En la Iglesia Episcopal, se lee y se estudia la Santa Biblia; pues, en ella está la Palabra de Dios, y “Porque la Palabra de Dios tiene vida y poder”. (Hebreos 4 12).
Se lee la Santa Biblia, porque en esas milenarias escrituras hay resúmenes de sabiduría, poesía, nociones históricas, ejemplos de héroes, semblanzas de mujeres ejemplares, meditaciones que ayudan a elevar el espíritu, imágenes de figuras épicas, ilustraciones de ética y moralidad, trazos de literatura de singular elocuencia, orientaciones para alcanzar metas anheladas, ejemplos de códigos para la disciplina, prototipos de buenos principios del comportamiento personal y grupal, tipificaciones de valores y virtudes esenciales; asimismo, sirve de curativo a la mente distorsionada, así también, ofrece elementos para calmar la ansiedad y relajar la depresión.
Yo leo las Sagradas Escrituras, porque esa lectura y la meditación, me ayudan a orientar mi existencia en este terruño donde se necesita continuo estímulo para mantenerse correcto, virtuoso, templado, y enfocado en la dirección para no “seguir el consejo de los malvados”, ni transitar por “el camino de los impenitentes”; más bien, sentir que puedo tener la seguridad de la cercanía y sostén del Divino Pastor. Escudriño los Evangelios, pues, en esa lectura y reflexión obtengo respuesta para soslayar el sufrimiento, angustia, congoja, dudas, soledad, miedo, dolor o muerte.
El Nuevo Testamento es fuente de inspiración para tener confidencia plena en Jesucristo el Hijo de Dios, el Pastor que nos brinda confianza y nos guía, porque, aunque andemos en “valle de sombra de muerte, no temeremos”. (Salmo 23:4). Leer y acertar la fe que Jesús es el Pastor que quita el miedo, alivia el sufrimiento, fortalece el espíritu, y ahuyenta el temor, es confortable; ya que: cuyo cayado nos dirige por caminos rectos, y nos acompaña en los tenebrosos momentos, cuando pasamos por oscuros caminos de angustia y malestar.
Reflexionar en los salmos, sirve para alentar el deprimido estado anímico, porque nos dicen: “Los que confían en el Señor, son inconmovibles”, en Él hay aliento y sostén.
Estudiar las Santas Escrituras puede dar alivio cuando nos sentimos descorazonados; puede ser aliento cuando estamos turbados; puede iluminarnos cuando estamos desorientados, como también, o cuando la debilidad espiritual nos agobia.
Repasar lo escrito acerca de Jesús el Nazareno, nos reanima y vigoriza.