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Opinión | Doctor Nelson Figueroa Rodríguez/abogado y consultor internacional

En los últimos años de mi existencia, gran parte de mi tiempo ha sido internado con carácter de urgencia en los distintos centros de salud de nuestro país, ya sean los mismos de carácter privado, publico, de atención primaria, especializados o de alta tecnología; donde he desempeñado el rol de acompañante y también de paciente.

En este trajinar he vivido y conocido el proceso de agendar una cita para una consulta que se prolonga en el tiempo junto a tu dolencia, he sentido el ayuno de las madrugadas para los estudios o las analíticas, he padecido el holocausto del largo silencio del sonido de la sirena de una ambulancia cuando no asiste al llamado de una emergencia, y tener que tomar al enfermo a cuesta,  hasta llegar  a un centro  de salud por motus propio a esperar en una sala de urgencia,  y ahí , escuchar el eco que retumba en mi existencia de la palabra paciencia.

Por largos años he pululado por las calles y me he embolsillado en mi chaqueta la vergüenza, lo que me ha permitido agonizar por los caminos en procura de  donantes  de  plaquetas , he sentido  la palmada de la palabra internamiento y al compas de lingotes de influencias,  he podido conseguir salas y apresurar  procedimientos antes que madruguen las afecciones, he sentido el vacío del silencio en un pasillo de cuidados intensivos, que desvela la madrugada con el sonido del  entubamiento, y he caminado por el infimito e inagotable  pasillo de una morgue,  para ocuparme de la  horripilante tarea de despedir a mi doliente,  y es en este  trajinar, he comprendido el tránsito en el sistemas de salud, que nos ha convertido de pacientes,  en clientes.

Un sistema que nos está canalizando e inyectando a través de las venas de los comerciantes la  deshumanización  y la indolencia,  donde  al compás del catéter  nos infunden la palabra proveedor, que rápido y velozmente corre y se interna en el torrente sanguíneo del  sistema sanitario, el cual envía a los pacientes a sala, pero sin posibilidad de recuperación, asignándonos el rol de suplidores, proveedores y financiadores del sistema, ya que nos corresponde  a los asegurados o no, pagar en efectivo las diferencias o copago a los médicos al margen de la ley, gestionar autorizaciones, velar porque los centros de salud nos brinden buenas atenciones y nos pongas los insumos y medicamentos que pagamos, al margen de movilizar cadenas de familiares y amigos para procurar una pinta de sangre para una cirugía, o un simple parto.

Estamos siendo saqueado por un sistema que nos determina cuantas veces podemos enfermarnos y de cuales enfermedades debemos padecer para poder ser cubierto , nos están  indicando cual es costo  o limite que podemos gastar en una enfermedad catastrófica , nos determinan los componentes que deben tener los medicamentos para que sean cubiertos por las  farmacias, del irrisorio monto que nos establecen, que solo nos sirve para cubrir curitas, mentol,  y aspirinas , al margen de que estamos al libre albedrio de los médicos y los centros de salud  en lo relativo a las coberturas o no de nuestro seguro,  pues son ellos los que deciden su aceptación.

Y hacemos referencia a aquellos privilegiados que en teoría poseen un seguro de salud, porque en el sector público, donde yacen los almacenes de enfermos y las enfermedades se acobardan y se doblegan en ese calvario de dolor y sufrimiento, no podemos hablar de cliente y pacientes, allí hay otra categoría de tratamiento, pues los pobres que son los que reclaman este servicio son vistos como mendigos que claman por asistencia.

Tenemos que tener claro que ya no acudimos ante un galeno por una afección o dolencia en procura de salud  en condición de pacientes , asistimos como clientes  a un contrato  comercial, donde nosotros somos los  solicitantes de  los  prestadores de servicios de un centro o profesional de la salud, por lo cuales nos comprometemos a pagar determinados emolumentos, con la gravedad que tenemos el desamparo del Estado que se hace cómplice de esta relación de comercio, solo que en  este contrato hay una característica muy peculiar , el objeto del mismo y las garantías son  nuestras vidas.