Contáctenos Quiénes somos
Cultura y sociedad | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Esta reflexión es un intento para explicar algunos aspectos sobre una condición de individuos o grupos frente a la vida, que conocemos como “espiritualidad”.

Espiritualidad es una tendencia personal o grupal, una inclinación, una disposición o instinto natural, que tienen y practican individuos o cofradías de una característica o forma de ser, vivir y proyectarse. No es necesario que sea de origen religioso: pues, hay casos de personas no religiosas, que asumen esta condición contemplativa; sin embargo, aquí se tratará de exponer esta tendencia desde la reflexión cristiana y las fuentes que emanan experiencias, relatos, incidencias, enseñanzas a partir de ejemplos en la Santa Biblia y en la vida cotidiana.

La espiritualidad común puede florecer en una persona que vive debidamente o que busca normalizarse por estar deprimido, extenuado físicamente, turbado mentalmente, ofuscado psicológicamente o con sentimiento de culpabilidad por haber pecado y quiere y aspira renovación; puede surgir espontáneamente cuando se necesita una profunda transformación espiritual a fin de salir airoso de esa despreciable condición para lograr estar en unidad con Dios, en comunión fraternal con el prójimo;  y  así, apreciar que está realmente saludable y conforme con su propio estado anímico.

Los pasos para dar para la renovación de la vida de la condición en que está sometido un alma, comienzan con el encuentro de sí mismo y del reconocimiento de su “yo”, para abrigarlo de humildad y de las virtuosas condiciones de fe, esperanza y amor. En las Santas Escrituras hay un sin número de afirmaciones que avalan la fe y expresan esperanza al creyente que bien se pueden seguir; entre esas aserciones, se citan las siguientes:

“El Señor es bueno; es un refugio en horas de angustias: protege a los que en él confían”. (Nahúm 1: 7),

Jesús dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas y yo les haré descansar” (Mateo 11: 28).

La jornada espiritual del que busca ordenamiento de su estado, debe ser continuada, fortalecida, consolidada y consagrada con arraigada permanencia.

Se inicia la presunción sobre espiritualidad de la Santa Biblia; pues, allí hay trazos de vida en algunas destacadas figuras; hay rasgos de esta condición humana, sea como interpretación alegórica o por exégesis.

El Salterio es la fuente más común de ejemplos de espiritualidad personal y grupal. De forma poética o en expresiones de exaltación literaria, hay ejemplos que dan firmeza de esto; hay, además numerables modelos en distintas partes de la Biblia y otras fuentes de literaturas y tradiciones históricas.

Hay diferentes aspectos de la correlación de Dios con los seres humanos y se especifica la espiritualidad que desprende de esta intimidad; así lo vemos de manera particular en las siguientes citas:

Salmo 1, 1-2 “Bienaventurado el que no anduvo en consejo de malos… Sino que en la ley del Señor esta su delicia, y en su ley medita de día y de noche”;

Salmo 16: 8-9: “Al Señor he puesto siempre delante de mí… Por tanto, se alegra mi corazón, y se goza mi espíritu”.

Salmo 23: 1 y 6: “El Señor es mi pastor… Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”.

Salmo 42:2: “Mi alma tiene sed de Dios.”,   

Salmo 46: 1-2: “Dios es nuestro refugio y fortaleza. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra es removida”.

Salmo 51: 11: “Crea en mí, oh, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu firme dentro de mí”.

Salmo 91: “El que habita al abrigo del Altísimo, mora bajo la sombra del Omnipotente”.

Salmo 125: “Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que no será movido, sino que permanece para siempre”.

Qué, cuándo y cómo se manifiesta la espiritualidad.

La circunstancia de espiritualidad no se estudia en seminarios o en instituciones de preparación teológica; sin embargo, se estimula y se refuerza leyendo textos sagrados, escudriñando fuentes sacras o calcando influencias ejemplares; pues, esto ayuda a robustecer el estado inherente y propio de quien convive esta particular característica espiritual.

La vivencia de la espiritualidad no tiene adversidades, porque es una forma de ser, pensar, actuar, relacionar de una modalidad sui generis. No tiene aspectos en contraposición a cuestiones materiales; más bien, es un contexto de la sensibilidad que se enfoca a una actitud espontánea y coherente de la vida con el atributo nato de simpleza, pureza, indulgencia y las virtudes más excelentes.

La condición de espiritualidad es una dimensión, un designio connatural llevado a cabo que se centra en una tendencia o fortaleza de una capacidad de moralidad religiosa o de sensibilidad humana. De todos modos, tiene como punto de referencia el concepto que se tiene de la propiedad natural de Dios o de un ser superior. No es propiedad de una clase particular, es un don otorgado por una gracia y fuerza extraordinaria.