“Helene” y “Milton” podrían ser los nombres de dos tíos favoritos, pero se han convertido, en cambio, en los nombres de dos huracanes que han dejado muerte y destrucción a su paso y en emblemas del cada vez más grave desastre climático que afecta al planeta.
Mientras estas dos tormentas devastadoras azotan Estados Unidos, el país se encuentra inmerso en una campaña electoral histórica, en la que uno de los dos principales partidos políticos está empeñado en difundir mentiras e información errónea sobre la causa de los huracanes y sobre los servicios de respuesta a catástrofes, falsedades que pueden costar vidas. Las comunidades marginadas, como los reclusos y los trabajadores agrícolas, son las que corren mayores riesgos ante los eventos climáticos extremos. Sin embargo, al igual que sucede con el cambio climático en sí, rara vez son mencionadas en la cobertura ininterrumpida de los principales medios de comunicación del país. La lección que nos dejan estos dos huracanes consecutivos es que la emergencia climática es real y nos afecta a todos.
Al cierre de esta edición, la población del estado de Florida todavía estaba dimensionando las secuelas del huracán Milton. La tormenta amenazó con devastar Tampa, ya que se pronosticó que el impacto directo de un huracán de categoría 5 sobre esa ciudad de baja altitud podría causar daños superiores a los 230.000 millones de dólares, sin mencionar la pérdida de vidas humanas. Aunque la trayectoria de Milton se apartó ligeramente del peor escenario, las primeras evaluaciones de los daños causados por el huracán siguen dibujando un panorama desolador.
A medida que el potente fenómeno meteorológico impulsado por el cambio climático se acercaba a las costas de Florida en el Golfo de México, se emitieron más de 100 advertencias de tornado. Un tornado que tocó tierra en la costa este de Florida, se cobró la vida de al menos cuatro personas. El jueves, los equipos de rescate continuaban revisando entre los escombros en busca de más víctimas.
Los científicos hablan cada vez con mayor precisión sobre cómo el calentamiento global, causado por la actividad humana, afecta a los huracanes y otros eventos meteorológicos extremos. Las aguas excepcionalmente cálidas del golfo de México intensificaron la potencia tanto de Helene como de Milton. El Observatorio de la Tierra de la NASA señaló al respecto: “La temperatura de la superficie del mar ayudó a impulsar la rápida intensificación [de Milton] […], con vientos que aumentaron de 128 a 281 kilómetros por hora en 24 horas”.
Por su parte, World Weather Attribution, una organización que investiga los vínculos entre el clima y los fenómenos meteorológicos extremos, informó que “el cambio climático está creando condiciones más propicias para el surgimiento de huracanes más potentes, como Helene, que acumulan una mayor cantidad total de precipitaciones y velocidades de viento más intensas”. La organización pronostica también que, como resultado del cambio climático causado por el ser humano, los huracanes serán cada vez más frecuentes —al menos 1,5 veces más probables— y más poderosos.
Aunque los estudios científicos son claros y contundentes, algunos republicanos, como el candidato presidencial Donald Trump y la congresista del estado de Georgia Marjorie Taylor Green, han estado difundiendo falsedades con un éxito alarmante. Estas mentiras incluyen, entre otras, que el Gobierno federal está desviando recursos del fondo de respuesta a emergencias hacia las personas migrantes y la reciente declaración de la congresista Greene, quien aseguró que el Gobierno estadounidense está “controlando el clima” para perjudicar a estados gobernados por republicanos.
David Wallace-Wells, columnista del periódico The New York Times, dijo a Democracy Now!: “Creo que estamos ingresando en una nueva fase realmente oscura en relación con la crisis climática. […] Muchas personas están optando por encerrarse en pequeñas burbujas de desinformación y paranoia. Y, de alguna manera, eso me asusta incluso más que la propia crisis climática”.
Mientras los demagogos distraen, la gente real sigue sufriendo. Al tiempo que las principales cadenas de televisión ofrecían una cobertura ininterrumpida sobre la llegada del huracán Milton, alrededor de 28.000 reclusos de Florida permanecían atrapados en prisiones y celdas. Jordan Martínez, dirigente de la organización Campaign to Fight Toxic Prisons (Campaña contra las prisiones tóxicas), instó a las autoridades a evacuar a las personas encarceladas antes de que llegara el huracán.
En conversación con Democracy Now!, Martínez expresó al respecto: “La situación actual que se vive en Florida ha estado caracterizada por una narrativa completamente ficcional y negligente creada por el Departamento Correccional de Florida, así como por oficinas del sheriff de varios condados y autoridades penitenciarias, que afirmaron que las personas encarceladas estaban efectivamente siendo evacuadas. […] Pudimos lograr la evacuación de la cárcel de Orient Road, en el condado de Hillsborough. Pero los condados de Manatee, Lee y Pinellas, así como el de St. Johns, en la costa este, cuyos centros penitenciarios se encuentran en zonas de evacuación obligatoria, dejaron a los reclusos dentro de las cárceles”.
El portal periodístico The Intercept informó que, durante el paso del huracán Helene, reclusos del estado de Carolina del Norte permanecieron abandonados en sus celdas sin agua corriente ni electricidad, obligados a beber agua de los inodoros y a guardar sus desechos orgánicos en bolsas de plástico, mientras el personal penitenciario se encontraba evacuado en lugares seguros.
La vasta fuerza laboral agrícola de Florida, compuesta en gran parte por migrantes, también enfrenta riesgos extraordinarios ante la llegada de los huracanes, en gran medida, no documentados ni registrados por los medios, como el de la vivienda inadecuada.
Gerardo Reyes Chávez es un trabajador agrícola y activista de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, en el suroeste de Florida. En conversación con Democracy Now!, Chávez expresó: “Las casas rodantes [de la mayoría de los trabajadores] son muy muy viejas. No son lugares seguros para estar. […] Lamentablemente, las condiciones de vulnerabilidad, especialmente las condiciones de vida, son horribles en la mayoría de las comunidades de trabajadores agrícolas. [Nuestras comunidades están expuestas] a todos los peligros del cambio climático. Tuvimos la suerte de no sufrir un impacto directo esta vez, pero sabemos que otras comunidades están sufriendo y van a necesitar apoyo porque se encuentran actualmente en una situación desesperada. Tomaremos medidas para intentar ayudarlas en todo lo que podamos”.
La temporada de huracanes del Atlántico suele durar hasta fines de noviembre. ¿Cuántos huracanes como Helene y Milton, cuántas muertes evitables vinculadas a la crisis climática y cuántos miles de millones de dólares malgastados —no solo aquí, sino en todo el mundo— serán necesarios para que Estados Unidos, el mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero, esté a la altura de las circunstancias y se comprometa verdaderamente a abordar esta devastadora emergencia climática?