América Latina – Vice Presidente Mundial WACC