Contáctenos Quiénes somos
Opinión | César Pérez

Durante su último discurso de rendición de cuentas ante el Congreso, el presidente Medina expresó vehementemente que una vez cumplido el plazo de la llamada regularización de los extranjeros (supuestos y reales), no habrá prórroga para ellos.

El Presidente y quienes le rodean saben que ese plazo fatal, al ritmo que lleva esa regularización, difícilmente podrá cumplirse de manera justa y satisfactoria para todas las partes involucradas en el tema, por lo cual esa no casual amenaza es imprudente.

Lo es, porque no existe ningún plan elaborado para enfrentar la circunstancia de qué hacer con decenas de miles de personas que no tienen en reglas sus papeles, por razones, políticas, históricas, sociales, y culturales y sobre todo, por la tozudez, abuso e indolencia de las máximas autoridades dominicanas y de Haití. El recurso y amenaza del troglodismo es “deportar”, sin reparar que cuando en algún país recurre a deportación masiva, siempre lo ha hecho con desgarradoras escenas de violencia, abusos y terror.

La promulgación de la Ley 168/13 provocó un clima de tensiones de nuestras relaciones con organismos internacionales que motivó la promulgación de la 169/14 para tratar de bajar la presión internacional provocada por aquella, imaginemos lo que sucedería si ahora se recurre a las deportaciones masivas. En el contexto de avance de los derechos humanos que vive el mundo, cometer semejante despropósito resultaría insostenible, entre otras cosas, porque un significativo número de los amenazados a ser deportados son dominicanos, según la Constitución del 2010.

Eso Medina lo sabe, pero en el solemne acto de Rendición de Cuentas quiso ser más listo de la cuenta. Quiso aprovechar el patrioterismo y conservadurismo de su partido y del neofascismo dominicano, para ganarse y fortalecer la adhesión de esos sectores, al tiempo de enviar subliminales mensajes a su facción y a todo el partido sobre su eventual, compleja e incierta repostulación.

La amenaza del Presidente en ese acto solemne evidencia que la generalidad de la clase política dominicana no aborda los grandes temas de Estado con seriedad, con sentido de institucionalidad y de responsabilidad, sino anteponiendo siempre sus mezquinos intereses grupales y partidarios. Por eso no tocó el tema de la corrupción, pues eso lo obligaba a referirse al hecho de que el Procurador General de su gobierno suba al estrado a demandar castigo al secretario general de su partido por prevaricación y lavado de activos.

Esa circunstancia, más el hecho de que el sector más recalcitrante de los aliados del gobierno, los neotrujillistas/nacionalistas, demandan que el Presidente asuma sus delirantes posiciones, llevaron a éste a cometer la referida imprudencia, nada casual, repito, pues con ella quiere disminuir la presión que sobre él ejercen esos sectores, junto otros de su partido. También, para desviar la atención del tema Quirino, cuyo desenlace el Presidente ni tampoco el PLD saben cómo terminará. La llegada de Quirino, en circunstancias que mueve a todo tipo de conjeturas, hace más incierto ese desenlace.

En tal situación, recurrir a una amenaza de esa naturaleza en la presente coyuntura internacional, enturbia aún más el tema migratorio y dificultan unas relaciones con países y organismos internacionales que no dejan de ser tensas.