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Columnista Invitado/a | Doctor José Serulle Ramia/economista y diplomático

Los procesos electorales forman parte del sistema de democracia representativa que prima en la República Dominicana. Son eventos que se producen cada cuatro años, y el pueblo dominicano, a través de los partidos políticos y otras formas organizativas, expresa su voluntad, en espera de que las autoridades electas, nacionales o locales, representen a toda la población, con miras a elevar su dignidad y su bienestar.

En este 2020, se producirán, por separado, elecciones municipales, de un lado, el domingo 16 de febrero, y presidenciales y congresuales, por el otro lado, el domingo 17 de mayo.

Ambas contiendas son importantes para el destino inmediato de la nación dominicana y para seguir trillando un futuro de esperanza cierta.

Las elecciones municipales son de extraordinaria importancia para las localidades y comunidades dominicanas. Miles serán electos, entre alcaldes, regidores, vocales y directores de distritos municipales. De las personas electas dependerá el buen desenvolvimiento, en su gestión y en sus realizaciones, de los ayuntamientos, a los que el fundador de la Patria, Juan Pablo Duarte, llamó el primer poder del Estado.

Los ayuntamientos y sus autoridades, íntimamente relacionados a las comunidades, respetuosos de los presupuestos participativos y de los compromisos contraídos con la comunidad, están llamados a fortalecer la vida municipal y, en estrecha relación con el Gobierno Central y la cooperación internacional, sembrar de obras y acciones productivas y duraderas a la demarcación que representan.

Las elecciones nacionales, presidenciales y congresuales, están llamadas a elegir a quienes, con responsabilidad y amor patrio, habrán de continuar el proceso de institucionalización y de progreso material y cultural que viene conociendo, de forma ininterrumpida, la República Dominicana. De igual forma, las personas electas habrán de proseguir los esfuerzos en la articulación de voluntades y capacidades para dar saltos cualitativos y cuantitativos en la construcción de un país cada vez más avanzado, es decir, más acorde a los nuevos tiempos en sus infraestructuras colectivas y en sus sectores de producción y distribución. Y, por supuesto, más justo en términos de la distribución de las riquezas socialmente producidas. 

Asimismo, tendrán como misión seguir consolidando, día a día, en el plano internacional, la identidad nacional del pueblo dominicano, promoviendo sin fronteras sus expresiones culturales y los bienes exportables del país, adquiriendo las mejores condiciones en su financiamiento y cooperación exteriores, y ampliando su apoyo incondicional a la diáspora. Como también habrá de continuar mostrando su solidaridad a las causas justas de los pueblos del mundo.  Esto, en procura siempre de que prevalezcan la buena gobernanza, la autodeterminación y la paz a escala mundial, garantía del progreso humano, de la preservación de los dones de la naturaleza y de la diversidad cultural.

Estamos seguros de que tanto las autoridades locales como las nacionales electas continuarán tomando en alta consideración la diplomacia especializada impulsada con tanto ahínco por el Ministerio de Relaciones Exteriores, ésa que une alcaldías y proyectos de localidades, así como el proceso de integración que, a nuestro entender, deben edificar las naciones y territorios del Caribe.