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Yo bien en el país dominicano, dice Felix Bonissette en creole. Alexis, Olis, Alfred, Joudne y Felix son obreros agrícolas en fincas arroceras de Angelina, Cotuí. En Haití no hay trabajo para ellos. Su gobierno no tiene políticas para crear empleos.   {youtube}fvx3_5vu_54{/youtube}  

En República Dominicana tienen buenos amigos, excelentes vecinos y ganan bien.

“Allá no estaba haciendo nada, cuenta Joudne Fradere. Este país me gusta. Quiero quedarme tranquilo”.

Los hijos de Alexis Vaniere van a la escuela junto a los hijos de sus vecinos dominicanos. Sueña con tener casa propia en República Dominicana para no tener que vivir alquilado.

El orgullo de todos es que no entraron a nuestro país ni a pie ni por el monte, sino pagando pasaje.

Todos se regularizaron, consiguieron sus papeles, para evitar tener que vivir con “la cabeza voltiá”, explica Olis Louis.

Osmar Benítez, presidente de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD), estima que el Plan Nacional de Regularización logró inscribir el 60% de los haitianos trabajadores en el campo dominicano.

Recordemos que, en un plazo de 18 meses, se inscribieron 288,486 extranjeros, su casi totalidad haitianos, en el Plan Nacional de Regularización.

Decenas de miles de otros haitianos no pudieron lograr regularizarse porque el gobierno haitiano no les entregó pasaporte, ni quiso documentarlos, a pesar de todas las facilidades y el apoyo que le ofreció el gobierno dominicano.

Lo que explica porqué cerca de 37 mil haitianos sin papeles decidieran retornar voluntariamente a Haití, muchos con la esperanza de conseguir pasaporte allá, solicitar visa en el consulado y regresar a trabajar en República Dominicana.

A pesar de la buena voluntad y el apoyo de otros gobiernos, en cuya primera fila ha estado siempre el gobierno dominicano, el gobierno haitiano ha sido incapaz (o no ha querido) llevar a cabo políticas que creen empleo, que generen confianza y atraigan inversión extranjera y permitan el acceso de su pueblo a la educación y a la salud.

En lugar de fajarse a mejorar las condiciones de vida de su pueblo, el gobierno haitiano adopta la política de estimular que miles de sus ciudadanos “pasen” a República Dominicana y permanezcan aquí. Entienden que así se quitan la “presión”, el reclamo popular, de encima. 

Ahora que el gobierno dominicano dijo basta de relajo y comenzó a poner orden en casa regularizando y documentando a los extranjeros, el gobierno haitiano no quiere a los suyos de vuelta. No quiere verlos ni en pintura. Para encubrir esa verdad, inventan la ocurrencia de una supuesta nueva crisis humanitaria y propalan en distintas capitales el absurdo de que si los haitianos regresan a su patria van a desestabilizar el poder político y pondrán en peligro las elecciones.

Los haitianos que residen en República Dominicana están muy claros sobre la naturaleza de quienes gobiernan Haití, de ahí su afán por regularizarse en nuestro país.

Felix Bonissette, viudo y con dos hijos, cuenta que los vecinos dominicanos los atienden cuando sale a trabajar. Hasta se ocupan de dar de comer a sus hijos. Su aspiración es que ellos –una quiere ser juez y el otro médico, se hagan profesionales.