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La emergencia sanitaria mundial sumada a los cierres fronterizos ha incrementado los numerosos riesgos que corren las personas que han salido de su país en busca de seguridad o un trabajo para subsistir. El COVID-19 es una amenaza adicional para los migrantes, que no tienen acceso a los servicios de salud.  

La irrupción de la pandemia del coronavirus y los cierres fronterizos no han hecho más que aumentar los riesgos que sufren los migrantes durante sus travesías en un contexto en el que el apoyo humanitario y el rescate son cada vez menos accesibles, informó este viernes la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Según los datos que ofrece su Proyecto de Migrantes Desaparecidos, durante el primer semestre del año muchos migrantes quedaron varados debido a los cierres de fronteras y no pueden llegar a un lugar seguro, además de carecer acceso a los servicios de salud.

La dificultad de ejercer las medidas de distanciamiento social en los países de tránsito y de destino también implica que las personas que trataron de emigrar de manera irregular en ese período corran un mayor riesgo de contraer el virus.

En paralelo, la OIM destacó que en el transcurso de la pandemia cada vez es más difícil recabar datos sobre muertes y desapariciones. Por eso, aclara que la cifra recolectada de 1200 personas no incluye lo que estima son muchas más muertes de trabajadores migrantes relacionadas con los casos de COVID-19 debidos a las restricciones de movilidad y los cierres.

El director del Centro de Análisis de Datos sobre la Migración Mundial de la OIM, Frank Laczko, destacó que la falta de atención a los temas relacionados con las migraciones indica que el número de fallecimientos es seguramente mucho más grande. 

"El hecho de que estas cifras no incluyan las muertes de trabajadores extranjeros debidas al COVID-19 -que pocos países publican actualmente- dificulta saber las verdaderas repercusiones de la pandemia en los migrantes", dijo.

Añadió que la OIM y otros agentes humanitarios solo pueden abordar eficazmente estos desafíos con datos completos recopilados por los Estados.

Situación en Estados Unidos

El pasado 5 de julio, una Patrulla Fronteriza de Estados Unidos encontró a una mujer no identificada cerca de la ciudad de La Grulla, en el estado de Texas, cerca de la frontera con México. Los agentes condujeron a la víctima a un hospital cercano donde dio positivo en la prueba de COVID-19, unas horas después la migrante murió.

El deceso de esta mujer es el único registrado en los datos de la OIM como un caso positivo de coronavirus.

Sin embargo, los medios de comunicación cifran en 1400 el número de migrantes muertos en Estados Unidos a causa del COVID-19. Esas personas eran originarias delos países de América Central, principalmente. Tres de ellas murieron en centros de detención y, al 13 de julio, 1175 detenidos eran portadores del virus.

Al mismo tiempo se confirmaron los casos positivos de al menos 45 empleados federales en los centros de detención y se notificaron otros 930 casos entre los contratistas privados que administran los centros de detención de Estados Unidos.

 

Los naufragios en las rutas hacia Europa

Un obstáculo adicional en la recopilación de datos de la OIM son los llamados "naufragios invisibles" definidos como “embarcaciones dadas por desaparecidas en ruta hacia Europa de las que no se pueden encontrar pruebas fehacientes.

En el Mediterráneo -donde la OIM ha documentado más de 20.000 muertes desde que se inició el rastreo en 2014- la falta de tareas estatales de búsqueda y rescate supone una mayor pérdida de migrantes que desaparecen en alta mar sin dejar rastro.

La OIM estima que en 2020, más de 800 personas se perdieron en el mar en esos naufragios invisibles.

En Asia, cientos de migrantes rohinyá han quedado varados en el mar ya que los Estados, que temen el contagio por la COVID-19 de los migrantes, no les permiten desembarcar.

Pese a la dificultad de contabilizar el número de fallecidos en los barcos, se cree que el pasado mes de abril murieron unas 70 personas tras la negativa durante meses a dejar desembarcar a los pasajeros de un navío. Durante la crisis del Golfo de Bengala de 2015, en la que se vieron envueltas embarcaciones rohinyá varadas de manera similar, la OIM documentó más de 500 muertes en el mar.