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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

Imagino que Yolanda nunca imaginó que este momento llegaría. Que aquellos versos inspirados en el 1982, iban a formar parte de tus más notables recuerdos que no solo trascendieron en su vida, sino en la de todo aquel que se identifica con aquella idílica y sublime forma de amar. 

Mientras atesoramos tus melodías, nos da satisfacción pensar que no te fuiste solo, que cumpliste tu promesa en lo que deseaste fuese una declaración de amor, “si he de morir, quiero que sea contigo”, porque, de hecho, así será. 

Te llevas toda una historia de vida caracterizada por la nobleza, por ello no solo dejas al mundo un legado del contenido profundo de tus versos y pureza de tus palabras, sino de lo que aquello reflejaba. El alma e interior de un hombre esencialmente honesto, radicalmente humano, inconcebiblemente humilde para su gloria artística y su reconocimiento internacional. Su modo de actuar, que le escuchamos explicar muchas veces, se basaba en ser fiel a sus principios, en criticar sin ofender, herir o negar lo que de valor permanecía en lo que se criticaba. 

Como la vida querido Pablo, “no es perfecta, más se acerca a lo que yo simplemente soñé.”

Sin lugar a dudas, Pablo, un ejemplo de la verdadera grandeza a la que todo ser humano debe aspirar. 

Ve con Dios querido Pablo,