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En voz alta | Padre Antonio LLuberes, sj. Historiador

No hay como él en América. Santo Domingo no era La Habana de Martí ni el Caracas de Bolívar. Ciudades ricas, abiertas al contacto exterior, confrontadas por las ideas revolucionarias de la época. En la calles de la ciudad se chapoteaba fango y boñiga de caballo.

Trascendió esas limitaciones y supo ser dominicano sin menospreciar a los haitianos, ser republicano sin dejar de ser católico, ser católico sin supeditarse a España y ser democrático. Menospreciado por muchos dominicanos mantuvo su identidad y ya en sus años nos conservó la frase“… si he vuelto a mi Patria después de tantos años de ausencia ha sido para vivirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos…”