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Opinión | Leonardo Boff/Teologo de la Liberación

Exceptuando a la clase dominante que se enriquece con regímenes autoritarios y de ultraderecha, como el actual, en la gran mayoría existe la conciencia de que así como está Brasil no puede continuar. Debe haber un cambio para mejor.

Para eso pienso que deben ser atendidos algunos requisitos básicos. Enumero algunos.

1.       Rehacer el contrato social. Este significa el consenso de todos, expresado por la constitución y por el ordenamiento jurídico, de que queremos convivir como ciudadanos libres que se aceptan mutuamente, más allá de la diferencias de pensamiento, de clase social, de religión y de color de piel. 

Pues bien, el contrato social se ha roto con el actual gobierno. El tejido social se ha desgarrado. El ejecutivo hace poco caso de la constitución, pasa por encima de las leyes, menosprecia las instituciones democráticas, incluso las más altas como el Supremo Tribunal Federal (STF). A causa de esta revolución  a la inversa, autoritaria, de sesgo ultraconservador y fascista, apoyada por sectores significativos de la sociedad tradicionalmente conservadora, la gente se ha dividido, dentro de las familias y entre amigos, e incluso se odian, cuando no se cometen  asesinatos por razones políticas. Si no rehacemos el contrato social, volveremos al régimen de fuerza, del autoritarismo y de la dictadura, con las consecuencias inherentes: represión, persecuciones, prisiones, torturas y muertes. De la civilización estaremos a un paso de la barbarie.

2.       Rescatar la civilidad. Es decir, debe prevalecer la ciudadanía. Se trata de un proceso socio-histórico en el que la masa forja una conciencia de su situación de subordinación, se permite elaborar un proyecto y unas prácticas en el sentido de dejar de ser masa y pasar a ser pueblo, protagonista de su propio destino. Esto no lo concede el Estado. Lo conquista el propio pueblo en la medida en que se organiza, y se enfrenta a las (clases del atraso no entiendo “atraso” y hasta al Estado clasista. Ahora bien, este proceso ha sido impedido siempre por la clase dominante que busca mantener a las masas en la ignorancia para manipularlas mejor e impedir, con violencia, que levanten la cabeza y se movilicen. La ignorancia y el  analfabetismo son políticamente deseados. El 10% más rico, que supone hasta el 75% de la riqueza nacional, ha hecho un proyecto para sí, de conciliación entre ellos, con exclusión siempre de las grandes mayorías. No tenemos un proyecto nacional que nos incluya a todos. Esto sigue siendo así hasta el día de hoy. Es quizás nuestra mayor lacra, pues se ignora al 54% de los afrodescendientes, los quilombolas, los indígenas y los millones cobardemente marginados. Sin ciudadanía no hay democracia.

3       .Recuperar la democracia mínima. Nunca ha habido en nuestro país una verdadera democracia representativa consolidada, en la que estuviesen presentes los intereses generales de la nación. Los elegidos representan los intereses particulares de su segmento (bancada evangélica, del ganado, de la bala, de la agroindustria, la minería, los bancos, la educación privada, etc.) o de los que financian sus campañas. Pocos piensan en un proyecto de país para todos, que supere la brutal desigualdad heredada de la colonización y principalmente de la esclavitud.

 Pocas veces en nuestra historia la democracia ha mostrado ser una farsa como con el actual gobierno, una confabulación de los políticos con un ejecutivo que gobierna para sus electores y no para todos, inventando incluso un vergonzoso presupuesto secreto, sin ninguna transparencia, destinado primordialmente a comprar el voto de la reelección de un ejecutivo que usa la mentira, las fake news como política de gobierno, la brutalización del lenguaje y de los comportamientos, que vive amenazando con un golpe de estado, y desmontando las principales instituciones nacionales como la educación, la salud, la seguridad (permitiendo más de un millón de armas en manos de ciudadanos inclinados a la violencia). 

 

Es urgente recuperar la democracia representativa mínima, para después poder profundizar en ella, hacerla participativa y socioecológica. Sin esta democracia mínima no hay como hacer funcionar con el debido cuidado la justicia y el derecho; las instituciones nacionales se debilitan, especialmente la sanidad colectiva, la educación para todos y la seguridad, cuyas fuerzas policiales suelen ejecutar con frecuencia a jóvenes negros y pobres de la periferia.

4.       Fomentar la educación, la ciencia y la tecnología. Vivimos en una sociedad compleja que para atender sus demandas necesita la educación, el fomento  de la ciencia y la tecnología. Todo esto ha sido descuidado y combatido por el gobierno actual. De continuar así, seremos conducidos al mundo premoderno, destruyendo nuestro incipiente parque industrial (el mayor de los países en desarrollo), nuestra educación que estaba consiguiendo calidad y universalidad a todos los niveles, beneficiando especialmente a estudiantes de enseñanza primaria, alimentados por la agricultura familiar y orgánica, el acceso de pobres, por cotas, a la enseñanza superior, a las escuelas técnicas y a las nuevas universidades. Podemos informarnos toda una vida, nos advertía la gran filósofa Hannah Arendt, sin educarnos nunca, es decir, sin aprender a pensar críticamente, construir nuestra identidad propia y ejercer de forma práctica nuestra ciudadanía. Si no recuperamos el tiempo perdido, podremos transformarnos en un país paria, marginalizado del curso general del mundo.

5.       Tomar conciencia de nuestra importancia única en el tema de la ecología integral para ayudar a salvar la vida en el planeta. El consumismo actual exige más de una Tierra y media, que no tenemos (Sobrecarga de la Tierra).

Debemos asumir además como un hecho científico asegurado que ya estamos dentro de un nuevo régimen climático de la Tierra. Con la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera ya no podremos evitar  eventos extremos fatales: sequías prolongadas, nevadas intensas e inundaciones, pérdida de la biodiversidad, pérdida de cosechas,  migración de muchos miles de personas que no consiguen adaptarse y que estarán sometidos al hambre y a los nuevos virus que vendrán (virosfera).

Habrá gran escasez mundial de agua, de alimentos, de suelos fértiles. En este contexto, Brasil podrá desempeñar una verdadera función salvadora por ser la potencia mundial del agua dulce, por la extensión de suelos fértiles y por la Amazonia, que, preservada, podrá secuestrar millones de toneladas de CO2, devolvernos oxígeno, proporcionar humedad a regiones  a miles de kilómetros de distancia y por su riqueza geo-bio-ecológica podrå atender las necesidades de millones de personas en el mundo. Nuestros gobernantes tienen escasa conciencia de esta relevancia y hay poquísima conciencia en la población. Posiblemente nos tocará aprender con el sufrimiento que vendrá y que ya se manifestó entre nosotros con las desastrosas inundaciones ocurridas en varios países en este año de 2022.

O colaboramos todos en el planeta Tierra dándonos las manos o iremos a engrosar el cortejo de los que se dirigen a su propia tumba, como nos advirtió Sigmunt Bauman poco antes de morir. En palabras del Papa Francisco: “todos estamos en el mismo barco, o nos salvamos todos o no se salva nadie”. La cuestión esencial no radica en la economía, la política y la ideología, sino en la supervivencia de la especie humana, realmente amenazada. Todas las instancias, los saberes y las religiones deben aportar su contribución si todavía queremos seguir viviendo en este pequeño y hermoso planeta Tierra.

6.       Finalmente, dejando de lado otros aspectos importantes, debemos crear las condiciones para una nueva forma de habitar la Tierra. La dominante hasta ahora, aquella que nos hacía dueños y señores de la naturaleza, sometiéndola a nuestros propósitos de crecimiento ilimitado, sin sentirnos parte de ella, ha agotado sus virtualidades. Trajo grandes beneficios para la vida común, pero creó también el principio de autodestrucción con todo tipo de armas letales. Debemos hacer el cambio hacia otra forma en la cual todos se reconocerán como hermanos y hermanas, los humanos entre sí y también con la naturaleza (los vivos tenemos el mismo código genético de base), sintiéndonos parte de ella y éticamente responsables de su perpetuidad. Será una biocivilización, en función de la cual estarán la economía y la política y las virtudes del cuidado, de la relación suave, de la justa medida y del lazo afectivo con la naturaleza y con todos sus seres.

Para que en nuestro país se creen tales condiciones para esa civilización de la buena esperanza, tenemos que derrotar la política del odio, de la mentira y de las relaciones inhumanas que se han instaurado en nuestro país. Y hacer que triunfen aquellas fuerzas que se proponen recuperar la democracia mínima, el civismo, la decencia en las relaciones sociales y un sentido profundo de pertenencia y de responsabilidad por nuestra Casa Común. 

Las próximas elecciones significarán un plebiscito sobre qué tipo de país queremos: el de la barbarie o el de la democracia.