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Opinión | Padre Manuel (Manolo) Maza, sj / mmaza@pucmmsti.edu.do

Es de humanos el sacralizar la posición propia. En varios procesos electorales actuales, varios bandos visten la camiseta de “dios”. Los católicos, en ocasiones, hemos sabido con cómoda certeza, a quien debíamos condenar.

Pero el incómodo Jesús de los Evangelios siempre quiebra nuestros esquemas excluyentes. Todo el mundo quiere actuar en nombre del absoluto, llámese “dios”, la patria, o el líder heroicamente palabrero, que tiene la historia agarrada por las alas como si fuera un pollo. Para nosotros los cristianos, el absoluto se revela en Jesús. Leyendo el Evangelio de hoy, Lucas 19, 1– 10, podemos preguntarnos: ¿Qué clase de Dios revela Jesús?

Jesús toma la iniciativa y se invita ese mismo día a casa de Zaqueo, jefe de cobradores de impuestos, sospechosamente rico: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Jesús le rompe el esquema a los justos y patrióticos judíos, quienes exclaman escandalizados:

“Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. La amistad de Jesús toca el corazón de Zaqueo. Él declaró, de pie: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”.

Jesús nos enseña: “Hoy ha sido la salvación de esta casa, también éste es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

El Dios de Jesús no fomenta odios ni violencias contra nadie. Seguir al Maestro, compromete con una salvación que incluye a los perdidos y descalificados socialmente.

¿Qué República Dominicana se levantaría si un liderazgo creíble pudiera convocarnos a todos para sembrarla, organizarla y transparentarla? El futuro de este país pobre se juega en lograr un consenso incluyente, certero y tenazmente laborioso. ¡Aquí todas las manos son necesarias!