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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

En el año 2020, El COVID 19,  representó el tema más buscado en los motores de exploración de internet durante ese año. Nada superó el interés y las expectativas de la población de ingresar a estos medios en búsqueda de información para edificarse sobre la situación real del virus, sus formas de propagación y sobre todo como cuidarse del contagiarse del mismo. 

Aunque realmente, el hecho de tener la intención de acceder a información de índole científica que sirviera de parámetro y referencia, constituyó un problema, debido a la ola de desinformación que se propagó  por todo el mundo y que abarcó desde el origen del virus, hasta las dudas que se crearon sobre su existencia o no.  

No hubo preguntas que los internautas no se realizaran mediante estos medios de comunicación e información digital, ni información falsa que no se divulgara. Estos se convirtieron en los mayores transmisores de información, ya que al momento, era la principal vía que tenía la población para comunicarse y estar interconectado con lo que estaba sucediendo alrededor del mundo, ante la nueva situación. 

Para los países fue un verdadero reto enfrentar el embate de desinformación que amenazaba sus estrategias de comunicación, las cuales estaban enfocadas en generar confianza y credibilidad en la población para evitar intranquilidad, estrés y ansiedades innecesarias. 

Fue tal el extremo, que en su momento el señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se pronunció  en una reunión de expertos en política exterior y seguridad en la ciudad Alemana de Munich a mediados de febrero del año 2020, donde comentó que "No sólo luchamos contra una epidemia, sino también contra una infodemia", dijo, refiriéndose a las noticias falsas que "se propagan más rápido y más fácilmente que el virus". 

El daño que estos “ataques” cibernéticos estaban ocasionando eran tales hasta llegar al punto de llamar la atención de ese tipo de organismo internacional, lo cual provocó que en lugar de que tanto el mismo, como las naciones tuviesen dos frentes abiertos: El virus y la desinformación. 

En lo adelante, las naciones debieron reforzar sus protocolos de comunicación y hacerlos cada vez más transparentes y accesibles, libres del escrutinio general para que la población entendiera lo que realmente estaba pasando. 

Puede que el COVID-19 sea el mayor desafío de nuestras vidas y aunque ciertamente se tomaron medidas respecto a la desinformación, sin lugar a dudas toda esa situación cambió nuestras conductas y comportamiento,  generando en la población sensaciones de miedo, preocupación y estrés, aumentando la tensión y la angustia generalizada y provocando efectos inmediatos en nuestra salud mental. 

Conforme un estudio de investigación realizado por seis (06) universidades españolas, y que consistía en “….poner de manifiesto los cambios experimentados por las personas durante el estado de alarma por la pandemia de la COVID-19, con relación a una variedad de ítems referidos a actitudes, conductas y síntomas que fueron considerados claves para conocer el impacto psicológico generado por la pandemia y el confinamiento asociado al intento de ralentizar al máximo las tasas de contagio”. 

En general, dicho estudio estableció que se observó un aumento de los sentimientos de irritabilidad y enfado, siendo este aumento….. mayor en los grupos de menor edad, en las mujeres y en quienes tienen síntomas o diagnóstico de COVID-19. 

Ansiedad, depresión e ira son componentes fundamentales de la dimensión de estabilidad emocional.  

Nuestro país no escapa a la realidad analizada en el estudio citado, pues la población también ha visto cambios importantes en su vida cotidiana y en los hábitos lo cual impactó en nuestras conductas y comportamientos  provocados por los esfuerzos para contener y frenar la propagación del virus. 

Según un reporte elaborado por el medio estadounidense CNN, titulado “La pandemia silenciosa en República Dominicana: el impacto de la crisis del covid-19 en la salud mental”, uno de cada 10 dominicanos sufren ataques de ansiedad producto de la pandemia. 

Dicho reportaje cita la investigación elaborada por el Laboratorio Emociones, Salud y Ciberpsicología de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, la cual encontró que cuatro de cada 10 dominicanos sufren ataques de ansiedad producto de la pandemia. El 76% de esos pacientes nunca había experimentado este tipo de crisis.

El Instituto de Salud Mental y Telepsicología estimó que la salud mental de 300.000 familias dominicanas está en peligro por la pandemia.

Por otro lado, según los expertos, uno de los mayores problemas que enfrentaremos en 2021 será el de la salud mental.

Vivimos una situación que ciertamente rompió los esquemas preconcebidos que teníamos pautados para nuestras vidas, nuestras rutinas, nuestros planes que ya no son los mismos, sin embargo, una de las grandes habilidades del ser humano es su capacidad de adaptarse a situaciones de crisis, por ello, aunque la situación parezca interminable, no perdamos la fe y sobre todo, busca ayuda si la necesitas y ten por seguro que la encontrarás.