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Reportajes | José Luis Soto

Cinco años después de un devastador terremoto, que azotó la capital de Haití y los pueblos cercanos el 12 de enero de 2010, causando la muerte de 230 000 personas, el país continúa el proceso de reconstrucción y el pueblo haitiano muestra signos de resiliencia a pesar de la incertidumbre política actual. Casi todos tienen una historia que contar. 

 “No importa con quién se hable en estos días en Haití —el médico de la aldea, el pequeño empresario de Puerto Príncipe, el joven estudiante universitario— su deseo es avanzar”, dice Mary Barton-Dock, enviada especial para Haití del Banco Mundial. “Y avanzar significa seguir teniendo un mejor acceso a la salud y la educación, y un futuro con mayores oportunidades para todos”. 

VOCES DE HAITÍ 

Cinco haitianos comparten sus historias. Vea cómo perciben el cambio que su país está experimentando: 

"El único lugar donde me siento bien es aquí en Haití" 

El terremoto destruyó su casa. Unos delincuentes mataron a su marido en frente de ella. Todos los días encara desafíos que van desde la carencia de electricidad hasta la falta de seguridad. Sin embargo, Sharline DuBuisson no puede imaginar vivir en otro lugar que no sea Haití. "Tengo familiares en el exterior. Siempre me preguntan ¿Qué estás haciendo ahí todavía? ¿Por qué te quedas?", dice. "Pero el único lugar donde me siento bien es aquí en Haití". 

Hace 15 años, abrió un cibercafé. Ahora, es propietaria de un pequeño negocio de transferencias de dinero y vende teléfonos celulares. Y su negocio está creciendo, dice con orgullo. Emplea a más de 20 personas. 

Esto no es poca cosa en Haití, donde el desempleo afecta al 40 % de la fuerza laboral urbana y casi el 50 % de la fuerza laboral femenina. Muchos emigran en busca de una mejor fuente de ingresos. Más de 1 millón de haitianos viven en el extranjero. 

El porcentaje de hogares que reciben transferencias privadas en Haití aumentó de 42 % a 69 % entre 2001 y 2012. Las remesas de los trabajadores desde el extranjero han representado más de una quinta parte del producto interno bruto (PIB) de Haití en los últimos años, y provienen principalmente de la República Dominicana y Estados Unidos. 

"Hay muchas oportunidades aquí", asegura Sharline, llena de confianza.

“Mi sueño es tener un hospital”

 El día posterior al terremoto, Germanite Phanord fue enviada a Puerto Príncipe por dos meses y medio para ayudar a los heridos. "Fue catastrófico", recuerda la médica, formada en Cuba y España.

 Después de la catástrofe, abrió una pequeña clínica en la ciudad de Hinche, en el centro de Haití, con la ayuda de una organización no gubernamental. Dice que la abrió porque había una necesidad de la población en materia de servicios de salud. Un día pensó: “Si conduzco a Puerto Príncipe y tengo un accidente en el camino, capaz que muera”. Su sueño es tener un hospital que pueda hacerse cargo de cualquier paciente, independientemente de la situación económica que la persona tenga. 

Esto es particularmente importante en Haití, donde el 40 % de la población no puede acceder a servicios de salud. El 80 % de los haitianos más pobres vive en el campo, donde el acceso al agua, el saneamiento y los servicios de salud es limitado. Y la educación tiene un efecto sobre la salud: un 34 % de los niños cuyas madres carecen de educación sufren un retraso en el crecimiento, en comparación con el 12 % de los niños cuyas madres tienen educación secundaria o superior.

“Lo que tenemos que hacer es no darnos por vencidos nunca, y explicar siempre cómo construir apropiadamente”

 “Todas las tiendas de campaña a lo largo de las calles”. Esa es la imagen que Wisler Dyrogène tiene en mente cuando recuerda el periodo posterior al terremoto. Como ingeniero, sabe de viviendas.

 Formó parte del equipo de 400 ingenieros haitianos que evaluó la seguridad y los daños estructurales de más de 420 000 edificios en el país para evitar más muertes o lesiones causadas por construcciones inseguras, y alentar a las personas a regresar si sus casas o negocios eran seguros. Cada edificio  fue etiquetado con “verde si era seguro”, “amarillo si existía un peligro parcial” y “rojo si era peligroso”. Además, las bases de datos —que son de libre acceso— y los mapas para GPS que se crearon permitieron informar, cuantificar y monitorear la rehabilitación de los vecindarios.

 El Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Comunicaciones también ha ofrecido cursos de capacitación para 12 000 personas, desde obreros a arquitectos. Con la ayuda de un autobús equipado para poder proyectar películas y presentaciones, el Ministerio se acerca a menudo a las obras en construcción para ofrecer instrucción. “La situación está cambiando, aunque lentamente”, dice Dyrogène. 

Construir de manera segura y a prueba de terremotos es muy importante en Haití: más del 96 % de su población está en riesgo de quedar expuesta a dos o más peligros.

“Para que los jóvenes puedan expresar su opinión en materia de desarrollo en Haití” 

Los familiares de Anne-Martine pensaron que estaba muerta porque su facultad se destruyó durante el terremoto. Se suponía que debía estar en la universidad en el momento del sismo en la capital haitiana. Pero, por un golpe de suerte, su profesor había dejado irse temprano a los alumnos ese día. 

Ahora que está a punto de graduarse de ingeniera, está haciendo una pasantía en una empresa, en la que recibe capacitación técnica y de gestión. El deseo de Anne-Martine para Haití es que haya una política que permita participar a los jóvenes en el desarrollo de su país. 

Impulsada por su pasión de aprender, cofundó la organización ACTIVEH, que ayuda a estudiantes haitianos a encontrar pasantías en las comunidades locales. “Desarrollan disciplina, aprenden a interactuar con la gente y ser más responsables”, dice Anne-Martine. Estas habilidades les serán útiles cuando comiencen a buscar trabajo. 

Esto es fundamental en Haití, donde el 60 % de los jóvenes está desempleado y solo un 60 % de las personas en edad de trabajar está activa. Aunque las tasas de participación escolar han aumentado para los niños de 6 a 14 años, aproximadamente el 62 % de estos está en un grado muy bajo para su edad.