Danilo Medina ha ganado amplia aprobación no porque haya impulsado un grandioso cambio social, ni la mayoría de la población haya mejorado sustancialmente su nivel de vida. La ha ganado en buena parte porque ha enviado en múltiples ocasiones la señal de que toma en cuenta la opinión pública.
Los críticos lo han llamado populista, pero no es así.
El populismo es un movimiento político que apela a la movilización del pueblo en la consecución de fines políticos, y esa no ha sido la característica del gobierno de Medina ni de ningún otro en República Dominicana. El pueblo dominicano está adormecido por el clientelismo; no movilizado por el populismo.
Sin transformar la naturaleza corrupta y clientelar del Estado, Medina ha impulsado algunas medidas de amplio apoyo como el 4% del PIB para la educación y el sistema de emergencias 9-1-1. Lo pudo hacer Leonel Fernández en sus 12 años de presidencia y no lo hizo porque prefirió las grandes obras de construcción.
Cuando en un gobierno se genera una gran crisis económica como sucedió con Hipólito Mejía, es relativamente fácil gestar una alternativa electoral de alta aceptación. Eso benefició a Fernández en 2004 y 2008.
Ahora el país no enfrenta una crisis económica de magnitud ni de deslegitimación presidencial. Medina es altamente valorado y hay relativa estabilidad económica. Esto presenta un escenario electoral diferente para Fernández comparado con las tres ocasiones anteriores en que compitió.
En 1996, Joaquín Balaguer y los grupos ultra-conservadores buscaron cerrarle el paso a José Francisco Peña Gómez. El PLD fue su opción y Fernández era un joven desconocido que subió con el aura de Juan Bosch y la mano de Balaguer.
En 2004, el país estaba harto de Hipólito Mejía y se gestó el clamor “e’pa fuera que van”. En 2008, el ambiente electoral era todavía similar al 2004. Por eso Fernández pudo fácilmente derrotar a Medina en las primarias del PLD y a Miguel Vargas en las elecciones presidenciales.
Ahora la evaluación que hace la ciudadanía de Fernández no es sólo en relación con la descalabrada oposición, sino también con un popular Medina.
Un amplio segmento de la población sabe que Leonel Fernández no es devoto de la no-reelección. Cambió la Constitución en 2010 para postularse por cuarta vez en el 2016. Saben que si el proyecto reeleccionista a favor de Medina no cuaja es fundamentalmente por la oposición de Fernández. Por eso, en la medida que avance el proyecto leonelista, será mayor el encono de muchos votantes por haberle cerrado el paso a Medina. Fernández no está en la calle por el escándalo Quirino, sino porque siempre ha sido su plan repostularse y es ya mediados de marzo.
En este contexto, para un amplio segmento de la población que prefiere la reelección, incluidos muchos peledeístas, Fernández es peor alternativa. Esto lo coloca por primera vez en una posición electoral desventajosa.
¿Significa que perderá las elecciones de 2016? No necesariamente. Las precariedades de la oposición abren el camino a un triunfo del PLD. Pero si cambiara esta situación, Fernández transitaría un camino muy pedregoso.
La popularidad de Danilo Medina ha debilitado el liderazgo partidario y nacional de Fernández, porque en la comparación, Medina aparece mejor sintonizado y armonizado con la población, y la ciudadanía nunca busca elegir lo que considera peor. Ni el chicharrón ni la tambora solucionan este problema.
Aunque Leonel Fernández gane la nominación y las elecciones, él va ahora mismo a contracorriente; y su gran desafío si gana nuevamente será gobernar con amplia aprobación, no atragantando al pueblo.