Veo el mundo muy deprisa
Sus árboles caídos y sus aves muertas
Los mares en sus oleajes, ya no pueden danzar los peces
Las rosas huérfanas de agua y de mariposas que besen sus labios
Las lluvias ácidas se derriten en los suelos desérticos, que crecen al ritmo de los lagos idos
Raíces centenarias se pierden en el lamento de las noches, cuando el grito de desespero quema el alma de los pobres
Creadores que realzan tu bondad, madre naturaleza, forman un cortejo de descuidados rostros
Los rayos del sol se esconden en la penumbra de los cielos contaminados, paisajes sin luces para los desventurados
Montañas que sollozan en el alba por lo que pierden en el crepúsculo
Selvas incendiadas, en secuestros de sombras y luces
Busqué en los museos el colorido del tiempo para no perder la esperanza de un porvenir sereno
La aureola del rostro de la mujer que traía al mundo una criatura me abrió el apetito para servir de mis manos el fruto del laboreo profundo de la tierra, que se vuelve sangre y sudor, poesía y vuelo de ruiseñor
El silencio entre una nota musical y otra desnudó en mi mente el sufrimiento de millones, dejando caer sus fuerzas en el engranaje de la opresión, la angustia y la discriminación
Bullicio de ciudades trajeron a mi memoria la armonía de mis poblados de infancia, donde el colibrí era rey y la garza emperatriz de los cielos
Me han convertido en una marioneta más de los mercados, así me llaman “consumidor”, y me han hecho olvidar que un ser humano es lo que soy
Quebraron mi vínculo con la naturaleza y ahora me quieren volver un número de cuenta o un candidato al Nobel del olvido, el aliento recogido en el púlpito de la farsa, de lo que borra la identidad de los sueños
He comprendido que algunos pretenden valorarte mientras eres útil al engaño, a la demagogia y al cómplice y callado mundo que destruye la esencia de lo sagrado
A lo lejos, en el destellado amarillo, azul y rojo de los lienzos, me tropiezo con el grito de los oprimidos
Entonces, por fin, veo la sonrisa inocente de los niños que siempre buscan la caricia del rocío, la estatura recia del individuo erguido en sus clamores de libertad y de existencia digna
Extasiado, miro a todos convertidos en la comunidad que engalana el tiempo en las diferentes edades, cada una, con sus colores, vuelve luminoso el día y la partitura en sinfonía.
Sí, mis ojos más abiertos y vigilantes que nunca, ven a las muchedumbres andar por un sendero de horizonte claro. En él, la solidaridad y los besos, cobijados en la redención de la madre tierra y de los versos.
*Desde Trinidad y Tobago. A mi pueblo amado, y demás poblaciones y territorios del mundo.