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Opinión | Leonardo Boff/Teologo de la Liberación

Los estudios de los últimos decenios han rescatado muchos conceptos, considerados como peyorativos por el sentido común.

Así la categoría en filosofía y exégesis bíblica del mito, de las divinidades paganas, ya no se ven como entidades subsistentes en sí mismas sino como energías poderosas presentes en el ser humano y en el universo, la categoría del chamán, cuya energía creadora y curadora está presente de alguna forma en todos pero concentrada en algunas personas especiales.

Así ocurrió con la categoría de la bruja, considerada una entidad maléfica y fea al lado del hada mimosa y bella. Hubo épocas siniestras entre 1450-1750 caracterizadas por la caza de brujas. La Iglesia y el estado actuaron juntos, especialmente la Iglesia Católica (pero también otras Iglesias históricas no católicas), que instituyó la Inquisición en 1233 bajo el Papa Gregorio II.

Mujeres conocedoras de saberes curativos, manipuladoras de yerbas y practicantes de bendiciones eran tenidas como portadoras de un poder venido del diablo. En casi toda Europa, especialmente en España y en Alemania eran acusadas, juzgadas, castigadas y la mayoría condenadas a la hoguera. Se calcula que murieron en la hoguera unas 50-60 mil. 

Incluso en el Brasil colonial y esclavócrata entre 1749-1770 varias mujeres de poder, todas negras, fueron juzgadas y condenadas a muerte. La última víctima fue en 1782 en Suiza. Actualmente, en Estados unidos y Europa en general, pero también entre nosotros en Brasil las feministas están rescatando con fuerza la categoría positiva de la bruja. 

¿Por qué eran condenadas? Por ser portadoras de un saber especial, no dominadas por los padres y otros varones doctos de la sociedad. Una forma de reafirmación del patriarcado era eliminar esa amenaza: de ahí que las condenasen a la hoguera durante cinco siglos. 

Hoy la mujer o escritora que se anuncia bruja se propone contraponerse al machismo, rebelarse contra el patriarcalismo y resistir a todas las formas de discriminación de la mujer en la sociedad todavía predominantemente machista. No es raro encontrar en las solapas de un libro de una autora académica, todos sus títulos, sus libros y terminar con el epíteto de bruja. En nombre de esta resistencia feminista publicamos el presente texto de una feminista y eco-educadora de Curitiba, Iris Boff. Lboff

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Cargadas de sabiduría, las viejas brujas están vivas dentro de la mujer moderna de este nuevo mileno que avanza más y más. 

Enterradas en el fondo de las catedrales patriarcales, lugar de fuentes de agua en el que se adoraba a las diosas, ellas resurgen. Del mismo modo resurgen de lo más hondo del templo de nuestros cuerpos cuando la madre, la hija, la abuela, la amiga o la amante les prestan la voz en el sonido de los cantos y encantos de nuestras danzas, charlas, gestos y rituales.

Ellas caminan con nosotros, nos dan aliento e inspiración en la búsqueda insana y a tientas de nuestra naciente identidad femenina. Somos lo que el hombre quiso que fuéramos, como lo demostró Simone de Beauvoir.

De aquí en adelante, las viejas brujas, como diosas eternas en cuerpos jóvenes, viejos o niños, hombres o mujeres venidos de los sueños más ancestrales, nos inspiran a ser lo que nuestro deseo más genuino y honesto quiere: ser plenamente nosotras mismas, como mujeres.

A duras penas asumiendo las equivocaciones y responsables de nuestros propios errores, no toleraremos más que alguien tenga que vigilar, dirigir, escoger o dictar nuestras vidas como mujeres. Tomaremos nuestra historia en nuestras manos: la magia negra, los hechizos del mal, los malos augurios, la figura fea y tenebrosa de los cuentos de hadas, escritos desde el patriarcado, tiene que desaparecer con él. En nombre de estas figuras, miles de mujeres, consideradas brujas, fueron muertas o quemadas por la Inquisición. 

La bruja de nuestro imaginario infantil, inventado por la cultura machista, es una gran falacia. Fue un instrumento de dominación patriarcal sobre la mujer. El hombre no tenía el acceso, el control y el conocimiento del poder de crear y recrear la propia vida, el manejo de las yerbas, el don de cura, de bendición, con que la mujer de sabiduría, la esencia de ser bruja, era investida. 

Con la ascensión del patriarcado, se negó todo el poder de la mujer. Le impuso una imagen distorsionada a su conveniencia. Por miedo y envidia de su poder, la bruja era vista como mala, repugnante, peligrosa que, teniendo un pacto con el demonio, necesitaba ser desterrada, castigada, negada, olvidada. 

Su rebeldía la hacía merecedora de ser execrada y quemada viva en una plaza pública, como le ocurrió a Juana de Arco, en 1431, quemada viva con sólo 19 años después de haber dirigido victoriosamente a parte del ejército francés contra la ocupación inglesa. Curiosamente en 1920 fue proclamada santa y declarada patrona de Francia. 

Lo que era bendición, se volvió maldición. Educadas en medida creciente por mujeres conscientes y liberadas, los niños y niñas de hoy empiezan a rescatar una conciencia diferente de esa figura en otro tiempo execrada.

Acunando la cuna o con los pechos fuera para amamantar a la nueva generación, la mujer del siglo XXI reinventa la vida, asume la cátedra, investiga y escribe, utiliza el teléfono, el whatsapp, las redes sociales y el ordenador para reescribir su historia, no para destruirla o negarla sino para rehacerla y completarla. 

Esta es una pequeña observación crítica: reproductora no sólo de la especie, por desgracia no pocas mujeres se han convertido también en reproductoras de falsos patrones de comportamiento dictados todavía por una cultura machista o por los valores de una religión misógina y por la supremacía de lo masculino sobre lo femenino.

Pero asumiendo nuestra condición de brujas buenas, montemos la escoba de nuestra conciencia, barramos y desterremos de una vez por todas este engaño por nuestro bien y el de nuestros hijos e hijas, también de la familia humana como un todo. 

Es bueno reescribir los cuentos infantiles, aprendiendo a tratar e integrar el mal en lugar de proyectarlo en otro ser, que sería la bruja, como chivo expiatorio.

La humanidad nació y creció en torno a la Femea y el poder matriarcal, la fase más primigenia de nuestra historia. Más tarde, por vías misteriosas, se reafirmó el Macho con su poder patriarcal y ofuscó la herencia ancestral de lo Femenino.

Ahora estamos viviendo un momento privilegiado. Por primera vez en la historia de la humanidad ambos, lo Femenino y lo Masculino, el hombre y la mujer como socios paritarios, se están reconciliando y creando una alianza bienaventurada. La mujer, Guardiana del Alma, está saliendo de la caverna a gran velocidad. Y el hombre cansado y desencantado quiere volver a casa, pero ella ya no es como antes.

Ambos, hombre y mujer, van a limpiar y a reorganizar su casa. Entenderán la nueva tarea, la de cuidar la Casa Común, habitada por la nueva familia humana, ni matriarcal ni patriarcal, sino Andrógina, para la salud y el bien de las relaciones humanizadoras y benéficas para todo el conjunto de la humanidad.

Iris Boff, escritora, feminista y ecopedagoga.

Traducción de MªJosé Gavito Milano