Los documentos desclasificados y los estudios más serios que se han desarrollado sobre América Latina para abordar el período de la guerra fría han puesto de relieve el papel de la Agencia Central de Inteligencia en la persecución sistemática de líderes y organizaciones revolucionarias.
En nuestro país, sus huellas están marcadas detrás de los asesinatos de más de una centena de dirigentes populares, entre los que se señalan a Maximiliano Gómez, Francisco Caamaño, Amín Abel, Otto Morales y Amaury Germán, entre otros, como parte de una política de descabezamiento de los movimientos y proyectos revolucionarios. Desde esta óptica, se puede decir que la iniciativa de Kennedy con su Alianza para el Progreso, programa de más de “20 mil millones de dólares” supuestamente destinado al desarrollo económico de los países de la región, se reveló insuficiente para contrarrestar la “subversión”.
La mirada imperial de los Estados Unidos se reflejó a los pocos días del asesinato de Trujillo durante un encuentro que se produjo entre los directivos de sus principales organismos de inteligencia y seguridad. La importancia y atención que portaron hacia la República Dominicana obedeció a la historia reciente de la lucha antitrujillista pero especialmente por nuestra cercanía geográfica con Cuba. En efecto, en el Memorándum del subsecretario de Estado, Chester B. Bowles, fechado 3 de junio de 1961, se establece que en una reunión celebrada en la Casa Blanca con la presencia del vicepresidente Lyndon Jhonson, Bob Kennedy, el secretario McNamara, Dick Goodwin, el general Lemnitzer, Wyn Coerr y Ted Achilles se abordaron términos del documento de contingencia y luego de algunas discusiones, se consideró acercar a las costas dominicanas “dos portaaviones más, algunos destructores y 12.000 infantes de marina”. Dicho “movimiento de tropas debía llevarse a cabo con el mínimo de publicidad, el mínimo de maniobras, para que la flota no pareciera estar en formación”. A juicio del relator, “el tono de la reunión fue profundamente inquietante. Bob Kennedy estuvo claramente buscando una excusa para invadir la isla. En un momento dado, él sugirió, aparentemente en serio, que tendríamos que hacer estallar el Consulado para proporcionar la justificación”.
Agrega Bowles que “su enfoque general, vigorosamente apoyado por Dick Goodwin, era que esto era un mal gobierno, que había una gran posibilidad de que se uniera con Castro, y que debe ser destruido, con una excusa si es posible, sin una si necesario”. También destaca que “para mi sorpresa, Bob McNamara parecía apoyar este punto de vista. Tomé el punto de vista opuesto de que toda nuestra posición mundial se basaba en un tratado que sería un error catastrófico tomarlos a la ligera, y que, al actuar de manera imprudente en la República Dominicana, no haría más que agravar el error de Cuba”. Tomando en cuenta la preocupación de los norteamericanos por el país, se pueden entender mejor los datos registrados en el Atlas Histórico de América Latina y el Caribe; Aportes para la descolonización pedagógica y cultural, elaborado por la Universidad Nacional de Lanús, Argentina, donde se establece que la asistencia militar de los Estados Unidos en América Latina entre 1950 y 1999, por millones de dólares, ubicó a la República Dominicana en la sexta posición en términos absolutos con 22.8 millones de dólares, sólo por detrás de Colombia, Perú, Honduras, El Salvador y Ecuador.
Conociendo nuestra historia reciente, se hace fácil suponer que el país recibió una proporción extraordinariamente alta de esa suma en la década de los 60, fuertemente marcada por el anticomunismo visceral de Washington que llevó a los gobernantes de Estados Unidos a elegir casi siempre al bando de la reacción donde se agrupaban corrientes que iban desde “el nacionalcatolicismo, el higienismo social o incluso el fascismo”. Este fue el caso durante el primer año del gobierno de Lyndon Johnson, 1963 – 1964, cuando las juntas militares contaron con el apoyo apenas disimulado de Washington en el derrocamiento de los gobiernos nacional-progresistas de la República Dominicana; Juan Bosch, Brasil; João Goulart y Bolivia; Víctor Paz, en el contexto de la Guerra Fría y de contención del comunismo. Así pues, las políticas de contrainsurgencia sirvieron de base para la “doctrina de seguridad nacional”, orientada en nuestro medio “a purgar no sólo las ideas marxistas, sino también cualquier forma de oposición liberal”.
La eliminación de Manolo Tavárez Justo y la destrucción del proyecto insurreccional del 1J4 se inscribe dentro de esa lógica y formaba parte de los planes estratégicos de la CIA ya que cualquier movimiento revolucionario que desafiara el orden impuesto en el continente era considerado como una amenaza para la seguridad nacional estadounidense, y por tanto tenía que ser destruido. En ese sentido, se pueden comprender mejor las palabras del Profesor Bosch al Dr. Cordero Michel cuando le dijo que “el golpe de Estado es contra ustedes”, y por extensión, fundamentalmente, sobre el líder del 14 de Junio cuya eliminación era un objetivo de alta prioridad para los servicios de inteligencia estadounidenses.
Desde esa perspectiva, no había espacio en la geografía nacional e incluso en el exterior (salvo Cuba u en otro país del campo socialista) en el que su vida del líder del 1j4 no corriese peligro y es precisamente de esa forma que se debe asumir el fusilamiento de Manolo y sus compañeros, cuya decisión político-militar fue tomada según Tony Raful el 19 de diciembre de 1963 en el Palacio Nacional donde se dictaminó que “nadie saliera con vida de Las Manaclas” respondiendo a los lineamientos instigados por la CIA y aplicados por sádicos personajes, militares y civiles, quienes no deben ser vistos como simples marionetas del imperialismo norteamericano por su larga participación y respaldo en la represión, tortura y asesinatos desde los tiempos de la dictadura de Trujillo.