Madrid (España), 30 de diciembre de 2025. El 2025 nos deja muchas preguntas, lecciones y aprendizajes sobre las migraciones. Además de hacer el balance de lo que fue el acontecer migratorio en este año, es necesario comprender las formas en que las migraciones están transformando el mundo.
Los profundos cambios que las migraciones implican para la estructura demográfica del mundo, la heterogeneidad socio-cultural y étnica de las sociedades, la gobernanza política global y el sistema jurídico de la protección internacional nos dan mucho que pensar para el 2026.
Estos cambios que transforman el mundo evidencian elocuentemente que, debido a su creciente complejidad, las migraciones no se pueden entender como un subcampo de alguna disciplina científica, tampoco como un epifenómeno secundario de las relaciones internacionales o asuntos externos y extranjeros de un gobierno y de la diplomacia de un Estado, mucho menos como un renglón del producto interno bruto de una economía nacional o un problema objeto de alguna política pública. Al contrario, las migraciones son definitivamente parte integral de un campo de estudios que cuenta con su epistemología, sus bagajes teórico-conceptuales y su instrumental metodológico y que, en su versión crítica, evidencia cómo se van deconstruyendo las categorías con las que este fenómeno se sigue aprehendiendo y clasificando, los instrumentos jurídicos con los que se continúa regulando y los enfoques con los que se le intenta gestionar. Por lo tanto, su comprensión y gobierno exigen, por parte de todos los actores involucrados, el manejo de un mínimo de conocimientos y destrezas y la capacidad para el diálogo inter/transdisciplinario y la negociación multilateral, así como una gran sensibilidad humana para el trato con migrantes y refugiados.
A modo de contribución a los debates migratorios, comparto, desde mis investigaciones académicas más recientes, algunas preguntas pertinentes en el campo de los estudios migratorios y un par de lecciones sobre la “producción de la desprotección” que contribuyo a teorizar en mi última publicación partiendo del estudio de caso de la migración haitiana post-terremoto en Latinoamérica (véase el enlace https://isbnmexico.indautor.cerlalc.org/catalogo.php?mode=detalle&nt=471212).
PREGUNTAS
Estructura demográfica del mundo
En la estructura de la demografía mundial pesan cada vez más los migrantes internacionales no sólo en las estadísticas, sino principalmente en las dinámicas relacionales tejidas en gran parte por encuentros y desencuentros entre migrantes y sociedades de destino y en el futuro de nuestra humanidad, en el que inciden la naturaleza y sus sobresaltos, tales como terremotos, huracanes, cambio climático, etc.
De 281 millones en 2020, los migrantes internacionales pasaron, a mediados de 2024 (en menos de cuatro años), a 304 millones de personas que equivalen al 3,7% de la población mundial, según las estadísticas más actualizadas (https://www.migrationdataportal.org/es/international-data?i=stock_abs_&t=2024 ). Si bien este número crece cada año a consecuencia de múltiples factores que no se reducen solamente a los motivos económicos y a la persecución bajo todas sus formas (política, étnica, religiosa), ¿qué tanto se valora en su justa medida a la población migrante y a sus múltiples aportes en todos los campos (económico, cultural, literario, social, político) a los países de origen y destino? ¿Cómo incentivar y potenciar aún más estos aportes, esforzándonos por disminuir el daño a la población migrante, en particular, a quienes vienen del Sur global y son racializados? ¿Cómo contribuir a que la población migrante tenga un lugar en el mundo y que el desarraigo no se convierta en su fatal destino?
Heterogeneidad socio-cultural y étnica
Desde el punto de vista socio-cultural e incluso étnico, la demografía mundial se ha visto enriquecida por la heterogeneidad, ya que las migraciones traen consigo una gran diversidad en cuanto a orígenes geográficos y étnicos, culturas, saberes, historias, cosmovisiones, habilidades técnicas en general.
¿Qué tanto se aprecia esta diversidad migrante en cuanto a su contribución no sólo en términos puntuales de mestizajes y de posible solución para el déficit demográfico de países del Norte, sino en la creación de nuevos artefactos, productos e incluso de mundos artísticos, literarios, culturales, epistémicos y de nuevas estéticas y poéticas? ¿Cómo crear entornos sociales interculturales en los que esta diversidad pueda ser vista y vivida como una riqueza y no como una amenaza?
Gobernanza política global
Aun siendo globales, con fuertes implicaciones directas o indirectas para todos los países (origen, destino y tránsito), las migraciones son paradójicamente cada vez más gobernadas o gestionadas bajo el régimen de la soberanía nacional y bajo la figura o de alianzas entre gobiernos soberanos o de acuerdos entre éstos y potencias mundiales. Sin embargo, los principales problemas y retos migratorios cobran crecientemente una dimensión que rebasa la esfera de la soberanía nacional y exige el multilateralismo para su solución.
¿Bajo qué condiciones jurídicas y políticas, los desafíos migratorios, en particular, aquellos que resultan de factores más contemporáneos o estrictamente globales, podrían llegar a debatirse en espacios multilaterales, plurales y polifónicos, en los que todas las voces quepan, se escuchen y cuenten en las grandes decisiones sobre las migraciones?
- LECCIONES
La mayor preocupación que las migraciones arrojan se centra sin duda en lo legal. A continuación, planteo un par de lecciones para repensar lo que parecería ser el mayor reto jurídico para las migraciones: la protección internacional.
“Con casi 9000 muertes, 2024 es el año más mortífero de la historia para los migrantes”, rezó el título de una noticia publicada por las Naciones Unidas (https://news.un.org/es/story/2025/03/1537436 ); la noticia señalaba la necesidad de « rutas seguras y legales para las personas en movimiento: la única solución sostenible a la crisis de las muertes de migrantes ».
2025 es un año que evidencia aún más la complejidad de la cuestión jurídica migratoria que no se limita al establecimiento de rutas legales para salvar las vidas de las personas en movimiento, sino que exige repensar a fondo el sistema de protección internacional que debería garantizar universalmente a todos los seres humanos la posibilidad jurídica de disfrutar de todos sus derechos humanos fundamentales, entre ellos, el derecho a la vida, a la salud y a no ser víctimas de las formas de discriminación racial y otras.
Sorprende el hecho de que cada vez más se restringe la protección internacional para las personas extranjeras a la solicitud de asilo, esto es, al ejercicio del derecho humano fundamental que ellas tienen para solicitar el acceso a la condición jurídica o estatus de refugio; evidentemente, es una prerrogativa soberana que tiene cualquier Estado para reconocer o no la condición solicitada. Al verse negada su solicitud de asilo o, incluso, al verse impedida para hacer tal solicitud (debido al cierre de fronteras, a las devoluciones y deportaciones “en caliente”, a las restricciones al derecho al asilo), la persona extranjera es expulsada inmediatamente fuera del sistema de la protección internacional y queda desprotegida, sobre todo si tiene necesidad de protección internacional; en algunos casos, se le puede brindar alguna forma de regularización migratoria (tal como se hace con migrantes venezolanos en Colombia y en otros países) que, evidentemente, no reemplaza la protección internacional a su favor.
Vale subrayar el gran esfuerzo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) por redefinir la noción de “necesidad de protección internacional”, ampliando considerablemente la tipología de los riesgos que dan origen a esta necesidad tales como “los de persecución, amenazas a la vida, libertad o integridad física derivadas de conflictos armados, graves desórdenes públicos o diferentes situaciones de violencia” y también los relacionados con “hambruna vinculada con situaciones de conflicto armado; desastres naturales o antropogénicos; así como la apatridia.” (ACNUR, Personas que necesitan protección internacional, junio de 2017) Sin embargo, algunos casos, tales como la migración haitiana post-terremoto en Latinoamérica, evidencian que falta mucho todavía por hacer para que, en la realidad, las personas que necesitan protección internacional la obtengan efectivamente. Es allí donde es relevante retomar dos grandes lecciones que la migración haitiana post-terremoto en Latinoamérica nos deja sobre las razones que explican esta situación.
Dos grandes lecciones de la migración haitiana post-terremoto en Latinoamérica
Los diez autores del libro que acabamos de publicar en México delinean los contextos de esta migración que surgió después del terremoto del 12 de enero de 2010 y se dirigió principalmente hacia Latinoamérica: “[…] la imposibilidad de acceder al derecho al asilo en el continente (Louidor); las políticas restrictivas de visa en Sudamérica (Trabalón); y las deficiencias del sistema migratorio mexicano (Coulange). Asimismo, se examinan los nuevos repertorios de movilidad ante la necropolítica del Tapón del Darién (Hernández), las condiciones de espera en Tapachula (Pérez y Camargo), la dinámica de las caravanas en Tijuana (Ibarra), las estrategias fronterizas en Acuña (Arzaluz y Uribe) y las transformaciones del imaginario colectivo haitiano sobre el sueño americano (Destin).” (Louidor & Hernández, Migración haitiana en las Américas. Morelia & San Cristóbal: El Colegio de Michoacán y el Colegio de la Frontera Norte. 2025, p.6)
A lo largo de 15 años, de 2010 a 2025, a la gran mayoría de los más de medio millón de migrantes haitianos, en particular, en América Latina (con excepción quizás de México), no se les ha permitido acceder a la condición jurídica de refugiados, al considerarlos exclusivamente como “migrantes económicos” que buscan empleo y mejores condiciones de vida e incluso como “migrantes humanitarios” que huyen de la “crisis humanitaria” en Haití; esto significa que a estas personas migrantes haitianas se les produce epistémicamente como “esencialmente pobres” obviando así los demás elementos de su propio contexto, sea a nivel personal o en relación con su país de origen. Por ejemplo, entre estas personas migrantes haitianas hay numerosos jóvenes que buscan en Latinoamérica oportunidades de estudio y también profesionales que quieren seguir ejerciendo sus profesiones en condiciones menos inseguras.
La primera lección es la siguiente: además de ampliar la noción de necesidad de protección internacional y los riesgos que le dan origen, se debe replantear la protección internacional de manera más global que el sistema del refugio que termina anclado en la disyuntiva estrecha y manipulable sobre si la persona extranjera califica o no para solicitar el asilo y obtener el estatus de refugiado.
La segunda lección consiste en esta idea: la desprotección de la que son cada vez más víctimas las personas migrantes no se puede entender simplemente como una falta o ausencia de protección internacional; se trata de una condición real, concreta y situada que es producida para que dichas personas estén y permanezcan desprotegidas, esto es, sin que tengan acceso no sólo al estatuto jurídico de refugiados, sino al disfrute de sus derechos humanos y a las garantías (entre ellas, el debido proceso) que deberían tener.
De esta manera, la desprotección conlleva una condición objetiva que hace que, por un lado, las personas migrantes se vuelvan ilegalizables, criminalizables, deportables, vulnerables y con sus vidas pendiendo de un hilo y, por el otro lado, ellas tengan que utilizar su creatividad, resiliencia, estrategias de movilidad, gramáticas de resistencia y redes de solidaridad. De allí se podría hablar de la “producción de la desprotección” que tiene sus factores, mecanismos, actores y medios y que desencadena también respuestas por parte de personas migrantes, de la solidaridad entre ellas y de sus redes de apoyo externas.





