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Opinión | Profesora Rosario Espinal/analista social

En las últimas semanas, el país vio en despliegue de prensa el proyecto La Nueva Barquita. Una inmensa construcción de 1,782 apartamentos que serán ocupados por las personas que habitan La Barquita, lugar conocido por las inundaciones, el hacinamiento y la pobreza.

El proyecto habitacional fue diseñado para ofrecer todos los servicios básicos a la comunidad: escuela, clínica, tratamiento de agua, electricidad, iglesias, calles asfaltadas, anfiteatro, parques de juegos infantiles, etc.

Para los habitantes de La Barquita, vivir ahí es un lujo. Dejan atrás las inundaciones, el lodo, las velas, las latas de agua y las letrinas. Para los dominicanos que pagan los impuestos con los que se hacen estas obras públicas, el proyecto es una gran obra social.

En la realización se aunaron esfuerzos del gobierno, el sector privado y los moradores de La Barquita, tal cual procedía, y eso ha garantizado un buen comienzo.

Para la comunidad, pasar de la miseria extrema a La Nueva Barquita ofrece oportunidades de desarrollo y presenta también importantes desafíos.

La educación y la vivienda son dos factores claves en la movilidad social. Ahí se ofrece la vivienda y ojalá la educación vaya de la mano. Sólo el tiempo dirá si vivir en un buen proyecto habitacional ayudará esta comunidad a progresar.

Para poder evaluar posteriormente el impacto social de La Nueva Barquita, ayudaría realizar una encuesta ahora midiendo los niveles educativos y las ocupaciones en cada unidad familiar; y luego, dentro de cinco o diez años, realizar otra encuesta para comparar. Y si no hacen encuestas, la simple observación dirá.

¿Sabrán los moradores cuidar este proyecto y desarrollarse en él? ¿Mantendrá el gobierno un apoyo constante de servicios sociales esenciales? O, por el contrario, ¿se convertirá La Nueva Barquita en un arrabal más?

Enfrentar la pobreza con sus causas y consecuencias es difícil. Pongo aquí sólo dos ejemplos: el embarazo de adolescentes y la calidad del empleo.

Si las jóvenes en La Nueva Barquita reproducen el patrón generalizado en este país entre los pobres de embarazarse a temprana edad, entonces, las nuevas viviendas tendrán un efecto limitado en mejorar las condiciones de vida de la gente. Una joven embarazada es un boleto seguro a más pobreza para ella y su familia. Para evitarlo, se necesitará un buen programa de prevención de embarazos de adolescentes. ¿Está contemplado?

Sobre la calidad del empleo, entrenar los pobladores de La Barquita en nuevos oficios es fundamental. Hay instituciones como el INFOTEP que pueden realizar un trabajo importantísimo en preparar esa población para su inserción laboral.

La preservación o el deterioro de la infraestructura en un proyecto habitacional es el indicador más evidente del éxito o fracaso del mismo. Si en cinco o diez años La Nueva Barquita se ha convertido en un arrabal, con la población deambulando en las calles, y la zona infectada de drogas, entonces la sociedad dominicana no habrá hecho una buena inversión.

En República Dominicana hay muchas necesidades sociales que atender. La Nueva Barquita es un ejemplo del tipo de inversión pública que debe hacerse para ayudar muchos pobres a salir de la pobreza.

Pero ojo: hay que cuidar con esmero esos proyectos porque la clase media dominicana es pequeña para subsidiar muchas inversiones de esta naturaleza. La Nueva Barquita no puede ser simplemente un nuevo techo, tiene que convertirse en un escalón de movilidad social, en generadora de clase media.

Lograrlo es difícil, requiere de mucho esfuerzo gubernamental, comunitario y personal. Es la única manera de que el país avance y obtenga buenos frutos de las inversiones públicas.