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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

El sistema de transporte urbano, público o privado, acarrea reclamaciones cada vez más irracionales. Sin importar la suma, la inversión para modernizar el servicio resulta ser un desperdicio. Con todo, la insistencia nunca sobra. 

El transporte es un tema recurrente en esta columna, desde enfoques y coyunturas diferentes. Recuerden que, en 2016 se publicaron tres artículos sobre el tema. El primero, en febrero, titulado “El concho”, intenta describir el fenómeno del concho como servicio público de transporte. 

Terminar febrero salió “El tapón de Danilo”, sobre cómo el presidente de la República --contar de reelegirse en el cargo-- se convierte en protagonista de los tapones. Finalizando el año salió “El tránsito: ‘La fiebre no está en la sabana’”, buscaba una explicación del porque “Los dichosos expertos” que estudian el fenómeno nunca ven la realidad.

Un descanso merecido hasta 2018. A partir de éste se publicaron tres artículos, uno por año, hasta el 2020. Veamos: 

“Lecciones para manejar”, salió en junio 2018, se enfocó en la experiencia de un conductor privado. Recrea las anécdotas de un militar retirado chofer de un “ricachón” y los consejos de este para conducir con responsabilidad. Al año siguiente, la tribuna quiso aventurarse con “El Chofer de concho”, definir el comportamiento del personaje frente a los pasajeros, es decir, sus clientes. 

La aventura salió bien. Pero, el reto de película es superar la hazaña con la voladora. Es, relatar “Viaje en una voladora un marte 13”, octubre 2020, viendo a Indiana Jones para tratar de emular a su productor Steven Allan Spielberg. Los recursos didácticos son insuficientes, quedó pendiente hablar del palo de la cotorra y la cocina de la voladora. 

A estas alturas, se creía que el concho y su chofer serían dos especies de la fauna dominicana en peligro de extinción. Pero no, siguen en engorde.

Otro descanso para regresar con el tema en el 2023. En este periodo salió “El tránsito urbano anda como el cangrejo”. Pretende demostrar que las autoridades del Intrant, igual los choferes y los ciudadanos, desbaratan a trompadas, lo que hacen con las manos. 

El periodo vio “Calles como sardinas en un concho”. Enfocado en demostrar que para el 2035 las calles serán las mismas de hoy, pero con más de 10 millones de vehículos rodando sobre ellas. Incluye, varias sugerencias para evitar que se cumpla la premonición.

Sin dejar de ser un lego en la materia, añadiré otras sugerencias para mejorar el tránsito urbano.

La insistencia es necesaria debido a que, este país tiene la particularidad de ver la modernidad y la barbarie caminando agarradas de la mano, como si fuera una cultura. Y aunque es difícil, hay que asumir el reto de separar la modernidad de la barbarie.

El parque vehicular del país, a enero de 2022, por ejemplo, suma 5,152,448 unidades, de estos 2,874,590 corresponden a motocicletas, equivalentes al 55.8% del total de vehículos registrados. El dato anterior conduce a la necesidad de reducir el número de motores existentes.

Pero, ¿cómo puede lograrse esa reducción? Sencillo.

El gobierno debería decidir aumentar los impuestos a los motores a un nivel que eleve su precio total.  Si comprar una motocicleta, luego, darle mantenimiento y pagar los impuestos de circulación se asemeja a los de un carro, la veta podría sufrir una baja considerable.  

¿Entonces, qué pasaría con los motoconchos? ¿Qué se mueran de hambre? No.

Para los motoconchistas “pobres padres de familia” el gobierno podría propiciar la adquisición de “margaritas”. Se trata de unos motores con tres ruedas y una cabina techada para el conductor y pasajeros. Una motoneta, como le llaman otros, cuesta cerca de 350 mil pesos y puede acoger hasta cuatro pasajeros. Si el gobierno reduce los impuestos a estas, su precio sería mucho menor.

Las margaritas, muy usadas en los pueblos de la Línea Noroeste, serían más seguras para los pasajeros y el conductor. Suelen ser, además, menos propensas a las actividades delictivas. 

Por otro lado, reiteramos que, el orden de los costos impositivos de las placas de los vehículos –el marbete-- debería cambiar. En consecuencia, mientras más nuevo sea el automóvil, menos pagaría por renovar marbete cada año. Por el contrario, cada año de envejecimiento de un vehículo traería un aumento por renovación del marbete. Así, los más viejos van saliendo de las calles por ser poco rentables.

Sugiero, para sustituir las chatarras y los motores, incentivar la constitución de compañías pequeñas. A su vez, que el gobierno sea garante de préstamos blandos para esas empresas nacientes en los bancos nacionales y las cooperativas. Los empréstitos serian para adquirir unidades de autobuses, minibuses y motonetas, según el carácter de cada compañía.

¿Cuándo comenzaran los dominicanos a dejar atrás la barbarie en materia de transporte urbano?