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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

El carnaval se calentó en Santiago de los Caballeros. Pero hay dos carnavales: uno comenzó en Los Jardines Metropolitanos, los lechones protagonizan el jolgorio. El otro cunde en las comunidades del Cibao y el país, el Dr. Leonel Fernández va a la encabeza, se auto coronó Rey Momo.

El carnaval criollo tiene a febrero como periodo de celebración, se sabe que lo ideal consiste en coordinar un programa que finalice antes del inicio de la Cuaresma. Pero el Carnaval Cimarrón es una modalidad de las festividades enmascaradas que asume el tiempo de penitencia como centro de celebración.

El carnaval de los lechones, por su lado, entró en crisis cuando un grupo de medios de comunicación televisiva anunció una guerrita de baja intensidad. El conato quedó resuelto cuando vino una comisión desde el mismísimo Palacio Nacional con poderes plenipotenciarios para repartir.

Las promesas fueron acogidas con beneplácito. Los contendores guardaron sus espadas. O sus puñales. A cada uno se le dará su compensación. Todo dependerá de que tan filoso sea uno u otro puñal.

Una vez tranquilizados los nervios del interés, los otros nervios se alborotaron. El domingo recién pasado las vejigas, los foetes, las máscaras y los coloridos disfraces lucieron por todo lo alto en las calles de Santiago. En Los Jardines Metropolitanos.

Pero un disfraz llamo particularmente la atención. Se trata de un joven espigado, de aparente tez blanca. Lucía un atuendo morado de cuerpo entero, camisa blanca, cubierta por una chaquetilla estampada con figuras geométricas, llena de manchas verdes, amarillas y coloradas.

Sobre la chaquetilla se terciaba el manto cardenalicio, por la espalda el flu terminaba en alas de cucarachas. Las tachas amarillas se cernían como rayos de luz iluminando el sendero. Las sombras verdes servían para mantener la unidad del bote Rescate RD. Estaba disfrazado de maestro de ceremonia en un evento del PLD.

Pero la particularidad del disfraz conducía a divisar el otro carnaval. Una festividad sin límite territorial, unipersonal, signada por los celos y la violencia. Ese otro es un carnaval monocromático.

Visto desde el enfoque de un solo color, sin la escala de degradaciones, así es la campaña de la Fuerza del Pueblo. Un carnaval monocromático.

Se sabe de sobra la riqueza de los carnavales en cuanto a creación de personajes. Lo electoral no escapa al característico colorido. Sin embargo, Leonel Fernández empleó sus dotes de intelectual y de pensador preclaro para hacer de su carnaval un monologo perfecto. Él es el único personaje.

La ventaja del Rey Momo del carnaval político-electoral consiste en la capacidad del actor principal y secundario para desdoblarse en el escenario. Lo mismo puede estar en Barahona o en Montecristi de manera simultánea. Es como Dios, omnipresente. Las características variables del territorio en la geografía nacional son neutras para la FUPU. El territorio no impone sus límites.

No importa el municipio, en todos y cada uno de ellos el personaje es el mismo, el verde es el mismo, las consignas son las mismas. Los demás candidatos —si los hay— aparecerán en la papeleta de votación el día de las elecciones. Con que los electores conozcan al líder y guía es más que suficiente.

Pero resulta y viene a ser que, las elecciones del 18 de febrero son municipales. No presidenciales. Es decir, en las casillas de votación aparecerá la cara de los candidatos a cargos municipales en las respectivas demarcaciones. Los votantes podrán ver la cara de Leonel Fernández en las boletas de las elecciones de mayo próximo.

De modo que, a la Fuerza del Pueblo todavía le quedan unos días para que el Rey Momo salga de la catarsis ilusoria para darle colorido al carnaval. Es decir, promover los aspirantes a alcaldes y a regidores en los municipios; a los candidatos a directores y a los vocales en los distritos municipales.

Por otro lado, ojalá que, en la repartición a los medios de comunicación asociados, les toque algo de eso a las comparsas y a los lechones.

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