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Cultura y sociedad | Por Pierre Ruquoy (Pedro),cicm / misionero en Sambia/Africa

"En mi cuaderno de escuela/En mi pupitre y los árboles/En la arena y en la nieve/Escribo tu nombre…./…En la salud recobrada/En el riesgo disipado/En la espera sin recuerdos/Escribo tu nombre/Y en virtud de una palabra/Vuelve a comenzar mi vida/Nací para conocerte/ Y nombrarte Libertad."

 Este poema de Paul Eduard, escrito en 1942 en tiempos de la segunda guerra mundial, me vuelve constantemente a la memoria mientras tratamos de resolver los muchos problemas que se nos presentan diariamente en nuestra gran familia. ¡La libertad! ¡Sí! Nos toca escribir esa hermosa palabra en todos los lugares y en todos los aspectos de nuestra vida. Aquí, en la sabana de Zambia, tratamos de ayudar a nuestros muchachos y muchachas a escribir esa bella palabra en su vida y, por lo tanto, a utilizar lo mejor posible su libertad. Cuando se toma en cuenta que, en los idiomas bantúes, la palabra "bantu" ("seres humanos") viene de "Ubuntungwa" que significa "libertad" se entiende mejor la importancia de nuestros esfuerzos. Para la gente de la África negra, lo que define un ser humano es la libertad. No hay vida humana sin libertad. La vida y la libertad son hermanas mellizas que vienen de Dios. Pero no siempre sabemos cómo utilizar este regalo de Dios. Para nosotros en este rincón perdido, educar significa caminar con los niños y jóvenes para aprender juntos a utilizar la libertad al servicio de una sociedad nueva donde todos y todas vivan realmente como hermanos y hermanas.

Hace unos meses, en la ciudad de Lusaka, participé a una reunión de varios días con las otras personas que dirigen un orfanato católico aquí en Zambia. Descubrí que hay un poco más de 150 orfanatos diseminados por todo el país y que 37 están bajo la autoridad de la Iglesia católica. En esta reunión patrocinada por una asociación católica norteamericana llamada "CRS" (Catholic Relief Service) una de las organizadoras me dijo: "'El centro de la familia de las Flores de Sol' es un orfanato original y único". Por cierto, traté de conocer el por qué de esa declaración.

En primer lugar, con sus 95 niños, niñas y jóvenes, se trata de uno de los orfanatos católicos más grandes de Zambia y es el único dirigido por un hombre; todos los demás están en manos de hermanas religiosas. En el encuentro de Lusaka, yo me sentía bendecido entre mujeres puesto que yo era el único sacerdote en medio de más de 25 monjas de diferentes congregaciones religiosas, aunque algunas habían delegado a un hombre para representarlas.

En segundo lugar, la gran mayoría de los orfanatos católicos no son mixtos: o acogen sólo a varones o bien sólo a muchachas. Tomando en cuenta mi salud que se deteriora poco a poco con la enfermedad de Parkinson, estamos buscando activamente a una comunidad de hermanas que pueda echar una mano en el manejo de nuestro centro: tres grupos provenientes de congregaciones de monjas nos visitaron, pero al ver muchachos y muchachas viviendo juntos, expresaron su miedo y se negaron a aceptar el trabajo.

Y en tercer lugar, nuestro centro es el único a no estar rodeado por una pared. Todos los orfanatos de Zambia están protegidos por una pared de ladrillos y concreto armado y tienen un portón con un guardia encargado de controlar las entradas y las salidas. El "centro de la familia de las Flores de Sol" no tiene paredes. Está como sembrado en plena sabana y tanto los habitantes del orfanato como los campesinos y campesinas de los alrededores pueden ir y venir sin ningún problema. En agosto del año pasado una carrera de bicicletas cruzó nuestra propiedad bajo los ojos brillantes de nuestros carajitos y carajitas.

La convivencia de muchachos y muchachas en el mismo lugar y la ausencia de paredes alrededor de nuestra propiedad responden a nuestra manera de ver nuestra tarea de educadores:

En Zambia, el sexo es un verdadero tabú: No se puede hablar de sexo, las bromas a doble sentido son vistas como insultos y nadie puede mostrar su ropa interior; se tiene que lavarla fuera de la vista de los demás y no se puede ponerla a secar en un lugar público. ¡No se habla pero se hace! No olvidemos que el 16% de la población está contaminado por el virus del Sida. Viviendo juntos nuestros muchachos y muchachas tienen que aprender a relacionarse entre ellos de manera sana y madura. Esto supone mucha paciencia y muchas horas de formación.

La ausencia de paredes permite una gran libertad de movimiento: nuestros muchachos y muchachas se sienten libres. Ningún obstáculo material les impide salir y entrar. Lo que debe orientar su vida es una constante reflexión sobre lo que es conveniente hacer y lo que hace daño. Obviamente esta reflexión debe estar iluminada por un ideal de sociedad; o sea, nosotros y ellos, tenemos que tener claro un proyecto de sociedad nueva donde toda la gente forma una gran familia. Y esto exige repetir las mismas palabras varias veces cada día.

En nuestra casa no hay tareas exclusivas para muchachas o muchachos: todos y todas se encargan de cocinar, fregar, lavar, planchar, buscar la leña, cuidar a los pequeños y trabajar en el conuco. Muchachos y muchachas aprenden a compartir todo y a verse como verdaderos compañeros de caminata.

Esto no significa que todo sea color de rosas; a veces surgen problemas muy serios. La semana pasada, por ejemplo, recibimos la información de que Martín, uno de nuestros adolescentes, estaba enamorado de una compañera de clases que estaba embarazada. El muchacho reconoció el hecho; convocamos a varios líderes del pueblo y, por varias horas, compartimos nuestros puntos de vista para, por fin decidir que Martín tenía que dejar nuestro centro para asumir la paternidad de su futuro hijo. Invitamos al tío del muchacho para comunicarle la decisión. Este, después de muchas reuniones, tuvo que resignarse a tomar consigo a Martín.

Y así, poco a poco, los miembros de nuestra gran familia aprenden que libertad no significa libertinaje y que cada uno tiene que asumir las consecuencias de sus acciones. Vivir la libertad supone un inmenso respeto de todas las personas que nos rodean. ¡Libertad! Nacimos para conocerte y para nombrarte.