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Opinión | Por Edición Espacinsular

El 2025 ha sido un año de resiliencia, valentía y solidaridad inquebrantable para La Vía Campesina (LVC). En todos los continentes, campesinxs, pequeñxs productorxs, pueblos indígenas, mujeres rurales, pastores y jóvenes se han unido para defender la tierra, las semillas y los medios de vida que nutren nuestro mundo.

En una época de crisis climáticas cada vez más graves, guerras genocidas, acaparamiento de tierras por parte de las empresas y desigualdades sistémicas, su apoyo ha empoderado a las comunidades para que se mantengan firmes, alcen la voz y exijan justicia.

Los retos a los que nos enfrentamos son inmensos, pero la fuerza de las comunidades rurales, que trabajan colectivamente y se guían por siglos de conocimiento, nos recuerda que el cambio es posible cuando la solidaridad marca el camino. 

Este año, nuestro trabajo ha adquirido nuevas dimensiones gracias a importantes encuentros y movilizaciones a nivel mundial. El Tercer Foro Global Nyéléni, celebrado en septiembre, fue un hito para los movimientos sociales de todo el mundo. Reunió a pequeñxs productorxs de alimentos, trabajadorxs urbanxs, trabajadorxs de la salud e innumerables organizaciones de base para forjar un frente unido contra las crisis interrelacionadas del hambre, el cambio climático y la desigualdad. La Declaración de Kandy, surgida de este Foro, reafirmó nuestro compromiso con la transformación sistémica, un llamamiento a reimaginar los sistemas alimentarios, proteger el medio ambiente y garantizar la justicia para todas las comunidades rurales.

Poco después, el espíritu de este compromiso colectivo se hizo patente en las calles de Belém, Brasil, durante la COP30. Más de 70 000 personas participaron en la histórica Cumbre de los Pueblos y en las movilizaciones relacionadas, demostrando que lxs ciudadanxs de a pie y las organizaciones de base pueden desafiar los sistemas arraigados e impulsar soluciones reales que den prioridad a las personas y al planeta por encima de los beneficios empresariales. LVC publicó un manifiesto en el que instaba a tomar medidas climáticas basadas en la agricultura campesina agroecológica y rechazaba las «soluciones falsas» que concentran aún más el control de los sistemas alimentarios en manos de las empresas multinacionales. Estas acciones pusieron de relieve el poder de las voces colectivas para dar forma a la política internacional y la conciencia mundial.

A pesar de estos avances, seguimos siendo muy conscientes de que las catástrofes climáticas ya no son amenazas lejanas, sino que están aquí y están devastando las comunidades rurales y los sistemas alimentarios que nos sustentan a todxs. En noviembre, nuestro llamamiento llamó la atención sobre la destrucción en toda Asia, donde las inundaciones y los ciclones arrasaron pueblos, arrasaron medios de vida y dejaron a innumerables familias luchando por sobrevivir. Estos desastres no son solo estadísticas, son personas reales —campesinxs, pescadorxs y pequeñxs productorxs— cuyas casas, cultivos y futuros han quedado destrozados.

En Palestina, seguimos comprometidos con compartir las historias de despojo y violencia que sufren lxs campesinxs y pescadorxs, incluso mientras la región sigue soportando un conflicto devastador y multifacético. Los esfuerzos de solidaridad mundial, impulsados por personas comunes y corrientes de todo el mundo, han creado una presión política que ha contribuido a lograr un frágil alto el fuego. Sin embargo, como hemos destacado a lo largo del año, no debemos, ni por un momento, apartar la mirada de Palestina. Nuestra solidaridad con un pueblo desgarrado por la guerra sigue siendo esencial: apoyar su lucha por reconstruir, recuperar sus medios de vida y vivir con dignidad frente a la adversidad continua.

En todas las regiones, nuestras organizaciones miembros se movilizaron contra el acaparamiento de tierras, la agroindustria corporativa y las violaciones de los derechos de los campesinos, abogando por la plena aplicación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos (UNDROP). También hemos pedido un nuevo orden comercial basado en los principios de la soberanía alimentaria, que respete los derechos de las comunidades a producir, distribuir y consumir alimentos de manera que se satisfagan las necesidades locales y se preserve el medio ambiente. Estas campañas se han visto reforzadas por asambleas y movilizaciones regionales, en las que las voces locales han dado forma a las estrategias globales, lo que nos recuerda de manera vívida que el cambio comienza en los campos, los bosques y las ciudades donde vive la gente.

Sus contribuciones hacen que todo esto sea posible.

Cada donación, cada hora de voluntariado, cada mensaje de solidaridad refuerza nuestra capacidad para luchar por una transformación sistémica, amplificar las voces marginadas y garantizar que los derechos y la sabiduría de lxs campesinxs sigan siendo fundamentales en los debates globales sobre la alimentación, el clima y la justicia. Su apoyo es vital para ayudar a las comunidades a recuperarse, reconstruirse y fortalecer su resiliencia frente a las crecientes amenazas del cambio climático. Con su apoyo, podemos seguir defendiendo la biodiversidad, ampliando las prácticas agroecológicas, protegiendo la tierra y el agua, y creando un futuro en el que las comunidades rurales no solo sobrevivan, sino que lideren el camino hacia un mundo justo, sostenible y equitativo.

El 2025 ha demostrado que la solidaridad funciona.

Demuestra que las comunidades pueden convertir la esperanza en acción, el conocimiento en políticas y el coraje en un cambio duradero. Con ustedes a nuestro lado, avanzamos hacia 2026 con una determinación renovada para proteger nuestra Madre Tierra, defender la dignidad humana y proteger los derechos de lxs campesixos en todo el mundo.

Juntxs somos más fuertes y juntxs seguiremos forjando un futuro en el que la justicia, la sostenibilidad y la soberanía alimentaria no sean aspiraciones, sino realidades.

¡Recibamos el 2026 con lucha, solidaridad y esperanza!