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Opinión | TAHIRA VARGAS GARCÍA

El perfil de la población adolescente y joven presente en nuestra educación media, en los contextos rural y urbano-marginal de nuestro país es muy diverso. Varía según el territorio, las provincias, municipios, comunidades y entornos. Esta diversidad en la población adolescente y joven en sus condiciones socio-económicas, territoriales y culturales no ha sido suficientemente analizada y visibilizada en el sistema educativo desde sus diferencias territoriales, socio-económicas y socio-culturales.

 

Encontramos a muchos docentes y directores/as de centros y distritos que desconocen la realidad socio-económica y cultural de la población presente en las aulas, el proceso educativo cotidiano tiende a estar desconectado de las aspiraciones, necesidades y realidades de la población estudiantil.

La cultura juvenil y adolescente y joven es cambiante y presenta componentes muy distintos, como son:

- Combinación trabajo informal y/o formal y vida escolar.

- Vestimenta y uso de accesorios (aretes, collares, tatuajes, pañuelos) en sus diferentes tendencias según estilos e identidades colectivo-juveniles.

- Cortes de pelo y peinados y su relación con la pertenencia a un patrón identitario desde la cultura juvenil.

- Opciones sexuales diversas. Adolescentes y jóvenes con opciones sexuales distintas, homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales.

- Tipologías de patrones y prácticas sexuales distintas.

- Maternidad y paternidad adolescentes.

- Diversos estados conyugales, estudiantes casados/as o unidos/as.

- Manifestaciones musicales desde la formación de grupos musicales en sus distintas expresiones y géneros.

- Pertenencia a grupos y bandas juveniles de diferentes denominaciones.

- Consumo de juca y alcohol.

- Redes sociales e internet.

- Pertenencia a grupos y prácticas mágico-religiosas diversas.

- Elaboración de artesanías, tejidos y confecciones.

Todos estos componentes tienden a ser reprimidos, sancionados y excluidos del quehacer educativo, lo que genera una confrontación y conflicto permanente entre docentes, directivos/as de centros y estudiantes.

La lógica debe ser inversa. El sistema educativo debe reconocer los componentes de la realidad de la población adolescente y joven para integrarla al proceso educativo.

La posibilidad de que los currículos de educación media estén contextualizados y abiertos a la retroalimentación desde la participación de la población sujeto del aprendizaje facilita que la educación media sea realmente de calidad.