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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Las fiestas de carnaval se celebran antes de la llegada de la cuaresma. La gente se pone la careta y el disfraz para desinhibirse. Se esconde sin disimulo detrás de la careta y el disfraz. Y ahí sueltan las riendas a la imaginación, a la fantasía y a los deseos.

Pero al llegar la cuaresma entran en recogimiento, se quitan la careta del delirio y muestran su otra máscara, a veces más ficticia que la anterior. Si no, pregúntenles a los generales de uniformes limpios e impecables y consciencia sucia. A los políticos corruptos y encubridores de la corrupción; a la justicia garantista de la impunidad. Porque nos hemos convertidos en una sociedad que teme verse la cara.

Con todo, los carnavales más renombrados en la tradición europeo-colonialista, sin dejar de lado la influencia africana, son: Los Diablos Cojuelos de La Vega, Los Lechones de Santiago, Los Toros de Montecristi, Los Papeluses y Platanuses de Cotuí, etc.

Los Diablos Cojuelos de La Vega saltan a la vista por sus caretas y disfraces impresionantes. El ritual carnavalesco vegano se limita a recorrer una avenida preseleccionada y luego descansar en una cueva. Se reconocen por tener un nivel de organización impecable.

Los Lechones de Santiago son todo lo contrario. Sus disfraces y caretas tienen su origen en la creatividad de la gente de los barrios populares de Santiago y son tan viejos como la misma ciudad. En un principio destacaban Los Lechones de Los Pepines y los de La Joya. Con el crecimiento de la ciudad surgieron los de Los Jardines y los de Pueblo Nuevo.

Cada grupo barrial en Santiago tiene su disfraz y su careta que los caracteriza. En tiempos de carnaval, Los Lechones recorren todas las calles de Santiago. De todos los rincones de la ciudad sale una comparsa sin que nadie los limite en parte alguna.

Los Toros de Montecristi tienen como disfraz un mameluco de color azul, amarillo y negro. En principio tenían un rabo que con el tiempo desapareció. Las caretas simbolizan la cara de un toro o de una vaca. En el ritual Los Toros dramatizan un enfrentamiento con Los Civiles. Las armas utilizadas en el duelo son los “fuetes” o látigos. En principio Los Toros eran parte del carnaval cimarrón, luego mutó pasando a la tradición europeo-colonialista.

Los Papeluses y Platanuses de Cotuí tienen un disfraz de tiras de tela en diferentes colores y a veces de un solo color. Los Platanuses usan el mismo traje, pero con tiras de hojas de plátanos secas. Las máscaras son fabricadas de higüeros. El higüero es un vegetal de forma ovalada y los campesinos los usan para hacer utensilios de la cocina, dígase platos, cucharas y calabazos para cargar agua. Los trajes son adornados con comején y panales de avispas.

En el Sur y parte del Este se celebra el carnaval cimarrón. El nombre le viene porque se cree que es un carnaval que se separó de la tradición colonial. Es decir, se celebra en plena cuaresma, en Semana Santa. Mientras una parte del país está echando los demonios, en el Sur la carne se deleita a sus anchas.

En la tradición del carnaval cimarrón reseñamos: Las Cachúas de Cabral, El Gagá de Barahona, Los Congos de Villa Mella, Los Guloyas de San Pedro de Macorís, etc. Los Congos y Los Guloyas fueron declarados por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El disfraz de las Cachúas de Cabral consiste en un traje de colores, con alas tipo murciélagos. Los colores de las máscaras son en base a papel multicolor de vejiga y crepé. Usan una capa con espejitos, cascabeles y un “fuete” en la mano. El ritual consiste en que Las Máscaras, como también les dicen a las Cachúas, se enfrentan a los civiles a puros fuetazos. Al final, el lunes después del domingo de resurrección, hacen un repique de foetes en el cementerio del pueblo, en honor a las Cachúas caídas.

El Gagá de Barahona es una manifestación basada en la música y la danza con un profundo componente religioso. El disfraz consiste en atarse a la cintura una cantidad impresionante de pañuelos de los más variados colores. En la mano los mayores llevan un machete o colín “vacia’o”, bien afilado. Recorren una y otra vez las calles y peatones del batey bailando y cantando.

Los Congos de Villa Mella son una manifestación musical, danzaria y de las festividades populares. La Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella es la sociedad que se encarga de mantener viva la tradición. La música de los cofrades es tocada con unos instrumentos llamados Congos.

Los Guloyas de San Pedro de Macorís usan un traje muy llamativo. Los adornan con espejitos, cintas y piedras de colores. Las capas son amarillas y rojas. En la cabeza usan un copete de piedras coloreadas y plumas de pavos pajuiles. Los Guloyas son un aporte de los cocolos a la cultura criolla. Su ritual se concentra en la recreación de bailes o danzas montados en zancos.

Todas estas experiencias esperan el diseño de políticas y estrategias que las coloquen en el mercado. Por el bien de todos estos actores, por el bien de los lugares de donde salen y actúan, por el bien del país. Por el bien del pueblo.

Ya que políticos y delincuentes nos vienen robando todo, que no nos roben la esperanza ni la alegría.