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Derechos humanos | José Luis Soto

El pasado 20 de noviembre, en el XXXIV aniversario del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), más de 250 personas se reunieron para escuchar al P. Adolfo Nicolás, Superior General de la Compañía de Jesús (los jesuitas), sobre la Hospitalidad en las Fronteras.

En su charla junto al Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el P. Federico Lombardi, el P. Nicolás animó a gobiernos y ciudadanos a abrir sus puertas a los refugiados, reconociendo el servicio a los refugiados como la "hospitalidad del Evangelio en acción".

 La hospitalidad es "un impulso que engendra el respeto mutuo entre el anfitrión y el extraño, que nos empuja a abrir la puerta para compartir comida, espacio y saberes, tanto en los buenos tiempos como en los tiempos en que estamos desbordados", dijo el P. Nicolás.

Abrir nuestras puertas. Muchos países en desarrollo se enfrentan a la desproporcionada responsabilidad de acoger a los refugiados, algo injusto, peligroso y potencialmente desestabilizador para estos estados. Por otra parte, los gobiernos europeos aún no han adoptado medidas para permitir el acceso seguro al continente. Muchos líderes europeos priorizan la protección de las fronteras por encima de la protección de la vida humana. El P. Nicolás hizo un llamamiento a los líderes de los países industrializados a poner algo de su parte para acoger a los refugiados, arguyendo que la verdadera seguridad se basa en la justicia, no en el control fronterizo.

En un mundo cada vez más globalizado, donde las fronteras nacionales son cada vez menos relevantes, la gente puede entender mejor cómo viven los demás y ofrecer su ayuda. "Todos nosotros merecemos ser acogidos, no porque seamos miembros de una familia, raza o religión específica, sino simplemente porque somos seres humanos dignos de respeto", aseguró el P. Nicolás.

"El papel del encuentro personal es importante en la superación de los estereotipos", siguió el P. Nicolás. "Nuestro encuentro con los refugiados es horizontal, no vertical. Estamos al mismo nivel".

Reconciliación. El P. Nicolás, además, dijo que la tarea de la reconciliación es una cuestión urgente. La reconciliación consiste en construir puentes y rehacer unas buenas relaciones. El JRS trabaja por la reconciliación siguiendo la misión de la Congregación General 35, que invita a los jesuitas a reconciliar divisiones, especialmente en los márgenes de la humanidad.

El P. Nicolás señaló que la palabra "frontera" deriva de la palabra latina frons, que significa "cara". Explicó que la reconciliación en las fronteras significa "devolver el rostro humano a los que han sido deshumanizados por exclusiones violentas... Esta es una tarea que nunca termina".

Educación. Hablando en el marco del 25 aniversario de la Convención de los Derechos de la Infancia, el P. Nicolás declaró que la educación es una prioridad, una emergencia. Incluso en estados como Italia, donde la educación es un derecho, muchos niños refugiados son víctimas de la brecha que hay entre ley y realidad. En situaciones de emergencia, como en Siria, generaciones enteras corren el riesgo de quedarse sin educación. "Esto es peligroso", señaló el P. General, porque "la ignorancia genera una violencia que, a su vez, se convierte en un círculo vicioso".

La educación da una sensación de normalidad a la vida de las niñas y los niños. Permite que generaciones de niñas y niños construyan comunidades cimentadas en la paz y el respeto por la diferencia. El P. Nicolás concluyó diciendo que "la educación y la formación son aspectos clave para salir de la verdadera pobreza, que es cultural y humana, más que económica".

Testimonio de un refugiado sirio en Italia, Tareq

Mi nombre es Tareq, y tengo 28 años. Soy sirio de Damasco. Hoy en día, soy un refugiado en Italia. En Siria, estudié idiomas en la universidad. Dejé mi ciudad natal, apenas me gradué para evitar el servicio militar obligatorio.

Yo no quería ir a la guerra. Odio las armas. Así que no tuve más remedio que huir y buscar asilo.

Mi familia se quedó en Damasco. Antes de la guerra, vivíamos en una casa en un suburbio densamente poblado de las afueras de la ciudad.

Durante años ha habido enfrentamientos en esta área, bombas que estallaban, disparos... Esta es la razón por la que población civil ha tenido que huir. Todos hemos huido.

Hoy, espero que mis padres y hermanos y hermanas más jóvenes no vuelvan a verse desplazados. Por desgracia, la probabilidad de quedarse se vuelve más difícil cada día.

Muchos amigos y familiares me llaman al móvil y me dicen: me voy mañana, me voy de Damasco, me voy de Siria, estoy en camino.