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Opinión |
"Mientras se requiere el empoderamiento de las mujeres hacia el espacio público, es obligación de nuestros compañeros un paso atrás para que se permita compatibilizarlo sin disputas"
El Salmón Contracorriente

Sólo tomando como punto de partida las instituciones municipales, convirtiéndolas en ámbitos de participación directa, podremos empezar a hablar de democracia. Es decir, sólo descentralizando el poder para acercarlo a quien le corresponde legítimamente es cuando recuperaremos la democracia como herramienta útil para la mayoría. Y debe empezar por las instituciones que gestionan lo concreto, nuestro día a día, sean municipios o distritos.

La mayoría de las iniciativas municipalistas que han irrumpido en la escena política apuestan por esta democracia radical, donde la exigencia de una mayor participación abierta e inclusiva va desde la manera en que se elijen sus candidaturas, la petición de presupuestos participativos o los mecanismos de control y revocación de cargos por parte de la mayoría hacia sus representantes. Pero si este movimiento quiere ser realmente transformador y poner en marcha una democracia entre iguales sólo podrá hacerlo si incluye las propuestas que desde el feminismo se están aportando.

Pero, ¿qué requisitos tendría que cumplir para que el nuevo municipalismo se defina como feminista? ¿Es suficiente con incluir como criterio la paridad en los órganos de representación? ¿Basta con la participación de un amplio número de mujeres? ¿O con crear un grupo de trabajo sectorial donde se debata sobre cómo incluir la perspectiva feminista en la iniciativa?

Desde luego que no, aunque estos requisitos son imprescindibles para que la premisa se cumpla.

Si hacemos un recorrido por las luchas que se han llevado a cabo en el Estado español en los últimos años, vemos como los espacios de participación social han estado copados por mujeres. Éstas han adquirido protagonismos y han sido un elemento fundamental para entender el escenario político actual. No sólo por su presencia en términos cuantitativos sino porque sus formas de hacer política han supuesto un cambio en las dinámicas de lucha. Formas como la cooperación, la solidaridad y los cuidados, junto con elementos como la participación, la inclusividad y la horizontalidad en las toma de decisiones. En definitiva, maneras de hacer que definen a un nuevo sujeto político.

No obstante, estas formas adquieren nuevos parámetros cuando nos vamos acercando al ámbito institucional y a los escenarios donde tradicionalmente se reparte el poder. Dicho de otra manera, cuando se cuestiona al poder, la mirada feminista ha ganado el sentido común de estos espacios de lucha, pero cuando nos introducimos en espacios tradicionales de participación, donde se mantienen estructuras jerárquicas, de control, de status social ligado al poder, etc. no es casual que la presencia y las formas se masculinicen en el sentido más tradicional del término. A pesar de esto, y gracias a que ese nuevo sujeto político cada vez más fuerte y numeroso, el nuevo municipalismo es más permeable a la inclusión de las propuestas feministas. No debemos, ni podemos, perder la oportunidad de exigir el cumplimiento de requisitos necesarios para, de una vez por todas, las mujeres, ya sean migrantes, transgénero, con diversidad funcional, trabajadoras, madres, cuidadoras, etc., vean cómo sus necesidades son tratadas con la misma importancia y la misma urgencia que cualquier otra cuestión.

Entre estos requisitos, hay uno que es imprescindible, y es la voluntad política efectiva y sostenida del colectivo para transversalizar los feminismos e integrar la perspectiva feminista en los discursos, espacios y propuestas.

Es necesario evitar las actitudes paternalistas. Hace falta mucha humildad y una gran dosis de generosidad y respeto. Para ello, mientras se requiere el empoderamiento de las mujeres hacia el espacio público, es obligación de nuestros compañeros un paso atrás para que se permita compatibilizarlo sin disputas. No queremos que unos pocos decidan lo que es mejor para nosotras, sino participar en igualdad de condiciones en cómo queremos que sea esta ciudad.

Tendremos que generar espacios de empoderamiento y poner en marcha mecanismos y herramientas que favorezcan la participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones, la inclusión de criterios de equidad y candidaturas feministas, apostando por listas cremallera.

Estas premisas se están teniendo en cuenta en el espacio de Ganemos Madrid, en el que yo participo, gracias por un lado a la voluntad de las compañeras que forman parte del grupo de trabajo transversal Ganemos Feminismos y por otro a la esencia ciudadanista y ampliamente participativa que tiene el proceso. Hay que sumar muchas otras premisas, que vandesde el modelo de ciudad hasta un cambio en la política económica, que serán necesarias para que esta iniciativa tenga realmente integrada la perspectiva feminista, y conseguir, así, que la democracia no se quede en los felpudos de las casas y que las políticas públicas que se pongan en marcha una vez conquistadas las instituciones, contribuyan, de verdad, a construir un modelo de ciudad sostenible, equitativa y respetuosa con todas las personas que la habitan sea cual sea su condición.

El activismo, la eficacia y el liderazgo de las mujeres en las luchas no se traducirá automáticamente en oportunidades que faciliten su reconocimiento e incorporación a las candidaturas municipales, ni garantiza la voluntad real de cambio en las políticas públicas una vez que estas candidaturas se conviertan en cargos en la estructura administrativa de los gobiernos locales si no creamos los mecanismos para que así suceda. La agenda que se dibuje desde los nuevos actores políticos ha de ser abierta, inclusiva y comprometida con las propuestas que surjan desde los espacios feministas. Sólo así podremos hablar de una recuperación de la democracia para todos y todas.

Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?La-democracia-feminista-comienza