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Opinión | Leonardo Boff/Teologo de la Liberación

Hay una percepción más o menos generalizada de que la vida humana en el planeta Tierra así como se presenta no puede continuar. A decir verdad, ella se encuentra en una encrucijada: o cambia o corre el peligro de ir al encuentro de una inconmensurable tragedia ecológico-social. Hay indicadores innegables.

El más sensible es el calentamiento global acelerado. Sólo en 2023 fueron lanzadas a la atmósfera cerca de 40 millones de toneladas de CO2,  que permanece en la atmósfera cerca de cien años. El aumento de hasta 1,5ºC proyectado para 2030 se ha anticipado.

De las nueve fronteras planetarias (Planetary Boundaries: desde los cambios climáticos hasta los microplásticos) seis ya han sido traspasadas. Muchos científicos afirman que si rompemos la séptima y la octava puede ocurrir un desastre sistémico, capaz de amenazar la civilización. La disputa por el dominio geopolítico del mundo entre USA, Rusia y China puede culminar en una hecatombe nuclear, dejando el cielo blanco por las partículas atómicas, iniciando una nueva era glacial, que extinguiría gran parte de la humanidad y de la biosfera, volviendo miserable la vida de los supervivientes. Y otras más, como la grave escasez de agua potable.

Si queremos sobrevivir sobre el planeta Tierra tenemos que hacer varias travesías inevitables.

– De la Tierra considerada como un medio de producción y almacén de recursos entregado al proyecto de un crecimiento ilimitado, a la Tierra como un Super Organismo vivo, Gaia, Pachamama o Madre Tierra, con bienes y servicios limitados, muchos no renovables.

– Del paradigma del poder/dominación con vistas a la conquista del mundo, al paradigma del cuidado de la Tierra viva y de la comunidad de vida.

– De una sociedad antropocéntrica, separada de la naturaleza, a una sociedad biocentrada que se siente parte de la naturaleza y busca ajustar su comportamiento a la lógica de la propia naturaleza y del proceso cosmogénico, que se caracterizan por la sinergia, por la interdependencia de todos con todos, por la cooperación y por ser más con menos.

– De una sociedad industrialista, mercantilista y consumista que saquea los bienes naturales y desestructura las relaciones sociales de riqueza/pobreza a una sociedad de sostenimiento de toda la vida y garantía de los medios de vida para todos los seres humanos.

– De la lógica de la competición, que se rige por el gana-pierde y que opone las personas a las empresas, a la lógica de la cooperación del gana-gana que congrega y fortalece la solidaridad entre todos.

– De la era tecnozóica que, no obstante los beneficios reconocidos que nos ha traído, ha devastado gran parte de los ecosistemas, a la era ecozóica en la cual todos los saberes y actividades se ecologizan y todos cooperan para salvaguardar el futuro de la vida.

– Del antropoceno, que hace del ser humano la gran amenaza de la biodiversidad, al ecoceno en el cual la ecología será la gran preocupación y todos los seres serán reconocidos con un valor en sí mismos, portadores de derechos y debiendo ser respetados.

– De redes sociales orientadas a la desinformación, divisiones sociales y amenazas a las instituciones democráticas, a redes como espacios de comunicación social civilizada y nuevos conocimientos.

– Del capital material siempre limitado y agotable, al capital humano-espiritual ilimitado, hecho de amor, de solidaridad, de respeto, de compasión, de veneración y de confraternización con todos los seres de la comunidad de vida.

– De los Estados-nación, a la Tierra como la única Casa Común que debe ser cuidada por una gobernanza plural para resolver los problemas globales de toda la humanidad y del sistema-vida.

– Del proyecto “un solo mundo y un solo imperio”, mantra de la política exterior estadounidense, a “un solo mundo y un solo proyecto colectivo de convivencia y supervivencia”, asumido por todos los pueblos.

Esta es la gran “conversión ecológica global” exigida por el Papa Francisco en su encíclica Sobre el cuidado de la Casa Común (2015, n.5). En otro lugar dice: ”estamos en el mismo barco, o nos salvamos todos o no se salva nadie”.

Para garantizar el futuro de la humanidad y de la propia biosfera, tiene que triunfar un consenso mínimo de naturaleza ética: el conjunto de visiones, valores y principios que congregan a más personas y proyectan un horizonte de vida y de esperanza para todos.

Sería la ya denominada biocivilización o la Tierra de la Buena Esperanza que corresponde a la Noosfera soñada ya en 1933 en el desierto de Gobi en China por Pierre Teilhard de Chardin. Es decir, una esfera nueva en la cual mentes y corazones convergen en una consciencia colectiva de especie, habitando la única Tierra que tenemos. 

Esa biocivilización es viable y está dentro de las posibilidades humanas construirla si se observa la ética de la Tierra, hecha de cuidado, de responsabilidad universal, de acogida de todas las diferencias y del sentimiento de habitar una Casa Común junto con toda la comunidad terrenal y la comunidad de vida, bajo la mirada benevolente del Creador “que ama todo lo que creó y no odia nada de lo que ha hecho porque es “el soberano amante de la vida” (Sab 11,24-26).

*Leonardo Boff ha escrito Habitar la Tierra: el camino para la fraternidad universal, Vozes 2022; Cómo cuidar de la Casa común: pistas para retrasar el fin del mundo, Vozes 2024.

Traducción de MªJosé Gavito Milano