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Opinión | Profesora Rosario Espinal/analista social

El sistema de partidos políticos dominicano pasa por un proceso de desestructuración. Dos de los tres partidos que en el pasado concitaron gran apoyo electoral (PRSC y PRD) han experimentado en años recientes procesos de división y han disminuido sustancialmente su fuerza electoral.

 La desestructuración del PRSC comenzó en 1996, pero se aceleró a partir de la muerte de Joaquín Balaguer en el 2002. De ahí en adelante, el PRSC se ha dividido en varias ocasiones, y en las encuestas recientes registra una preferencia electoral menor de 5%.

La desestructuración del PRD comenzó con la derrota de Hipólito Mejía en el 2004, hubo un período de reposicionamiento electoral entre 2008 y 2012, para luego producirse la división que a partir de 2014 ha llevado a un declive electoral de ese partido. Las encuestas más recientes mostraron una bajapreferencia electoral.

Al estar en el poder, el PLD ha podido sortear hasta el momento las tensiones que producen el enfrentamiento entre el danilismo y el leonelismo; y al querer permanecer en el poder, es artífice de las alianzas con los partidos anteriormente grandes que se han desestructurado y con muchos otros que siempre han sido pequeños.

Esa desestructuración de los partidos está provocando un transfuguismo político de amplio alcance.
Los partidos que fueron grandes y están achicados han abandonado los objetivos propios de una organización partidaria: forjar una visión política para conquistar el apoyo de la mayoría del electorado y llegar al poder. Su objetivo ahora es negociar posiciones con el PLD para no quedar totalmente fuera del juego político. Es un transfuguismo de partido que no puede confundirse con pactos programáticos para mejorar la ejecutoria gubernamental.

Por otra parte, la necesidad que tiene el PLD de acomodar a los suyos y a los aliados (de antes y de ahora), genera conflictos intra- e inter-partidarios. El pacto para lograr la reelección devino en un acuerdo para mantener a todos los legisladores en sus posiciones y ha frisado la competencia por candidaturas legislativas.

Con todos esos candados, no queda prácticamente espacio para acomodar nuevas aspiraciones a nivel legislativo. Por ejemplo, diputados que aspiraban a ser senadores tienen que conformarse con mantener sus posiciones o salirse del PLD, tal cual ocurrió con un diputado peledeísta en Azua.

El problema en las alcaldías es aún más complejo porque envuelve más posiciones, y en el afán de las dirigencias partidarias por mantener control en la selección de candidatos, no unifican criterios para optar por un método de selección. Plantear que en unos lugares se harán encuestas y en otros primarias genera muchas tensiones e incertidumbres, una, porque son decisiones arbitrarias, y otra, porque un método puede favorecer a un candidato más que a otro. Las decisiones que se tomen en las próximas semanas podrían producir más desafectos. Es decir, quienes queden fuera en la selección de candidaturas a alcaldes y regidores en un partido podrían irse a otro si son bienvenidos con sus aspiraciones.

La desestructuración de los partidos profundiza el transfuguismo por tres razones: una, hay incertidumbre en la capacidad de los partidos en declive de asegurar un triunfo de candidaturas; dos, no hay confianza en la validez de los mecanismos para seleccionar las candidaturas; y tres, las demandas de beneficios para ofrecer lealtad partidaria aumentan.

La amplitud de recursos con que cuenta el PLD sirve de contención a un mayor transfuguismo ya que muchos apuestan a ser beneficiarios de la clemencia del Estado; pero aun así, será difícil mantener un alto nivel de disciplina y lealtad partidaria.