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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Someter o conducir a alguien, a un grupo, a una tribu, o un pueblo a la esclavitud, es la práctica ejecutada por los seres humanos más deshumanizante e inmoral. Esta práctica ha sido una constante en todas las épocas y en toda la faz del globo terráqueo, una institución arraigada en todas las naciones y culturas desde la antigüedad; pero, es en la escritura de la Santas Biblia, que el mundo de la Civilización Occidental tiene más y mejor conocimiento de esa deshonrosa realidad.

Parece que su origen histórico proviene de la práctica de aprovechar como mano de obra a los cautivos en las guerras, y es tal vez, una alternativa de otra posibilidad también usual, ejecutarlos. Era preferible someterlos y usarlos en la servidumbre, en trabajos manuales, u otras variedades; así, la esclavitud tuvo máxima operación. 

La Biblia contiene multitud de referencias a la esclavitud. No la condena, sino que permite la práctica regulada, especialmente en el Antiguo Testamento. El caso es que el ente, el mismo ser viviente, el prójimo, que se supone tener conciencia crítica, habilidad para razonar, sensibilidad espiritual, dotado de modelos y estandartes de ética-moral, es quien practica esa perversidad inhumana.

La esclavitud era practicada desde la antigüedad; pero hay por lo menos dos momentos históricos bien conocidos y apuntalados, por tanto, se consideró como natural y aceptable. El caso de la esclavitud del pueblo Israel en Egipto, (Éxodo: 1…) es el más conocidos por nosotros y es una narración de la vida, capacidad y hechos de un israelita José.

José el hijo undécimo de Jacob; fue el gran administrador gobernante y servidor de Egipto que planificó e hizo posible almacenar y proveer comida por siete años cuando hubo hambre en Egipto y los pueblos aledaños, incluyendo a Israel.

La leyenda más y mejor conoció de la manera de establecer un régimen social y económica basado en el uso de esclavos como mano de obra, es cuando los egipcios esclavizaron a los israelitas que vivieron en Egipto, generaciones después de la muerte de José.

“Desaparecido José, años después, hubo un nuevo rey en Egipto. Como ese rey no sabía nada de lo que José había hecho para ayudar a Egipto, le dijo a su pueblo: “Fíjense en os israelitas, ya son más fuertes que nosotros, y si no los manejamos con cuidado, van a seguir aumentando. Entonces cuando haya guerra pelearán contra nosotros”. (Éxodo 1. 8-10).

“Este discurso del rey enardeció los ánimos de los oyentes, y estos comenzaron a maltratar a los israelitas; pero, mientras más maltrataban a los israelitas, más crecían ellos en número”. (Éxodo 1: 11-12).

“Tanto era el miedo que los egipcios sentían frente a los israelitas, que los trataban con mucha crueldad, y los hacían trabajando muy duro”. (Éxodo 1: 12-13). La tensión fue tan intensa que se promulgó lo siguiente: “Cuando ustedes (las comadronas) van a ayudar a las hebreas a tener sus hijos, fíjense si nace un niño o una niña. Si les nace una niña, déjenla vivir, si les nace un niño; ¡Mátenlo! (Éxodo 1:16). Toda similitud es coincidencia con la matanza del Trujillo en 1937 en Masacre, y, también ahora, con parte del Tribunal Constitucional de 2015 que hace apátrida y muertos en vida, a miles de personas nacidas en esta parte de la isla Quisqueya. La mayoría de éstos sólo conocen los campos, bateyes y barrios. Estos piensan, hablan y están educados en español, han entonado siempre el himno nacional, “Quisqueyanos valientes, alcemos nuestro canto con viva emoción”; más, no existen como personas con derechos alienables; aunque son dignos de consideración y respeto legal. Estos son comparables a los israelitas en Egipto y a los palestinos en la Tierra Santa.                                                                                                                   

El segundo caso histórico de la esclavitud fue con los dominios de Europa con los africanos. Ya aceptada y fortificada la condición social-económica de la esclavitud, se continuó y se expandió de manera tal, que las naciones más eminentes, tanto católicas como protestantes de Europa, Portugal, España, Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca, desplegaron actividades esclavistas comprando de las tribus victoriosas a los infortunados presos y enemigos abatidos en guerra. Estos eran traídos a las tierras recién descubiertas para desarrollar las minas, la caña de azúcar, el ganado vacuno, el café y otros renglones que explotaban o cultivaban los señores que se adueñaron del territorio para dominar y colonizar. Los nativos de las tierras que se colonizaban murieron de fatigas, enfermedades, violencias físicas, o cometieron suicidios, por lo que su número fue diezmado. Ante esta declinación de las operaciones comerciales, el fraile Bartolomé de las Casas recomendó sustituirlos los decadentes nativos por negros del continente africano. Este religioso fue reconocido como defensor de los derechos de los indígenas; pero, fue el agente para comenzar la compra de los negros del África para ser esclavizados en las tierras del Nuevo Mundo.