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Opinión | Amy Goodman y Denis Moynihan:

El Titan y el Adriana son dos embarcaciones que se han perdido recientemente en el mar, con una diferencia de cuatro días y una distancia aproximada de 6.500 kilómetros entre ellos.

Los medios de comunicación de todo el mundo han brindado una vasta y exhaustiva cobertura sobre los cinco hombres que murieron en el sumergible Titan. Mientras tanto, las casi 700 personas que se estima que perdieron la vida cuando el pesquero Adriana se hundió frente a las costas de Grecia, en su mayoría mujeres y niños, han sido prácticamente relegadas al olvido. Los pasajeros del Titan eran personas ricas; dos de ellos multimillonarios. Cada uno de estos pasajeros había pagado 250.000 dólares para experimentar la aventura de sus vidas: una inmersión en aguas profundas para ver los restos del Titanic, el transatlántico de pasajeros considerado “insumergible” que se hundió en 1912 después de chocar contra un iceberg. Por su parte, las personas que viajaban hacinadas en el desvencijado pesquero Adriana no buscaban aventuras, sino simplemente huir de la guerra, la pobreza, los desastres provocados por el cambio climático y tantas otras situaciones que ponen en riesgo la vida y obligan a las personas a abandonar sus hogares con apenas algo más que la ropa que llevan puesta. Estos migrantes le pagaron a un grupo de traficantes de personas para que los transportaran de Libia a Europa.

Quizás la diferencia más destacada entre estas dos catástrofes marítimas fue la forma en que el mundo reaccionó ante ellas. Varios Gobiernos destinaron millones de dólares de inmediato a la operación de búsqueda y rescate para encontrar el Titan, que se suponía sumergido en algún lugar del Atlántico norte, en las profundidades de un área dos veces mayor que el estado de Connecticut. Los medios de comunicación proporcionaron una cobertura minuto a minuto de la situación, e incluso uno de ellos activó un cronómetro de cuenta regresiva que le indicaba a la audiencia cuánto tiempo quedaba para que el sumergible se quedara sin oxígeno. La Guardia Costera y la Marina de Estados Unidos, así como también el Gobierno canadiense, enviaron aviones y barcos de rescate al área de búsqueda. Francia y Canadá desplegaron sendos robots de aguas profundas. Millones de personas de todo el mundo siguieron con ansiedad y sin respiro el desarrollo de los acontecimientos.

Mientras tanto, en Grecia, las autoridades sabían con precisión dónde se encontraba el Adriana, la precaria embarcación sobrecargada de inmigrantes. En los últimos días han surgido detalles impactantes sobre el hundimiento de este barco, ocurrido el 14 de junio. Testimonios de primera mano, publicados en el periódico El País, de España, sugieren que la Guardia Costera griega podría haber rescatado a los entre 400 y 750 pasajeros que iban a bordo del pesquero, pero optó por no hacerlo.

El periódico informó:

“Las autoridades griegas sabían de la presencia del barco desde las 11 de la mañana del 13 de junio y, además de mantenerlo bajo vigilancia, ordenaron a dos buques que estaban en la zona que les entregasen víveres y agua. En ningún momento se activó una operación de rescate, a pesar de las condiciones en las que navegaba el barco. Tampoco cuando a la 1.40 el motor del barco se rompió. Entre las 2:04 y las 2:19, el viejo pesquero metálico desapareció después de zarandearse violentamente ante los ojos de los guardacostas griegos. Aún no está claro qué pasó, pero el mar se lo tragó”.

El hundimiento del Adriana a las 2:19 de la madrugada tiene un sombrío paralelismo con el del Titanic, que ocurrió a las 2:20. Asimismo, ambos se hundieron en aguas de más de 3.600 metros de profundidad.

La mayoría o la totalidad de los aproximadamente 100 sobrevivientes del Adriana no fueron socorridos por las autoridades griegas, sino por un yate privado que respondió a la llamada de auxilio. Los sobrevivientes proceden de diversos países: 47 de ellos son de Siria; 43, de Egipto; 12, de Pakistán; y dos, de Palestina. Todos son hombres, ya que eran los que viajaban en la cubierta del Adriana. Cientos de mujeres, niños y niñas quedaron atrapados en la bodega de la embarcación y se hundieron con ella.

El 19 de junio, en la víspera del Día Mundial de las Personas Refugiadas, la comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatović, expresó: “Me sorprende el alarmante nivel de tolerancia ante las graves violaciones de los derechos humanos de las personas refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes que se ha desarrollado en toda Europa. Las denuncias de violaciones a los derechos humanos […] son tan frecuentes en la actualidad que apenas se registran en la conciencia pública”.

Mijatović continuó: “El naufragio que ocurrió la semana pasada frente a la costa griega es un recordatorio más de que, a pesar de las numerosas advertencias, las vidas de las personas que atraviesan el mar siguen estando en riesgo debido a los insuficientes recursos de coordinación y rescate, la escasez de rutas seguras y legales, la falta de solidaridad y la criminalización de las organizaciones no gubernamentales que intentan brindar asistencia para salvar vidas. En otros lugares de Europa, se han documentado numerosos casos de devoluciones forzosas y rechazos arbitrarios en las fronteras terrestres y marítimas, así como actos de violencia contra refugiados y migrantes, denegación del acceso al asilo, omisión de la asistencia humanitaria y hostigamiento a las y los defensores de los derechos de las personas migrantes”.

Según el Proyecto de Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones, más de 27.000 personas migrantes han perdido la vida en el mar Mediterráneo desde 2014. El alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos estima que cerca de 1.200 personas han fallecido en lo que va del año en las peligrosas travesías marítimas hacia España, Italia y Grecia. Esta cantidad de muertes, que es similar a las ocurridas en el hundimiento del Titanic, es sin duda inferior a la real. Sin ir más lejos, se cree que 39 solicitantes de asilo fallecieron esta misma semana al intentar viajar desde Marruecos hasta las islas Canarias de España.

Las catástrofes del Titan y del Adriana tienen características muy diferentes, pero ambas se podrían haber evitado. Todos los viajeros, ya sean migrantes o millonarios, merecen ser rescatados. La respuesta global a la desaparición del Titan debería ser el ejemplo a seguir ante los casos de embarcaciones de migrantes que se encuentran en problemas. Conocer los nombres de las personas que buscan refugio y las dificultades que enfrentan contribuirá a que el mundo tome conciencia.