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    Otorgar el Premio Nobel de la Paz a la líder opositora venezolana resulta una decisión...

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Maneja dos categorías básicas: desafío (challange) y respuesta (response). Cuando el desafío es de poca monta la civilización responde y crece. Cuando el desafío es mayor que su capacidad de respuesta, la civilización entra en crisis y, eventualmente, desaparece. Esta es una exposición simplificada de una obra compleja y extremadamente erudita. Tal vez su mayor límite consiste en no haber considerado la lucha de clases que, queramos o no, siempre ocurre en sociedades complejas. Hasta fechas recientes las crisis eran siempre regionales, no abarcaban a la totalidad del planeta.

         Lo singular de la crisis de nuestro tiempo reside en el hecho de que es planetaria y que afecta al conjunto de las civilizaciones. Nos faltan categorías adecuadas que puedan ofrecernos una respuesta completa: cómo hemos llegado a esta crisis planetaria que lleva en su seno el principio de nuestra propia destrucción, no del planeta como un todo, sino de la vida en todas sus formas. No es imposible, y para algunos es probable, que nuestra especie pueda desaparecer, pues ha creado todos los medios para hacerlo. El fin del mundo no sería obra de Dios sino de la propia acción humana. Y hay locos suficientes entre los decisionmakers que pueden poner en peligro la vida y eventualmente declarar una guerra entre potencias “con una destrucción mutua asegurada”. Y junto con ella iría la humanidad, salvo, quien sabe, algunas de las cien tribus indígenas de la Amazonia que nunca han tenido contacto con esta civilización nuestra que juega con la muerte.

         La pregunta radical que nos desafía es esta: ¿por qué ha explotado en todo el mundo una terrible ola de odio, de rabia, de violencia, hasta el punto de, si se radicaliza, acabar incendiando definitivamente todo el planeta? Se aducen muchas razones desde varios puntos de vista. Por mi parte diría, como hipótesis, dejando a un lado las causas estructurales presentes en la modernidad y que ya he analizado, que tal atmósfera enemiga de la vida y de la convivencia entre los humanos deriva de una profunda decepción que ha degenerado en una no menos profunda depresión.

La decepción residiría en el fracaso de todas las promesas que las grandes narrativas han hecho a la humanidad en los últimos siglos. El iluminismo prometía el acceso al conocimiento a toda la humanidad. El capitalismo proyectó el ideal de hacerse todos ricos. El socialismo se propuso acabar con todas las desigualdades y el sistema de clases. El industrialismo moderno, en sus distintas formas, incluyendo la automatización y la IA general, afianzaba la completa libertad del ser humano del peso del trabajo y el acceso ilimitado a todos los saberes acumulados por la humanidad así como una comunicación ilimitada y libre de todos con todos.

         Tales promesas no se han realizado. Predominó una lógica del poder de algunos codiciosos para alinear todos los avances en el sentido de sus intereses de acumulación privada, competitiva y nada solidaria. En vez de un mundo más apetecible y humanamente más amigable, prevaleció un mundo cruel e insensible frente a los demás humanos y depredador de la naturaleza. La decepción generalizada redundó en una gran depresión colectiva. ¿Quién está satisfecho con este tipo de mundo que estamos creando, exceptuando a esos pocos que controlan y dominan todo (también ellos asombrados por el miedo)? La percepción más extendida es que así como están las cosas, no pueden continuar, pues podrían llevarnos a todos a una fosa común.

         En situaciones críticas de esta intensidad, normalmente irrumpen dos comportamientos: los que huyen hacia un pasado idealizado donde orden, disciplina, religión y moralidad rígida resolverían la crisis. Otros, huyen hacia el futuro con utopías salvacionistas o cambios tan radicales que configurarían un mundo bastante más habitable, respetando la naturaleza. Ambas me parecen utopías sin viabilidad histórica, pues no enfrentan el desafío en su gravedad existencial ni buscan alternativas viables. Esa actitud  termina acentuando la decepción y la depresión.

         ¿Hay alguna salida para esta situación tan complicada o nos ha llegado el turno de cerrar nuestro ciclo dentro de la evolución y vamos a desaparecer? Es sabido que todos los seres despues de haber vivido millones de años sobre este planeta, llegan a su clímax y de repente desaparecen. ¿También nosotros tendríamos el mismo destino? Dejo esta cuestión abierta, pues no nos parece ni improbable ni imposible, ya que nos hemos dado los medios de autodestruirnos.

         Mi sentimiento del mundo me dice que cuando desfallecen las utopías, incluso las mínimas mejoras dentro del sistema imperante, sólo nos queda volvernos sobre nosotros mismos. Somos una fuente inagotable de virtualidades y una capacidad ilimitada de relaciones y de creatividad. No obstante ser contraditorios, hechos de luz y de sombras, sapientes y dementes, podemos potenciar de tal forma nuestra positividad y ahí definir un nuevo rumbo y una nueva esperanza. Nos corresponde profundizar esta alernativa, imposible de ser detallada aquí, pero volveremos a ella.

         La Tierra futura no será un paraíso terrenal sino una Tierra revitalizada, Tierra de la buena esperanza como ya lo expresaron algunos.

*Leonardo Boff ha escrito Habitar la Tierra, Vozes 2025.