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Opinión | Riamny María Méndez Féliz

Un amigo dijo que Libertarias, nombre del segmento sobre mujeres y feminismos que coordino en La República Radio, hace referencia a grupos conservadores, a gente que no cree en la justicia social, como el político argentino Javier Milei.

Le expliqué que, en realidad, hace homenaje a dos grupos de mujeres en el marco del movimiento feminista y de liberación de diversos grupos  históricamente oprimidos.

Por un lado, rendimos tributo a las anarquistas libertarias del siglo XIX y parte del siglo XX. Y por otro, y quizás de una forma más significativa para mí, a las mujeres esclavizadas que escapaban de la plantación y construían, junto a sus compañeros, sociedades alternativas y libres de esclavitud.

Ellas eran libertarias en el sentido más literal y radical del término: abandonaron el estado colonial, el poder de la época, para construir espacios comunitarios y cooperativos autogestionados. Escaparon del sistema. ¿Qué puede ser más libertario?

El lenguaje y nuestra relación con él tiene límites. Hay muchas otras palabras para rendir homenaje a las personas esclavizadas que se liberaron. En su momento se nos ocurrió asociarlas con esta  palabra que simboliza la idea de libertad más radical en el lenguaje que hablamos. Este es el origen de un nombre.

Ahora ocurre, como todos y todas sabemos, que los seguidores del libertarianismo, que palabras más, palabras menos, es una doctrina política que propone la abolición de los derechos sociales y se centra en el individualismo más egoísta, se hacen llamar libertarios y libertarias. Muchos “libertarianos”, porque, de verdad, me niego a decirles “libertarios”, promueven una vuelta al conservadurismo más radical y a veces casi absurdo y contradictorio. Buscan la eliminación de programas sociales al apelar a la libertad individual, y a la vez quieren controlar el cuerpo de las mujeres.

El punto es que no quiero cederles la palabra “libertaria” a gente que con frecuencia ni siquiera tiene la libertad suficiente para participar en un diálogo respetuoso y democrático.

Tampoco quiero entregarles la exclusividad sobre otras palabras más comunes y cotidianas como patria. Vamos a ver, las patrias son una realidad histórica. Se pueden nombrar para darnos un horizonte común y construir derechos y libertades; o como hacen los anti derechos, para excluir a cada vez más grupos de ese espacio colectivo. Por cierto, si los ultranacionalistas dominicanos siguen expulsando gente de su idea de patria, solo les quedarán 100 “dominicanos puros”, y seguro 90 de ellos ya fallecieron.

¿Vamos a cederle el sustantivo a quienes nos quieren excluir de lo mejor de la palabra “patria”? ¡No! No tienen la exclusividad de la palabra ni de sus símbolos. La patria nos pertenece a todos y todas.

Tampoco es verdad que los antiderechos, esos que quieren obligar a parir a mujeres y niñas víctimas de violación o incesto son “provida”. No, defender la vida es luchar por la salud, la dignidad, la justicia. No respetar el pensamiento y la libertad ajenos y pretender que se legisle desde las creencias religiosas forma parte de la definición de “antiderecho”.

Y ahora también se adueñan de la palabra “familia” quienes no creen en la salud pública, ni en la educación sexual en las escuelas para frenar los embarazos de adolescentes, muchas de ellas abusadas por adultos. Se dicen “defensores de la familia”. ¿Pero de cuál familia?

No, no les cedamos las palabras y los símbolos que también nos pertenecen, y tienen un significado político o histórico para nosotras y nosotros. Está bien que un espacio de comunicación feminista y promotor de derechos se llame Libertarias. Si para ti la palabra patria significa espacio colectivo para mejorar la vida, está bien, no tienes que dejar de usarla. Y si promueves la educación sexual, seguro que defiendes y cuidas más a las familias y a la vida que los grupos provida, quiero decir antiderechos.

¿y qué pasa si te quieren avergonzar por usar ciertas palabras para describir realidades que los antiderechos niegan o ridiculizan como afrodominicano, colorismo, homofobia? Pues lo dices más alto y más claro. El discurso es poder y un poder que, de momento, podemos mantener cuando perdemos lo demás. Así que no les cedamos las palabras, resistamos con ellas.