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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Las debilidades acarreadas por la crisis de confianza empujan a los partidos políticos al precipicio. ¿Lograrán cambiar su habitual conducta descarriada? No tienen de otra. Desaparecen o abrazan la comunicación como estrategia de desarrollo del partido y del país.

¿Qué es un partido político?

El partido político es una organización formada por ciudadanos para luchar por llegar al Poder del Estado. Siendo preciso, para encabezar el gobierno y con ello contribuir al desarrollo nacional. Así de sencillo.

Un partido político —según la Ley 33-18 de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos— es una organización compuesta por ciudadanos, “dotada de personería jurídica”, artículo 1. Dice, además, “…se organizan con el fin primordial de contribuir al fortalecimiento del régimen democrático constitucional”, artículo 3, numeral 1.

La función de los partidos políticos, en consecuencia, radica en diseñar planes y programas que guíen el camino del desarrollo local y nacional. Les corresponde implementar un sistema de educación cívica y política para los ciudadanos en general. Y a sus miembros también.

Lo anterior no es invento, no. El artículo 11 de la Ley, establece que: “… Los partidos políticos contribuirán con la formación de los ciudadanos en materia de educación cívica, manejo de las funciones públicas y ética”.

Pero las voces de la calle cacarean que, quien hizo la ley le puso la trampa al lado.  El párrafo del artículo 11, argumenta que los partidos deben: “…realizar otras actividades complementarias que no estén expresamente prohibidas por la Constitución y las leyes”.

Se deriva del párrafo anterior —es probable— la práctica de desfalcar las cuentas de las instituciones públicas. La pericia es loable, la intención es librar a los funcionarios honestos de la tentación de cometer hurto. Las arcas públicas tienen demasiado dinero.

Para hacer realidad los postulados de la Ley 33-18, los partidos tienen que hacerse de una estructura organizacional. En teoría, la mayoría de partidos tienen como máxima autoridad el “Congreso Ordinario” que se reúne cada cuatro años.

Otros lo llaman “Convención Ordinaria Interna”, al “Congreso Ordinario”. Le corresponde a este revisar los estatutos para ajustarlo a la realidad política. Otra tarea es, trazar las líneas políticas que guiaran el accionar de la organización tanto a nivel nacional como internacional. Le toca fijar el número de miembros de la dirección nacional y elegir sus integrantes.

A este organismo de dirección le toca dirigir el partido por un periodo de cuatro años. La potestad de sustituirlos o reelegirlos le corresponde al Congreso Ordinario. Unos partidos usan el voto universal, otros eligen mediante el voto orgánico.

Pero para accionar a nivel nacional crean núcleos distribuidos en todo el territorio. A los núcleos le llaman “Comité de Base”, “Comités Zonales”, “Comité Intermedio”, “Cuarteles”, según determinen los partidos respectivamente.

Crean entidades sectoriales: de médicos, ingenieros, mujeres, jóvenes, etc. Cuantos más sectores profesionales se organicen, mayores probabilidades tendrá el partido de ascender al poder.

Fundar y luego mantener la magnitud del andamiaje descrito requiere recaudar grandes cantidades de recursos económicos. Buena parte de esos recursos serán utilizados para pagar los salarios de la burocracia del partido. Todo aquel que trabaja para un partido político a tiempo completo le corresponde un salario digno.

El tinglado parece una telaraña. Por eso es necesario consensuar con la membresía los métodos de trabajo. Es decir, ponerse de acuerdo sobre cómo y para qué se realizará cada actividad.

Las cúpulas de los partidos deben incentivar la movilización de los ciudadanos en defensa de los intereses nacionales. Fortalecer la construcción de nuevos líderes. Motivar entre los organismos medios, la creatividad en materia de dirección política.

La magia se consuma con el logro de la sinergia entre los líderes viejos y los líderes jóvenes. Es decir, fusionar la experiencia acumulada de los líderes veteranos con la energía de los líderes noveles.

Con todo, se comenta que aquí existe cualquier cosa, menos partidos políticos. Pero los líderes de esos partidos hacen su esfuerzo.

Los partidos cumplen, por ejemplo, parte del numeral 1, artículo 3 de la Ley donde dice: “…acceder a cargos de elección popular e influir legítimamente en la dirección del Estado en sus diferentes instancias…”.

Paciencia, dentro de medio siglo los partidos —quizás— cumplan la otra parte del numeral citado. Aquella que precisa: “… para servir al interés nacional y propiciar el bienestar colectivo y el desarrollo integral de la sociedad”.

En suma, Juan Bosch definió los partidos políticos —el de él lo puso aparte— son asociaciones de malhechores, “negociantes de la política”. Y si le damos un chance a ver que hacen.

¿Serán los políticos capaces de sacrificar sus bolsillos?