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Opinión | Por Riamny Méndez Féliz

A estas alturas, todo mundo sabe quién es Roro, la creadora de contenido que cocina para su novio Pablo y publica videos en Instagram y otras redes sociales. No nos hagamos las tontas, algunos videos son un guiño al movimiento de las tradwives de Estados Unidos. Cierto que el guiño a veces tiene un tinte burlón, pero en otras ocasiones reproduce estereotipos de género de forma problemática.

De todos modos, el contenido que produce Roro, una chica inteligente, políglota, con garra para el marketing digital y hermosa, no era un gran tema de discusión entre las feministas que educan y hacen activismo en Tiktok y en Instagram.

Algunas han señalado, de forma educada y con matices, que su contenido corre el riesgo de reproducir estereotipos de algo que ella está bastante lejos de ser. Es obvio que ni Roro es una esposa tradicional al estilo de lo que promueven grupos ultraconservadores en Estados Unidos ni su novio Pablo vive la masculinidad como un ultra religioso de la década de 1950.

Florence Pugh en 'Don't worry, darling'

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La Roro que vemos en las redes, al igual que otras creadoras de contenido que utilizan este estilo, es un personaje exitoso, que, a diferencia de una “tradwife” es independiente, produce su propio dinero, no es sumisa a su pareja, y tiene un arte maravilloso para la cocina.

Y las feministas, como la mayoría de las personas que comentan los videos, saben con claridad que Roro no hace un reality show de su vida, sino un performance: no es tan complicado, en realidad.  Ella hace lo que quiere y en parte de eso va el feminismo. Se busca que las mujeres sean libres para elegir y hacer lo que quieran.

Pero, un grupo de hombres, muchos con un perfil de ultraderecha, y/o seguidores de creadores de contenido como “El Temach”, empezaron a divulgar la falsa idea de que “las feministas”, así en colectivo, odiaban a Roro por su “feminidad”.

Algunas activistas perdieron energía para explicar que no odiaban a Roro y que había un falso debate. Posteriormente Roro aclaró en una entrevista que se considera feminista.

Pero los comentarios en los que personas machistas divulgan la idea del falso conflicto continúan.  Roro se ha hecho tan famosa que hay parodias a su contenido, como suele ocurrir en las redes sociales cuando una cuenta, una persona o una idea se hace tendencia.

Hombres y mujeres aprovechan la tendencia para hacer humor o presentar contenido político. Cuando los hombres utilizan la tendencia, es solo humor o uso estratégico de las redes sociales. Cuando las mujeres la utilizan se trata de una burla a Roro porque “las mujeres se odian entre sí”, o “la peor enemiga de una mujer es otra mujer”.

De nada sirve que una y otra vez jóvenes feministas expliquen que, en general, no hay tal dilema en torno a Roro, ni que Roro reiterara que no es “tradwife”, y que sus videos se basan en guiones para promover su contenido. El falso debate regresa y regresa.

¿Qué lecciones nos deja este falso dilema?

Quizás, la primera es evitar sobredimensionar los debates en las redes sociales, muchas veces son una mezcla de humo, mala intención y marketing.

Y la segunda:  la próxima vez que gente ultraconservadora te repita frases que favorezcan la desunión entre mujeres, personas racializadas o de clase trabajadora, pregúntate si existe un problema o si están creando un falso debate o exagerando una diferencia, mientras no tenemos las discusiones esenciales y nos perdemos en peleas inventadas por terceros amargados o con malas intenciones.