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Opinión | Doctor Nelson Figueroa Rodríguez/abogado y consultor internacional

Entablando las cinco décadas de mi existencia, donde mi cabellera me obliga a peinarme hacia dentro, y el pináculo de mi cabeza me muestra la ausencia del tiempo, se menguan mis pensamientos, me arropa la perplejidad del mañana, me quedo desatolondrado con el presente y cual ilusionista trato de presagiar el futuro.

Rememoro las perennes conversaciones de nuestros ancestros sobre los externos parangones  de sus épocas con las nuestras , sus años de instrucción y costumbres donde los medios de crianzas pertenecían a la colectividad , donde  el vecino  y la vecina tenían el “soberano derecho” de preguntarte, cuestionarte  “sonarte” y  enviarte a tu casa donde tus padres; y qué decir de  la regla de madera  del profesor y  la profesora , la chancleta de la doña y la correa o cinturón del don, los cuales jugaban  en nuestro procesos educativos y formativo un rol didáctico, terapéutico, pedagógico y democrático, con todas las  garantías de derechos.

No era necesario escribir y redactar códigos, ni crear tribunales especiales para saber que no se salía  sin permiso de la casa, que no se llevaba nada al hogar sin la explicación de su procedencia , que no se asistía a  una fiesta o actividad si no lo habían invitado y que a la hora de la comida, las 12:00  del mediodía, se estaba en su casa; una mirada bastaba para saber que usted no debía opinar sobre ciertos temas,  no era necesario un  organismo investigativo ni entidad especial para saber la filiación  de sus amigos y el estatus moral de sus familiares y que los” trapos sucios” se lavaban en casa. 

Hoy vivimos en mundo  informatizado , de comunidades virtuales de socialización, y que fruto de muchos años de luchas se han consagrado  de manera plena las garantías de los derechos civiles y políticos, con libertad  de cultos , de expresión y difusión de las ideas, con recursos y procedimientos tendentes a preservar las  garantías necesarias de protección de los derechos fundamentales,  hemos sido capaces de crear conjuntos de leyes  de protección a los niños, las  niñas y adolescentes,  envejecientes, discapacitados o especiales, de establecer cuotas de participación a la mujer, a través de la discriminación positiva en su lucha justa por la igualdad. En garantías de derechos y de protección hemos avanzado.

Por lo tanto palpando el rigor de esta nueva generación percibo que los cambios  más que provechosos han sido drástico e inesperado que a todos y todas  nos ha tomado por sorpresa, pues han bastado tres lustros para que parte de nuestra sociedad este perpleja, atónita, eclipsada por los altos niveles de descomposición social y moral  que hemos alcanzado , donde los valores éticos y morales más que legales que proclamaban nuestros padres y madres han sido relegados,  y ya  no  impactan en una mejor crianza y educación, han quedado sustituido por nuevos patrones de conducta que nos llevan más que a la libertad , a darnos un  abrazo con el  libertinaje.

En la sociedad de hoy en muchas de nuestras  familias y hogares se ha sustituido el amor y la afección  de padres y madres por el agasajo  de los últimos tenis Air Jordán, por la merced de los Smartphone Samsung e IPhone con las cuales pisan  su indolencia e instruyen su indiferencia; hemos cambiado el coloquio familiar y platica con nuestros hijos y nuestras hijas dejándole la encomienda a WhatsApp  y Telegram;  hemos relegado al profesor y la profesora  como influenciadores  de nuestra sociedad y lo hemos sustituido por el influencer mediático; hemos cambiado de modelo de superación que estaba visualizado en el estudio, el trabajo, la disciplina  y la preparación, por el habilidoso, el inepto, el disoluto el farsante,  ejemplificado y justificado en la expresión “hay que buscarse su cuarto como sea” 

La toxicidad financiera y  de coacción social ha  intimado a los  padres y  las madres  a desembocar en el  trabajo y la pugna por la subsistencia rotativa que no le deja otra opción que faenar  y sobre sus hombros  estribar los anhelos y  la carencia del hogar , razón por la cual hemos dejados el cometido  de la  crianza de nuestros muchachos y  nuestras muchachas   a los  noveles  maestros  guardadores y guías espirituales , los señores  Google, YouTube, Facebook ,Tik Tok , Instagram,  o en su defecto a los abuelos y las abuelas  subyugados y subyugadas  por los años, en cuyas espaldas  cansadas arrinconan las ilusiones;  y los de mayores  estatus socioeconómico y educativo consignan su ideas aspiracionales  de sus hijos e hijas en la trabajadora doméstica que  suple los afectos nadando  en su propia carencia de ignorancia.

Y la solución a la vista es ampararnos en eufemismo y pleonasmo a los fines de aniquilar el impacto de estos cambios, pues a nuestros maestros y nuestras maestras   que idealizábamos como segundo padres y madres hoy son abreviados y abreviadas a simple   facilitadores y facilitadoras; excluir nuestra condición de trabajadores y trabajadoras    generadores   de nuestra financiación e historia de lucha, por simple colaboradores y colaboradoras a  los cuales ya no  se les  despide, se le  desvincula;  privarnos de  atesorar  a nuestros viejos y nuestras viejitas  porque los mismos  ya son adultos mayores y por demás está prohibido dar cuerda o relajo porque eso es bullying, y cuidado si alzamos la voz porque podemos dejar varios amigos traumatizados, al final la gran pregunta es ¿cómo sociedad qué nos espera?