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Opinión |

Albert Parsons, nacido en Alabama, EEUU,  en 1848, fue uno de los ”mártires de Chicago” condenados y ahorcados tras las huelgas y manifestaciones de principios de mayo de 1886 en demanda de la jornada laboral de 8 horas. ( 8 horas para trabajar, 8 para dormir y 8 para la casa - para “vivir” )  Aquel movimiento dio origen a la organización y lucha de los trabajadores en distintas lugares del mundo en el comienzo de la “revolución industrial”.

 

 

 

      Parsons era periodista, defensor de los derechos de los negros y también activista a favor de los derechos de los trabajadores. Trabajó en diferentes medios de prensa. En 1879 fue nombrado candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Socialista de los EEUU pero tuvo que desistir porque no había cumplido todavía los 35 años que fija la Constitución. 

 

 

       El 1º de mayo de 1886 y dias siguientes estuvo en las marchas obreras de Chicago.  Fue ahorcado, acusado de arrojar una bomba contra la policía en Haymarket, durante una concentración obrera. Tenía entonces 39 años. Meses después de su ejecución, se comprobó su inocencia.  

 

Alegato personal de ocho horas 

 

Parsons, como sus otros compañeros condenados, dejó testimonio de su compromiso y su inocencia.

Tuvo una admirable intervención ante el Tribunal que de antemano ya tenía decidida su ejecución. 

 

Su reflexión en el juicio duró ocho horas, dos el día 8 y seis el día 9 de octubre de 1886. Como los jueces se negaron repetidas veces a conceder algún descanso al orador, en varias ocasiones tuvo dificultades a causa del desgaste físico.  “La sala - dicen las crónicas de la época - dio también muestras de su impaciencia, contrariada por la firmeza y elocuencia razonadora de Parsons. Este, aun a costa de su salud, se propuso no dejar en pie ni una sola de las acusaciones del ministerio fiscal y de los testigos, y lo consiguió cumplidamente.” 

 

 Sus palabras perviven a casi 130 años de su ejecución. 

 

 

 Estos son algunos fragmentos de su alegato: 

   "Yo como trabajador he expuesto lo que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos del trabajo. Yo creo que los representantes de los millonarios de Chicago organizados os reclama nuestra inmediata extinción por medio de una muerte ignominiosa. “ 

 

   “Me preguntáis -comenzó diciendo- por qué razones no debe serme aplicada la pena de muerte, o lo que es lo mismo, ¿qué fundamentos hay para concederme una nueva prueba de mi inocencia? “ 

 

   “Yo os contesto y os digo que vuestro veredicto es el veredicto de la pasión, engendrado por la pasión, alimentado por la pasión y realizado, en fin, por la pasión de la ciudad de Chicago. Por este motivo, yo reclamo la suspensión de la sentencia y una nueva prueba inmediata. Esta es tan sólo una de las muchas razones que para ello tengo. ¿Y qué es la pasión?  Es la suspensión de la razón, de los elementos de discernimiento, de reflexión y de justicia necesarios para llegar al conocimiento de la verdad. No podéis negar que vuestra sentencia es el resultado del odio de la prensa burguesa, de los monopolizadores del capital, de los explotadores del trabajo ...” 

 

   “¿Qué es la cuestión social? No es un asunto de sentimiento, no es una cuestión religiosa, no es un problema político; es un hecho económico externo, un hecho evidente e innegable. Tiene, sí, sus aspectos emocionales religiosos y políticos; pero la cuestión es, en su totalidad, una cuestión de pan, de lo que diariamente necesitamos para vivir. Tiene sus bases científicas, y yo voy a exponeros, según los mejores autores, los fundamentos del socialismo. 

 

“La ley y el capital son una misma cosa” 

 

 

   “El capital, capital artificial es el sobrante acumulado del trabajo, es el producto del trabajo. La función del capital se reduce actualmente a apropiarse y confiscar para su uso exclusivo y su beneficio el sobrante del trabajo de los que crean toda la riqueza. El capital es el privilegio de unos cuantos y no puede existir sin una mayoría cuyo modo de vida consiste en vender su trabajo a los capitalistas. El sistema capitalista está amparado por la ley, y de hecho la ley y el capital son una misma cosa.” 

 

  “¿Y qué es el trabajo?  El trabajo es un ejercicio por el cual se paga un precio llamado salario. El que lo ejecuta, el obrero, lo vende, para vivir, a los poseedores del capital. El trabajo es la expresión de la energía y del poder productor. Esta energía y este poder han de venderse a otra persona, y en esa venta consiste el único medio de existencia para el obrero. Lo único que posee y que en realidad produce para sí es el jornal. Las sedas, los palacios, las joyas, son para otros. El sobrante de su trabajo no se le paga; pasa íntegro a los acaparadores del capital. ¡Ese es vuestro sistema capitalista!”

 

 

 

 “La guerra social no termina con nuestro ahorcamiento”

 

 

 “¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? 

 

   ¡Ah no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero.  Quedará el veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa." 

 

A modo de epílogo de este Memorial 

 

   La defensa de Parsons, durante el juicio y en años posteriores, estuvo a cargo de su mujer, Lucy González, nacida esclava en Texas, hija de una mexicana negra y de un mestizo de la nación indígena Creek.  Sindicalista revolucionaria e incansable luchadora de las minorías raciales, Lucy formó parte de quienes consiguieron que finalmente -siete años después de las ejecuciones y condenas - el sistema judicial admitiera que el proceso de Chicago en 1886 fue una farsa y que su esposo y todos los imputados eran inocentes de los cargos que se les formularan. El gobernador del estado de Illinois, John Peter Atlgeld lo calificó como una “burla a la justicia y un verdadero fraude procesal”. Confirmó la inocencia de los ejecutados y dispuso la libertad de los tres sobrevivientes condenados.

 

 

 

 “Más peligrosa que mil manifestantes”

 

 

 

     Lucy González, la viuda de Parsons,  tuvo una larga trayectoria de lucha. El jefe de policía de Chicago la calificó como “más peligrosa que un millar de manifestantes”.  Impulsó huelgas y organizaciones obreras hasta su muerte en 1942. Tenía entonces 89 años. Aún después de su muerte, el gobierno norteamericano siguió considerándola una amenaza:  la policía incautó su biblioteca de más de 1.500 libros con temáticas relacionadas con el movimiento obrero y la anarquía, y todos sus escritos personales. Sus restos, fueron enterrados junto a los de su esposo Albert Parsons en las proximidades del Monumento de Haymarket, en Forest Park, Chicago.

 

 

 

 Sepamos defender lo que tanto ha costado conseguir

 

 

 

    Como apuntaba Rodolfo Walsh es indispensable la memoria para recoger la experiencia de las luchas sociales. Para que no ocurra que cada generación tiene que comenzar desde cero. Hoy, a casi 130 años de aquellas huelgas y marchas obreras, en muchas partes del mundo  - países “desarrollados incluidos” -  se pactan jornadas de más de ocho horas, condiciones precarias, derechos recortados y facilidades para el despido.

     “Las clases dominantes siempre han procurado que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires”. Tengamos memoria y tengamos presentes a quienes dieron su vida por el avance social y no resignemos mansamente derechos y libertades que tanto costaron conseguir a quienes nos precedieron.

Por Carlos Iaquinandi Castro./Envío Serpal