Contáctenos Quiénes somos
Opinión | Amparo Chantada/Arquitecta y analista social

 Puerto Príncipe, impresionante, trabajando, sonriendo en medio de los escombros: la primera sensación al caminar frente a lo que fue el Palacio Nacional, la catedral, las cuadras llenas de escombros es de aturdimiento: la vida que brota de todas partes, la sonrisa revitalizan las sensaciones de pena y tristeza.

¿A dónde están las promesas de ayuda? No vemos carpas en el centro de la ciudad pero seguro que las movieron, las laderas llenas de casitas y los escombros aquí en Champ de Mars con todos sus árboles, los únicos que aguantaron.

Cuánta gente vendiendo de todo, en todas partes, la vida se impone, precaria, mientras en las medianas alturas, la gente reconstruye “su ciudad” informal o no. Puerto Príncipe se reconstruye, pero no por las ayudas tan pregonadas, ¿se atrancaron en burocracias y excusas?

De los 11.000 millones de dólares prometidos en la cumbre de Nueva York, 5.300 millones estaban previstos para el 2014: están por llegar. En vez de dar dinero, los países ricos condonaron una deuda “incobrable”. Un truco contable.

Retirar los escombros de las calles de Puerto Príncipe fue evaluado a 1.200 millones de dólares y dar techo a las personas que lo perdieron, unos 10.000 millones.

¿Cómo renacerá Puerto Príncipe? Se dice que parte del dinero se perdió por la corrupción, pero a algunos dominicanos les va muy bien: en el centro de la ciudad son las empresas y obreros dominicanos con sus grúas identificables que “suben” los Ministerios de Justicia y de Educación, mientras el BID financia y reconstruye los grandes liceos de la elite, el Petion y el Cristophe (?) pero caramba !eso no es prioridad nacional. Faltan calles, asfalto, aceras, casas, hospitales, escuelitas, saneamiento, empleos, aseo, mejor decir falta todo en Haití ¡porqué no construir “pequeño” en lugar de esos majestosos y simbólicos centros educativos!

También, falta imaginación: con tanta mano de obra disponible y gratis, el síndico de Puerto Príncipe es “invisible”, ¿por qué no formar brigadas, de ornato, de limpieza, de reforestación, de pintura? Se llamarían “Trabajo por comida” y dinamizarían las otras iniciativas. ¿Por qué no fomentar los murales urbanos como terapia colectiva? con tanta creatividad comprobada en el Marche de Fer, surgirían respuestas populares a la depresión, visible en muchas esquinas. De la vida humilde brota una fuerza difícil de describir de un pueblo amable, hospitalario y no resignado, pese a la realidad.