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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Hay testimonio de un apreciable cambio cuando las Santas Escrituras nos relatan, que Jesús el Nazareno, fue el Maestro y Profeta de su tiempo, que trató a la mujer como criatura digna de    respeto, aprecio, consideración y generosidad. Jesucristo dio el excelente ejemplo, al reconocer el valor de la mujer, al exaltarla afablemente con justa participación, e interrelación como ser humano.

Así lo demostró con su propia madre María de Galilea; María Magdalena (la apóstol) que fue la que anuncio a los apóstoles, que la tumba estaba vacía, porque Jesús el crucificado había resucitado.

El maestro y profeta Jesús Nazareno, tuvo consideraciones pastorales y sensibilidad humana con un sin número de mujeres que aparecen en los cuatro evangelios.

Haremos notar algunos tratos para señalar ejemplos de conmiseraciones de Jesús con mujeres en su relación con ellas en momentos de dificultades, enfermedades, lutos, crisis u ocasiones sociales.

En Mateo 16:21-28; Marcos 7:28-30, Jesús pone atención y sana la hija de una mujer extranjera de nacionalidad siro fenicia.

En Juan, 4: 1ss, Jesús tiene un encuentro y una conversación especial en que comparte de manera excepcional con una mujer samaritana de dudoso comportamiento. El impacto de Jesús sobre el pensamiento, la fe y la revelación fue tan contundente, que la mujer cambio de vida y aptitud y dejó su cántaro (en el pozo de agua) y se fue al pueblo a decirle a la gente: “vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías?”.

Uno de los hechos más condescendientes que Jesús hizo para una mujer, está en Juan 8:1-11. Se trata de la justicia llevada a cabo por el con la mujer que fue acusada por un grupo de hombres de “adultera”. Estos que acusaron a la mujer eran “maestros de la ley y los fariseos, que habían sorprendido a una mujer cometiendo adulterio”. La presentaron a “ella sola”, sin el hombre y exigieron a Jesús decir que se debía hacer con ella, basándose en la ley de Moisés.

De manera inesperada y dramática Jesús, conminó a los acusadores, diciéndoles “aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra. Ninguno pudo hacerlo: a esto, el maestro le dijo a la mujer tampoco yo te condeno; ahora vete, y no vuelvas a pecar”.

En el luto y en actos sociales tenemos el recuento de la relación de Jesús con las hermanas de Lázaro, Marta y María. San Juan 11 y 12:1-11.

Jesús trató a María y Marta con delicadeza, amabilidad, respeto y dignidad. El Señor dio demostración de piedad, y esperanza a las hermanas ante la muerte de Lázaro.

El Señor dispuso tiempo y espacio social para estar en compañía y socialización con Marta y María y lo hizo en igualdad de condiciones, como cuando compartía con hombres de todas clases y condiciones.

A pesar de la nobleza de trato a la mujer por Jesucristo, en las Epístolas (cartas) de San Pablo las siguientes referencias están bien marcadas en I Corintios 14:34, “las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar”. Aparece además en 1 Timoteo 7:12, “La mujer debe escuchar la instrucción en silencio, con toda sumisión; y no permite que la mujer enseñe en público ni domine al hombre. Quiero que permanezca callada”.