Traer un bebé al mundo es, sin duda, una de las obras más grandes y maravillosas que nuestro Señor nos ha otorgado.

Ser escogida para procrear una vida, llevarla en el vientre, verla nacer y cuidar de ella mientras se convierte en un ser único, con identidad y personalidad propia, es un privilegio que trasciende lo humano. Es una muestra del amor divino que fluye a través de las madres hacia sus hijos.

Sostener a un bebé en los brazos, alimentarlo, calmarlo y otorgarle la seguridad que solo el amor maternal puede brindar, llena el alma y transforma a la mujer en una fuente de fuerza y ternura. La maternidad revela la capacidad infinita de sacrificio y amor que habita en el corazón de una madre.

Sin embargo, este vínculo profundo y el apego natural que se desarrolla entre madre e hijo enfrentan desafíos cuando llega el momento de regresar a las responsabilidades laborales. Delegar el cuidado de un bebé tan pequeño y vulnerable a terceros puede generar un dolor indescriptible, marcado por la culpa y la preocupación. Esta separación forzada interrumpe la conexión íntima que se forma en los primeros meses de vida, un periodo esencial para el desarrollo emocional y físico del bebé.

 Es por eso que en nuestro país, la República Dominicana, se hace urgente legislar para extender el periodo de postparto de las madres. También sería ideal promover el teletrabajo como una opción viable para que las mujeres puedan cumplir con sus obligaciones laborales sin sacrificar su presencia en los primeros años de vida de sus hijos, y a la vez, pueda desarrollar su potencial profesional. 

Estas medidas no solo beneficiarían a las madres, sino también a las futuras generaciones, garantizando un entorno más seguro, amoroso y saludable para los pequeños. Que este tema se convierta en prioridad y que la maternidad reciba el respeto y apoyo que merece en nuestra sociedad.

Porque ser madre es más que un rol; es una bendición divina que merece ser valorada y protegida.