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Cultura y sociedad | Doctor José Serulle Ramia/economista y diplomático

Veo el mundo muy deprisa

Sus árboles caídos y sus aves muertas

Los mares en sus oleajes, ya no pueden danzar los peces

Las rosas huérfanas de agua y de mariposas que besen sus labios

Las lluvias ácidas se derriten en los suelos desérticos, que crecen al ritmo de los lagos idos

Raíces centenarias se pierden en el lamento de las noches, cuando el grito de desespero quema el alma de los pobres

 

Creadores  que realzan tu bondad, madre naturaleza, forman un cortejo de descuidados rostros

 

Los rayos del sol se esconden en la penumbra de los cielos contaminados,  paisajes sin luces para los desventurados

Montañas que sollozan en el alba por lo que pierden en el crepúsculo

Selvas incendiadas, en secuestros de sombras y luces

 

Busqué en los museos el colorido del tiempo para no perder la esperanza de un porvenir sereno

La aureola del rostro de la mujer que traía al mundo una criatura  me abrió el apetito para servir de mis manos el fruto del laboreo profundo de la tierra, que se vuelve sangre y sudor, poesía y vuelo de ruiseñor

 

El silencio entre una nota musical y otra desnudó en mi mente el sufrimiento de millones, dejando caer sus fuerzas en el engranaje de la opresión, la angustia y la discriminación

 

Bullicio de ciudades trajeron a mi memoria la armonía de mis poblados de infancia, donde el colibrí era rey y la garza emperatriz de los cielos

 

Me han convertido en una marioneta más de los mercados, así me llaman “consumidor”, y me han hecho olvidar que un ser humano es lo que soy

 

Quebraron mi vínculo con la naturaleza y ahora me quieren volver un número de cuenta o un candidato al Nobel del olvido,  el aliento recogido en el púlpito de la farsa, de lo que borra la identidad de los sueños

He comprendido que algunos pretenden valorarte mientras eres útil al engaño, a la demagogia y al cómplice y callado mundo que destruye la esencia de lo sagrado

 

 A lo lejos, en el destellado amarillo, azul y rojo de los lienzos, me tropiezo con el grito de los oprimidos

Entonces, por fin, veo la sonrisa inocente de los niños que siempre buscan la caricia del rocío,  la estatura recia del individuo erguido en sus clamores de libertad y de existencia digna

 

Extasiado, miro a todos convertidos en la comunidad que engalana el tiempo en las diferentes edades, cada una, con sus colores, vuelve luminoso el día y la partitura en sinfonía.

Sí, mis ojos más abiertos y vigilantes que nunca, ven a las muchedumbres andar por un  sendero de horizonte claro. En él,  la solidaridad y los besos, cobijados en la redención de la madre tierra y de los versos.

 

*Desde Trinidad y Tobago. A mi pueblo amado, y demás poblaciones y territorios del mundo.