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Opinión | Profesora Rosario Espinal/analista social

Por más que avanza el tiempo, que se promulgan nuevas constituciones, nuevas leyes, nuevas sentencias, nuevos reglamentos y se crean nuevas cortes; por más que proliferan las carreras de derecho y se gradúan abogados; la única conclusión posible al celebrar este nuevo aniversario de la Independencia es que la ley en este país es una ficción. Pero no cualquier ficción: es una ficción explotadora, manipuladora y anti-democrática.

 

Antes se creía que el problema era la dictadura de Trujillo, cuando la ley fue injusta y opresora. Luego vino la semi-dictadura de Balaguer y la ley fue un hazme reír y la Constitución un “pedazo de papel”. Luego llegó la democracia electoral y la ley se irrespeta, se cambia y reinterpreta según convenga. Ah, eso sí, siempre a favor de los llamados poderes fácticos.

Trujillo trajo los haitianos a trabajar en los cañaverales, y a la vez los expulsaba o exterminaba en otros lugares. Forjó una noción de patria autoritaria, cristiana y españolizada. Los inmigrantes haitianos sólo servían para trabajar de sol a sol. De compartes, Trujillo tenía en Haití a gobernantes tan perversos y explotadores. Los braceros venían con contratos gubernamentales, recibían una tarjetita que los acreditaba como residentes en un batey, y sin documentación, quedaban para siempre fuera de la ley.

Balaguer continuó la misma práctica. Más y más inmigrantes indocumentados haitianos ingresaron en los 12 años cuando se expandió la producción. ¿Su función? Realizar los trabajos más duros por el menor salario. Balaguer escribió la “Isla al Revés” para desdoblarse en redentor de la patria blanca-cristiana-españolizada y consolidar el binomio destructor: explotación-patrioterismo.

La historia sigue igualita, con una diferencia importante: el problema migratorio es ya muy grande y no hay una figura política que ejerza el poder dictatorialmente como hicieron Trujillo y Balaguer. De ahí el supra-poder que asume el Tribunal Constitucional.

Repito por enésima vez: el Gobierno dominicano ha sido el promotor del flujo migratorio indocumentado haitiano para ofrecer mano de obra barata a los empresarios y al propio Estado en el agro y la construcción. Por eso nunca ha controlado efectivamente la frontera. Por eso ha primado siempre el desorden y la incoherencia en la política migratoria.

El grave problema de República Dominicana es que cada día se hace más difícil al Gobierno y a los empresarios conjugar la súper-explotación laboral con los derechos humanos. Por eso promueven ahora el patrioterismo a ultranza para encubrir tantas violaciones acumuladas. Que en Haití todo es peor no debe ser consuelo de nadie.

Actualmente, el Estado Dominicano ha devenido en feudos de poder que se contradicen en objetivos y estrategias migratorias. El Tribunal Constitucional impulsa la agenda restrictiva de derechos que promueve la ultra-derecha patriotera. Como el Tribunal está blindado, impone su parecer a los otros poderes. El Poder Ejecutivo reacciona para acomodar presiones, y en ese tira y jala, se dificulta la posibilidad de encontrar soluciones racionales al complejísimo problema social derivado de la adicción empresarial (pública y privada) a la explotación laboral.

Nadie en República Dominicana quiere los inmigrantes haitianos indocumentados, excepto los empresarios y el Gobierno para explotarlos. Ellos mismos promueven el patrioterismo porque para seguir explotándolos necesitan emborrachar las masas dominicanas y doblegar aún más a los más marginados.

Un país es verdaderamente patrio si la justicia vence a la explotación y la verdad a la infamia. En la historia dominicana, las clases dominantes han preferido siempre la explotación y la infamia. Por eso este país se llenó de haitianos indocumentados y hay tantos dominicanos depauperados. Por eso desde 1844 declaran traidores a los patriotas, incluido Juan Pablo Duarte el gran desterrado.