Contáctenos Quiénes somos
Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

En República Dominicana, más del 39 % de los hogares están encabezados por mujeres. Esta cifra no es solo un dato frío: representa a miles de madres que, cada día, sostienen con su esfuerzo, cuidado y sacrificio la estructura emocional, económica y social de sus familias, muchas veces sin redes de apoyo y en un contexto cargado de estigmas.

Estas mujeres, lejos de ser una excepción, son una realidad cotidiana en calles, campos y barrios. Sin embargo, el imaginario colectivo sigue viéndolas como incompletas, vulnerables o sospechosas, simplemente por no tener un hombre a su lado, destacando que, en muchos casos, tal como el derecho les asiste, muchas de estas mujeres son madres solteras por decisión propia, por que así lo han asumido de manera personal.

 ¿Qué significa ser cabeza de hogar en un país con estructuras machistas?

 Para muchas mujeres dominicanas, criar solas no es una elección romántica. Es, en muchos casos, el resultado de abandono, de irresponsabilidad masculina o de decisiones valientes tomadas para protegerse a sí mismas y a sus hijos. Sin embargo, lejos de recibir respaldo, se enfrentan a un entorno que:

 La culpa por la ausencia del padre, pero no lo responsabiliza.

  • Les niega oportunidades laborales por tener hijos a su cargo.
  • Las hace blanco de acoso, chantaje o presión por parte de hombres que, al verlas solas, asumen que están disponibles o desesperadas, tratadas como inferiores y su valor puesto en dudas.
  • Las considera “menos estables” o “menos confiables” para créditos, alquileres o decisiones comunitarias.

  

  Para la sociedad para ser que la vida de una madre soltera o cabeza de hogar sea por necesidad o por decisión, no posee vida organizada, pero la realidad es otra.

    Las cifras detrás del estigma

 Según la encuesta ENHOGAR-2021, casi 4 de cada 10 hogares en República Dominicana son liderados por mujeres.

  • Por cada 100 hombres pobres en el país, hay 136 mujeres en igual condición.
  • Las mujeres trabajan en promedio 31 horas semanales en tareas de cuidado no remuneradas, además de sus empleos formales o informales.
  • Muchas madres solas están empleadas en sectores de bajo salario, sin seguridad social ni estabilidad, lo que agrava su vulnerabilidad.

 La figura de la “madre soltera” ha sido distorsionada por prejuicios: se la acusa de irresponsable si tiene hijos sin pareja estable, de fracasada si decide criar sus hijos por si sola, fría si se enfoca en su trabajo, de interesada si busca estabilidad económica, de débil si expresa cansancio.

 Pero más allá de los juicios, hay algo más grave:

 La vulnerabilidad de muchas de estas mujeres es aprovechada por hombres que las presionan emocional, sexual o económicamente.

 Muchos hombres utilizan su aparente “protección” como moneda de cambio:

 “Si tú no tienes a nadie, yo te resuelvo…”

“Estás sola, necesitas un hombre que te represente…”

“Si no accedes, nadie más va a ayudarte…”

 Es violencia disfrazada de favor. Es machismo encubierto de salvación.

 Estas mujeres no necesitan que nadie las represente.

Necesitan ser vistas, respetadas y valoradas por lo que ya hacen.

Son jefas de hogar, sí. Pero también son: Educadoras, Emprendedoras, Sobrevivientes, Cuidadoras, Líderes.

 No están pidiendo lástima. Están exigiendo igualdad de oportunidades, protección efectiva contra el acoso, y una sociedad que no las mire como “incompletas” por no tener pareja.

 ¿Qué necesitamos cambiar?

 Políticas públicas con enfoque de género real, que protejan a las mujeres cabeza de hogar con prioridad en programas sociales, vivienda y empleo y para ello, se debe realizar diagnostico que evalué la condición de las afectadas, más allá de los proyectos de escritorio.

  • Educación para desmontar estereotipos en escuelas, medios y comunidades.
  • Más mujeres en espacios de toma de decisiones, porque quienes entienden la carga pueden legislar con empatía.
  • Redes comunitarias de apoyo entre mujeres, vecinas, lideresas, organizaciones.

 Ser madre sola no es sinónimo de fracaso.

Es, muchas veces, el resultado de decisiones profundamente valientes de llevar solas el motor y futuro de la sociedad.

A ellas no hay que representarlas: hay que respetarlas.

A ellas no hay que ponerles trabas: hay que ofrecerles facilidades.

 En un país donde aún se cree que una mujer sola está “incompleta”, urge construir una cultura donde una mujer sola nunca esté desprotegida.