Contáctenos Quiénes somos
Opinión | Maximiliano Dueñas Guzmán

esde sus inicios, pero particularmente desde principios del siglo veinte, Detroit ha sido emblemática del desarrollo de la mitología capitalista estadounidense. En sus primeros años como símbolo del capital industrial, Detroit fue apodada arsenal de la democracia, el París del oeste, centro mundial de la industria automotriz, motown y motor city. Sin embargo, desde hace unas décadas son otros sus motes: símbolo de la muerte del capitalismo industrial, capital del crimen, centro de un nuevo tipo de turismo morboso denominado “pornoruinas”, y símbolo de la inviabilidad del sector público bajo el capitalismo del siglo 21.

 

Hoy, con la huida de un cuarto de su población durante los últimos diez años, la pérdida de 700 empleos cada mes, una deuda pública calculada en $20 mil millones, decenas de millares de sus edificios abandonados e incendiados y la petición de bancarrota del gobierno municipal ante la consideración de un tribunal, los mitos representados por Detroit nos imploran que los revisitemos. El sentido de mito que uso aquí no es el de fantasía, sino el que nos propone Barthes, quien lo usa para denominar la ideología, las ideas predominantes de una época.

Lo útil de pensar la ideología como mitos está en la función que este autor les adjudica. Según Barthes, los mitos tienen una doble función: por un lado señalan, nombran o identifican algo y por otro lado imponen estos señalamientos e identidades sobre otros posibles nombres o definiciones. Obviamente los sectores sociales de mayor poder tienen capacidades superiores para nombrar y hacer que sus mitos prevalezcan, que se conviertan en mitos oficiales, pero esto no quita que sectores contestatarios intenten proponer sus propios mitos. Mitos de la creación de Detroit Fundada a principios del siglo 18 por colonizadores franceses, la población de la ciudad no comenzó a crecer hasta que ésta pasó a manos de los ingleses en el 1760, y es desde esta época que existen documentos escritos que nos permiten identificar esfuerzos de generar mitos sobre Detroit.

Un primer candidato sería la hazaña del indígena Neolin, reconocido como el profeta de Delaware entre los pueblos originarios de América del Norte. Neolin invocó una revelación divina para predicar el panindigenismo, la unidad de los diversos pueblos indígenas, y un rechazo a la cultura de los invasores blancos, en particular la tecnología bélica y el materialismo que los colonizadores europeos intentaban imponer.

Su prédica caló profundo entre una veintena de pueblos indígenas y sirvió de justificación para la rebelión que el líder indígena Obwandiyag (denominado Pontiac por los europeos) organizó contra los ingleses entre 1763 y 1766. Las tropas inglesas, dirigidas por el general Amherst, fueron derrotadas, lo que ha dado lugar a que hoy los pueblos indígenas evoquen esa rebelión como la primera victoria en su guerra de liberación. En vez de honrar los acuerdos de paz, el general Amherst se dedicó a organizar el genocidio de los pueblos indígenas. Su táctica más infame fue la distribución entre los indígenas de frazadas contaminadas con viruela. Sus órdenes a uno de sus súbditos fueron claras: “Hará bien en inocular a los indios con las mantas y con cualquier otro medio que sirva para extirpar esta abominable raza”.

En 1802, casi tres décadas después de establecerse los Estados Unidos, los colonizadores de Detroit obtuvieron permiso para incorporar el pueblo como parte del Territorio del Noroeste y se organizaron bajo un gobierno electo. Sin embargo en el 1805 un incendio destruyó casi todas las estructuras del pequeño pueblo. Pronto los/as colonizadores lograron reconstruir gran parte de sus hogares y comercios, hecho que se ha destacado en la historia oficial de Detroit con el lema de la ciudad, adoptado para esta época: “Esperamos mejores tiempos; la ciudad resurgirá de las cenizas” (Speramus Meliora; Resurget Cineribus). Menos conocida es la arrogación del poder político que realizaron el gobernador y jueces del Territorio como consecuencia del incendio.

La petición de ayuda que hicieron los/as habitantes de Detroit para reconstruir las estructuras del pueblo le sirvió al gobernador de excusa para elminar al gobierno municipal. A partir del 1806, las decisiones legales pasaron a manos del gobernador y los jueces del Territorio. Un historiador del siglo 19 opinó que esta usurpación era única en la historia legal de Estados Unidos y la caracterizó como un acto de autocracia feudal dirigida a un control total sobre personas y propiedad de la ciudad. Mitos en el siglo 19 En las décadas que el movimiento aboliconista en los Estados Unidos desarrolló lo que se ha llamado el tren subterráneo, una cadena de escondites ilegales que permitía la huída de los esclavos cimarrones hacia el norte, Detroit se conocía como El portal de la libertad. La ciudad era la última parada antes de que los/as cimarrones llegaran a Canadá y estuvieran fuera del alcance de las leyes estadounidenses que prohibían el apoyo a cimarrones.

Hoy un miembro de la Sociedad Histórica de Detroit destaca la honra ciudadana que debe evocar la memoria de ese “portal”: De ciudadanos comunes a miembros del gobierno municipal —negros y blancos— trabajaron juntos bajo alto riesgo y en violación de leyes federales para coordinar el escape de centenares de los que buscaban su libertad. Todos debemos sentirnos orgullosos de estos hechos y también debemos apreciar las lecciones que esas acciones tienen para nosotros en la actualidad. Entrelazado con el surgimiento del capital industrial en la segunda mitad del siglo 19 se dio el nacimiento y crecimiento del primero de los medios de comunicación de masas, el periódico de circulación amplia.

En la Detroit de esa época, el caso representativo es  el del Detroit Free Press. Éste nos sirve para ilustrar cómo estos instrumentos sirvieron para fortalecer la circulación de mitos oficiales. Específicamente, el comportamiento del Detroit Free Press relacionado con el motín de marzo del 1863, nos permite reflexionar sobre el rol de la prensa masiva en la circulación de mitos opresivos. El 6 de marzo del 1863 hubo un motín en Detroit ocasionado por un juicio contra un hombre de raza negra acusado de violar a una menor de raza blanca.

En el motín murieron dos hombres, una cantidad desconocida de personas fueron heridas y alrededor de 35 edificios fueron incendiados. Entre los artículos  del Detroit Free Press que convirtieron los hechos del motín en noticias, se destacan múltiples afirmaciones racistas y machistas: “Lo que se busca ahora es a hombres —hombres blancos, soldados de nuestra propia raza— ciudadanos que apoyen a su gobierno” [para ese entonces Estados Unidos estaba en guerra civil]; “Los padres de la patria declararon que ellos—la raza blanca, la raza anglosajona—eran libres e iguales. Establecieron este gobierno para ellos, para el hombre blanco, y no para el negro”; y,  “Los centenares de miles de hombres blancos que tomarán armas para impedir la rebelión [o sea la secesión de los estados del sur], nunca pelearán por la emancipación del negro, y nunca se prestarán para servir militarmente al lado de los salvajes de la plantación”. Mitos en el siglo 20 Los mitos oficiales de Detroit en el siglo veinte son más conocidos. Y es a esos que los medios noticiosos hacen referencia repetidamente con las frases citadas aquí en el primer párrafo.

Afortunadamente existen otros mitos, portadores de alteridad, que nos permiten apreciar los esfuerzos por hacer realidad la consigna Otro Detroit es posible. Durante el siglo 20, Detroit ha sido escenario de múltiples esfuerzos del empeño de la clase obrera por lograr una mayor justicia económica y de las luchas a favor de los derechos humanos y civiles de la población afroamericana. Durante la época de oro de la industria automotriz—desde la década del 1940 hasta 1960— la concentración de capital industrial y la combatividad del movimiento sindical produjeron una cultura vibrante en el centro de la ciudad. La literatura obrera, particularmente la poesía, ha sido una de las características distintivas de esa cultura. Una parte significativa de la generación y apreciación de esta literatura obrera ha contado con el apoyo de Wayne State University, universidad pública ubicada en el centro de la ciudad. Gran parte de los/as protagonistas de esta literatura estudiaron o enseñaron o leyeron sus poemas/obras en Wayne State. Philip Levine, el decimoctavo poeta nacional de Estados Unidos, es tal vez el más destacado representante de esa literatura obrera generada en Detroit. Descendiente de inmigrantes judíos de Rusia, trabajó en la industria automotriz y obtuvo su bachillerato en Wayne State. En su poema más conocido, What work is, crea un paralelismo entre la labor que busca realizar el/la obrero/a industrial para sobrevivir—actividad usualmente opresiva ya que otro la controla— y la labor emocional y fundamental de amar al prójimo. En otro de sus poemas, Black stone on top of nothing, establece un diálogo existencial con César Vallejo y nos ofrece una fecunda imagen para forjar nuevos mitos sobre Detroit: “La araña marrón trabajó con o sin esperanza, aunque cuando la luz polvorienta del sol fue atrapada por la telaraña viste un diseño tan perfecto que se quedó en tu memoria como modelo de significados” (traducción mía del original en inglés). A pesar de que la historia de Detroit en el siglo veinte está manchada por numerosas instancias de racismo, la ciudad también fue lugar de significativos logros para el movimiento a favor de los derechos humanos y civiles de la población afroamericana.

En el 23 de junio del 1963, más de 25 mil personas marcharon lideradas por Martin Luther King Jr. Fue en esta ocasión que pronunció su famoso discurso Tengo un sueño (“I have a dream”), el cual es asociado con la marcha en Washington, celebrada en agosto de ese mismo año. Entre las afirmaciones de Martin Luther King Jr. en ese discurso , hay algunas que aún reverberan en el Detroit de hoy: “Porque en el estado del mundo actual no nos podemos dar el lujo de una democracia anémica.

El precio que esta nación debe pagar por la continua opresión y explotación del Negro y de cualquier otra minoría es su propia destrucción”; “¿No es maravilloso el tener un método de lucha [el de la no violencia] que permite pararse ante un sistema injusto, luchar contra él con toda la fuerza posible, nunca aceptarlo, y sin embargo no reducirse a la violencia y al odio durante el proceso?” Las centenares de personas que se dieron cita en Detroit el 23 de junio del 2013 para conmemorar el 50 aniversario de este discurso recordaron que aquella marcha había servido para consolidar a Detroit como centro vital en la lucha por los derechos humanos y civiles de las población afroamericana. Detroit en nuestro Siglo 21 La radicación de bancarrota de Detroit manifiesta dos tendencias globales del capitalismo del siglo 21: la erosión de la democracia representativa y el fortalecimiento de la injustica económica.

La erosión de la democracia representativa se está dando a través del traspaso del poder político desde oficiales seleccionados por voto popular a individuos que representan los intereses de bonistas. En el caso de Detroit, quien radicó la petición de bancarrota fue un administrador de emergencia, nombrado por el gobernador, y quien ha sustituido al alcalde y al consejo municipal en la toma de decisiones. Su administración de Detroit, incluyendo su decisión de radicar la petición de bancarrota, hacen evidente que representa los intereses de Wall Street, o sea del capital financiero. El fortalecimiento de la injusticia económica se manifiesta en la continua concentración de riqueza en Estados Unidos. El 1% más rico en la población estadounidense aumentó sus ingresos por 275% entre el 1979 y 2007, según la  Oficina de Investigación del congreso de ese país. En el mismo tiempo, los ingresos del 20% más pobre sólo aumentaron por 18%.

La desigualdad de ingresos en Detroit, aunque no es la más alta en ese país, se asemeja a la desigualdad existente en las Filipinas. Para Detroit, los mitos de los siglos pasados, tanto los oficiales como los contestatarios, continúan haciendo eco en los eventos relacionados con la petición de bancarrota.