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Opinión | César Pérez

No existe alguno, la más mínima afirmación, indicio o insinuación de algún Estado u organismo internacional que permita afirmar con seriedad que la soberanía del Estado dominicano está en peligro.

Lo que está en peligro es la imagen del país y, con ella, las actividades comerciales y productivas ligadas a la exportación/importación y al turismo, debido a las violaciones de los derechos a dominicanos de origen haitiano, cometidas por las autoridades dominicanas antes y durante el necesario proceso de regulación migratoria.

Esas violaciones, las deportaciones arbitrarias donde han estado involucrados niños y niñas dominicanos por derecho, han sido seriamente documentadas por sectores religiosos y defensores honestos de los derechos humanos, nacionales como extranjeros. Negar los hechos no ayuda en nada a que resolvamos un te ma de extrema importancia para esta nación, el cual debe ser enfrentado con sensatez y responsabilidad por los estados haitiano y dominicano.

Esa circunstancia y el clima de crispación sobre un tema que el Gobierno ha sido incapaz de manejarlo adecuadamente e incluso atizado por sus medios de prensa y sus afines, es lo que determina que algunos estados e instituciones expresen sus preocupaciones y exhorten al gobierno dominicano a que lleve a cabo su proceso migratorio, pero dentro del más estricto respeto a la dignidad y a los derechos humanos. Es precisamente ese manejo inadecuado y a veces irresponsable del gobierno, lo que crea confusión alrededor del proceso de regulación que se lleva a cabo, restándole un más decidido respaldo al mismo.

El tema migratorio quizás sea el más importante tema del mundo actual y sobre el mismo existen muchas incomprensiones, pasión, inconsecuencias y oportunismo, tanto en sectores de derecha como sectores de izquierda. La derecha siempre lo ha utilizado para exacerbar el ultranacionalismo, a veces para mandar a la guerra a los hijos de los pobres, a veces para ganar los votos de esos pobres. En el llamado a la guerra por ese “nacionalismo” han coincido sectores de izquierda… también en búsqueda de ese voto (radicando ahí su sostenida decadencia política, electoral y moral).

Al clima de crispación y pasión desmedidas en torno a las falsas amenazas a nuestra soberanía que crean las élites para concitar el apoyo a sus políticas, no sólo se suman los referidos sectores ideológicos, sino otras parcelas políticas y sociales, a veces por confusión y otras con velada intención de no sustraerse del apoyo de esas masas y, sobre todo, si de voto se trata. En tal sentido, llama la atención que aquí, Hipólito Mejía manifieste un respaldo al gobierno en su “defensa de la soberanía” y que Luis Abinader y Guillermo Moreno por momentos asuman el discurso de “defensa de la soberanía”.

Posiciones inexcusables, porque los tres saben que nadie cuestiona nuestros derechos soberanos, si incurren en tal dislate es porque no logran o no quieren zafarse del clima de un falso peligro creado por este Gobierno para agenciarse apoyo. La consistencia y el coraje se demuestran en momentos como éste, separando la paja del grano: sí, peligra la imagen del país, empañada por las acciones de un gobierno irresponsable, no la soberanía del Estado.