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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Los valores para la vida saludable, placentera y agradable están moldeados por las Virtudes Cardinales y basados en las Virtudes de la Fe, la Esperanza y el Amor.

Estos se mantienen y progresan con voluntad propia, con sentimientos puros y con aptitudes prudentes; pues, se debe pensar, hablar y accionar de modo positivo en todos los niveles y condiciones en las relaciones humanas; por tanto, es necesario la constante evaluación de estas premisas. Esto es así porque estamos oyendo, leyendo y viendo, expresiones, escritos y actividades en que se predican de modo digno, los valores éticos-morales. 

Es bueno y estimulante que éstos sean llevados a cabo; pues, así se encausa la sociedad por el camino que exige la observación de ideas y condiciones de valía humana. Sin embargo, de modo alguno, los creyentes y apologistas religiosos, no deben creer y exponer, que los valores de la fe y la práctica cristiana son únicos y meramente fundamentados en áreas de las debilidades, desvíos e imperfecciones sexuales.

Hay un sin número de errores, pecados y malas prácticas que cometen muchos integrantes de todas las denominaciones y persuasiones cristianas. Es falacia, falta de humildad, y prepotencia que, por ser cristiano, uno es mejor, y los demás no sirven.

Oímos frecuentemente, expresiones como estas: “el pescador nunca dice, qué su pescado hiede”; o que, “el prójimo tiene astillas en su ojo, y no se fija que en el suyo hay un tronco”. (Mateo 7:3). Jesús ha dicho, que los que así actúan: son hipócritas. De estos hay en todos los niveles de la escala de la religiosidad popular. Lo único que tiene la ética-moral absoluto es: “seguir lo bueno y evitar lo malo”.

Las exigencias de observar y considerar los valores ético-morales deben abarcar todas las fases y componentes de la conducta humana, y no sólo una parte del quehacer de un segmento de la sociedad.

Es oportuno señalar cómo debe ser el modus vivendi en la colectividad.  Es aceptable, razonable y apreciable que persona de fe, de buena voluntad, y de clara conciencia,  sean modelos y aporten sus enseñanzas para moldear buenamente a la gente de todas las clases y condiciones del pueblo.  Los hombres y mujeres de sensibilidad y consagración cristiana están llamados a dar pruebas fehacientes de ser “sal y luz del mundo”; sin embargo, no deben pretender que son las fuentes primordiales de las virtudes; porque se sabe que los filósofos griegos dieron a conocer lo que sabemos de las “Virtudes Principales” y las ideas de los “Valores Morales”.  Estas se pregonan usual y debidamente en las iglesias cristianas, para enfatizar e inculcar de manera concreta, los principios evangélicos, porque son fundamentalmente los mismos predicados por Jesús el Cristo.

Los líderes cristianos, los fieles, y los seres humanos de buena voluntad, deben concretar los ejemplos esenciales de las virtudes de la ética-moral, enfatizando que estas cualidades se oponen a los vicios, los errores, las maldades, la injusticia, la opresión, la discriminación, y la violencia en todas sus formas.

Es de lugar pensar y actuar conforme a lo que San Pablo escribió en Gálatas 5: 10-16: “No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades… Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas…”; más, el apóstol va más allá y sigue diciendo: “mantienen odios, discordias y celos…  causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos… les advierto a ustedes… que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios”. Hay que observar y considerar los valores éticos-morales a todos los niveles y condiciones de la vida del ser humano. Estos deben ser enaltecidos, enseñados e ilustrados.