La cuestión del racismo contra los negros es ancestral.
En los últimos tiempos ha adquirido especial relevancia por causa de los crímenes cometidos contra algunos de ellos, de forma cruel en los Estados Unidos y de las matanzas ocurridas especialmente en la zona norte y en la Baixada de Río de Janeiro: jóvenes negros entre 18-20 años de edad no es raro que sean “abatidos” (había hasta una cruel “ley del abatimiento” introducida por el gobernador de Río, destituido, Witzel) como si fuesen animales. Con el pretexto de sentir miedo o de sentirse amenazado un policía podía “abatir” a las personas, especialmente negras.
Un fenómeno semejante está ocurriendo en varios países de Europa. Tengo en mis manos un minucioso estudio de un negro de Guiné-Bissau, Filomeno Lopes, periodista bien formado en una universidad italiana que trabaja en Roma como locutor de radio Vaticano para África. Comprometido en la superación del racismo escribió una especie de carta abierta a los jóvenes italianos, no en lenguaje académico, sino de gran divulgación. Les dirige un mensaje explicándoles las muchas razones, todas ellas falsas, del por qué surgió el racismo secular contra los negros africanos. Da un título curioso: “un racismo amateur desacomplejado”. Con esto quiere aclarar que el racismo anti negro-africano está culturalmente tan arraigado que los jóvenes desconocen las razones de él, por eso es “amateur, desacomplejado” y legitimado. Sin darse cuenta son racistas en el lenguaje, en las metáforas despectivas, en los chistes y en los comportamientos discriminatorios, hasta el punto de no darse cuenta de lo que hacen ni del sufrimiento y la humillación que causan en las víctimas negro-africanas. Esto mismo ocurrió recientemente en Valencia (España) contra un excelente futbolista negro brasilero que juega en el Real Madrid, Vinicius Junior.
Para muchos europeos los negros africanos son “Lázaros”, los condenados de la Tierra, los descendientes malditos del Cam bíblico, descartados del sistema mundo.
En Brasil acuñamos la expresión “racismo cultural” o “estructural”, o sea, los tres siglos de bárbara esclavitud, de malos tratos, de desprecio y odio a los millones de afro-descendientes impregnaron nuestra cultura de forma inhumana y, a veces, cruel. Solo por el simple hecho de ser negros y principalmente si son pobres y viven en las favelas que rodean casi todas nuestras ciudades.
Vean a qué punto ha llegado la barbarie en los llamados países “civilizados” de Europa. Recientemente decidieron, tras deliberación de los gobiernos y por unanimidad, omitir del rescate del mar a los que vienen de Oriente Medio y particularmente a los que llegan de África. Pusieron sobre los hombros de Italia el encargo del rescate. Pero como están llegando multitudes, también Italia adhirió a esta política, un crimen contra la humanidad y contra toda la ética tradicional de la “ley del mar” escrupulosamente observada por todos en el salvamento y rescate de personas que están en peligro de naufragar.
El Mediterráneo se está volviendo la sepultura de cientos y cientos de personas, relegadas, consideradas indeseables y “basura del mundo”. Bien decía el Papa Francisco: “ellos ahora están aquí en Europa, porque antes nosotros, europeos, estuvimos allí, en África, siendo bien recibidos. Pero los dominamos y les robamos las riquezas; ahora ellos vienen para acá y son rechazados y mal recibidos”. Si consiguen pasar las fronteras, la primera pregunta que les hacen, sin ni siquiera saludarlos, es: ”documentos”; no ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes y qué buscas en este país? La mayoría viene huyendo de las guerras y del hambre y buscan solo poder vivir con un mínimo de paz.
Detrás del racismo contra los negros está la arrogancia de los supremacistas blancos europeos y norteamericanos. Se juzgan en la punta de la pirámide de la hominización, considerando a los negros, debido al color su piel, la escala intermedia entre el simio antropoide y el hombre blanco.
¿Cómo ha sido posible que estas personas, cristianizadas, negaran totalmente el mensaje del Maestro de Nazaret, que no era blanco sino semita, y que reveló que todos los seres humanos son hijos e hijas de Dios y por eso respetables y amables?
Ni los mayores filósofos y genios escaparon del vicio racista, lo que valida la tesis de que la cabeza piensa desde donde pisan los pies, en este caso en un suelo cultural racista, antinegro africano.
Kant, el mayor crítico de la razón pura y de la razón práctica, no fue suficientemente crítico. Es de él la afirmación: “Los negros de África no recibieron de la naturaleza ningún sentimiento que se elevase por encima de la estupidez (…). Los negros (…) son tan ruidosos que para calmarlos recurrimos a los palos”. Hegel va todavía más lejos: “El negro encarna al hombre en el estado de la naturaleza en todo su salvajismo y desenfreno”. Por lo tanto, “si queremos tener una idea correcta de él, debemos abstraernos de cualquier noción de respeto, de moralidad, de todo lo que recibe el nombre de sentimiento: en este carácter no podemos encontrar nada que contenga siquiera un eco de humanidad. Los relatos detallados de los misioneros confirman plenamente nuestra afirmación y parece que solo el mahometismo es aún capaz de aproximar a los negros de la cultura”.
Con razón reconocía Gramsci: “La historia es maestra pero no tiene discípulos”. Estos malos discípulos forjaron la ideología que legitimase la esclavitud y la supremacía de los blancos.
Todo el esfuerzo del autor es mostrar a los jóvenes los grandes valores de las culturas africanas, especialmente en torno al concepto de Ubuntu: “yo soy yo a través de ti y contigo; yo soy porque nosotros somos; la vida es siempre con los otros; el ser humano es el remedio del otro ser humano”. Es el ser juntos, la comunión de “nosotros somos” que funda la “comunión de destino”.
Si se vive esto no hay porque segregar, hace ya tantos siglos, a millones y millones de africanos. Es importante recordar que todos somos africanos, pues el primer ser humano irrumpió en África y de allí se difundió por todo el mundo. Hoy nos encontramos en la misma Casa Común. Ellos, que fueron los primeros, no pueden ser considerados los últimos. Al contrario, debemos estarles agradecidos porque en ellos se formaron las primeras estructuras psíquicas, mentales, sentimentales y racionales que nos caracterizan como humanos. En ese sentido la Madre África es perenne y vivirá siempre en nosotros, pues con ella formamos una comunidad de destino junto con la otra Madre, la Tierra.
*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor y ha escrito: El destino del hombre y del mundo, Sal Terrae 1978, varias ediciones.